P. Justo Lofeudo: «Sólo el Amor infinito de Dios llena el vacío infinito del hombre de eternidad, amor, bondad, belleza y verdad»

Padre Justo Lofeudo Padre Justo Lofeudo
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El P. Justo Antonio Lofeudo es un conocido sacerdote de origen argentino que recorre España y el mundo entero promoviendo la apertura de capillas de la Adoración Perpetua, es decir, capillas en las que, las veinticuatro horas del día está expuesto el Santísimo.

Este sacerdote pertenece a los Misioneros de la Santísima Eucaristía, comunidad dedicada a la promoción de la adoración eucarística perpetua en el mundo. Gracias a su esfuerzo y con la ayuda y colaboración de multitud de fieles, han conseguido poner en marcha más de 70 capillas de adoración perpetua.

Sobre esta práctica de piedad, la adoración perpetua, nos habla en esta entrevista para los lectores de InfoVaticana:

P-¿De dónde nace su devoción por la adoración perpetua?

R-De un hecho que algunos llamarían fortuito, pero que en realidad para mí fue providencial. La devoción nace del encuentro con el P. Martin Lucia que fue el promotor principal de la adoración perpetua, primero en los EEUU, luego en Filipinas y en todo el mundo. Lo conocí porque estaba él de viaje por Argentina y me pidieron que lo entrevistara. De esa entrevista nació no sólo mi interés por la adoración perpetua, o sea la adoración sin interrupción de la Eucaristía, así como tres capillas de adoración perpetua, una en la misma radio de la entrevista. Tan grande es el carisma de este sacerdote.

La adoración es respuesta de fe y de amor hacia la Eucaristía

P-¿Cómo definiría este tipo de oración?

R-Recuerdo que en una ocasión unos niños le preguntaron al Papa Benedicto qué es adorar y él le dio una definición maravillosa, apta para el entendimiento de aquellos pequeños y, al mismo tiempo, auténticamente cierta. El Papa les dijo: “Adorar es dejarse abrazar por Dios”. De muchos modos se puede definir la adoración. Adorar es más que orar. Tengamos en cuenta que adorar es el primer Mandamiento: “Adorarás al Señor, tu Dios, y sólo a Él servirás” (Dt 6:13).

Adorar es reconocer la gloria de Dios, su majestad, su santidad absoluta. En la adoración considero mi total pequeñez y elevo mi gratitud a este Dios que no sólo me creó, sino que me salva porque me ama. Quien adora reconoce, como santa Catalina de Siena que «Dios es Todo, yo no soy nada». Pero, que ese Todo, porque me ama, llegó a convertirse, por mí, en nada, a anonadarse hasta la muerte de cruz. Llegó en su abajamiento a hacerse pan eucarístico, porque esa nada, que soy yo, es preciosa para Él.

Por otra parte, bien valen aquellas famosas palabras de san Agustín, de sus Confesiones: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. Pues, adorar es, además, reposar en el Corazón de Cristo. Sin embargo, todo lo que se ha escrito y todo lo que se puede decir son sólo aproximaciones que intentan expresar el encuentro con el Misterio de Dios. Por medio de la adoración nos encontramos con el Misterio de su Encarnación, con el Misterio del Emmanuel eucarístico, o sea, de ese modo único, del Hijo de Dios, de estar real y verdaderamente con nosotros.

La adoración es respuesta de fe y de amor hacia la Eucaristía. Yo sé, por la fe, que la Eucaristía que adoro es Él. Mi adoración es entonces también respuesta al don infinito de su infinitamente presencia cercana de su amor.

P-¿Qué disposiciones interiores se necesitan para poder hacer bien un rato de adoración?

R-Las del abandono en el amor de Dios. Adorar, más que hacer algo, es dejar que Él haga en mí. Cuando una persona adora al Santísimo expuesto, ella también está expuesta de un modo particular a la presencia del Señor. Santa Teresa de Jesús, por eso decía: «Mirad a Aquel que os mira». En este sentido la adoración es un contemplar a quien te contempla.

Si, por una parte, nuestra mirada está nublada, ofuscada por nuestro consentimiento a las tentaciones que el diablo nos presenta a través del mundo y de la carne; por la otra, cuando adoramos a nuestro Señor, Él purifica nuestros ojos. Es la mirada del Señor la que nos cura, nos reanima, nos salva. Porque, como decía San Juan de la Cruz: «La mirada de Dios es amar». Debemos dejarnos amar por Dios. La Santa de Ávila decía a sus monjas: «Sólo os pido que le miréis y os dejéis mirar por Él».

Además, para adorar, debemos salir del mundo de nuestras ocupaciones y preocupaciones, del ruido de tantos pensamientos y ansiedades, y sumergirnos en el silencio sagrado y permanecer ante el Señor en su Verdad, sensibles a lo que Él quiere regalarnos durante nuestra visita. En todo caso, al estar ante el Santísimo Sacramento abriendo nuestro corazón podremos, entonces sí, contarle cuáles son nuestras preocupaciones, nuestros problemas, nuestros deseos, nuestras miserias y confiadamente entregárselas para que Él obre en nosotros y alivie nuestro corazón. Es Jesucristo quien nos exhorta a hacerlo: “Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados, y Yo os aliviaré” (Mt 11:28).

Por eso, no tengo que preocuparme de lo que digo o de lo que pienso. Él está ahí, me alimento de su presencia, porque Él es la Vida que nutre mi vida. Un monje benedictino que ha transcrito lo que recibe, sobre todo de nuestro Señor (el libro es “In sinu Jesu”), cuando entra a la capilla para adorar dice: «Estoy aquí por ti, porque tú estás ahí por mí». Con solo esta frase tenemos material para mucha meditación. Meditar que ese “ahí” de nuestro Señor, Dios infinito y eterno, Rey de la gloria, viene del haberse hecho hombre, soportar el desprecio, la burla, el tormento, las atrocidades y la muerte para rescatarme de mis muertes. Que ese “ahí” suyo viene de su Pasión, que empieza en su Última Cena, con la amargura de la traición de Judas, cuando nos entrega el sacramento de su amor que hace posible su presencia eucarística.

Cuando estamos adorando a nuestro Señor estamos exponiéndonos a su Amor y sólo el Amor infinito de Dios llena el vacío infinito del hombre de eternidad, de amor, de bondad, de belleza, de verdad.

Uno de los frutos evidentes de la adoración es la paz que recibimos de nuestro Señor

P-¿Cuáles son las claves para que esa adoración sea fructífera?

R-Debemos partir de la convicción que cada momento de adoración es un momento de transformación, aunque yo no me dé cuenta de ello. Entonces, la clave es dejarse transformar, no poner obstáculos a la acción divina en nosotros. Yo diría que debemos presentarnos sin expectativas, pero -como antes decía- con el alma abierta al encuentro. Es necesario no temer a dejarse interpelar por su presencia para mejor poder recibir sus gracias y sus inspiraciones. En definitiva, se puede sintetizar en el abandonarse y dejarse transformar.

Uno de los frutos evidentes de la adoración es la paz que recibimos de nuestro Señor. Jesucristo irradia paz desde el lugar donde ha sido entronizado para la adoración. La paz de Cristo, que no es la del mundo, hace de cada persona que adora una portadora de paz en el medio en el que se mueve. Las almas se salvan a través de la AEP. «La Adoración Perpetua salvará al mundo», decía la santa de Calcuta.

P-En España hay más de 60 capillas de adoración perpetua que están abiertas 24 horas al día, ¿cuántas se han abierto durante este año?

R-Son más de 70. En este año se abrieron dos: Puertollano y Sonseca. Al respecto debo decir que desde hace algunos años me acompañan misioneros laicos en la misión de apertura de capillas de adoración perpetua. Ellos han sido quienes las han abierto.

P-¿Hay perspectivas de próximas aperturas de cara al futuro?

R-Sí, en estos momentos contamos con dos misiones próximas de las que se ocuparan los misioneros.

La mujer es más cercana al misterio de la vida que el hombre y por eso es más propensa a la religiosidad

P-¿Cuál es el perfil mayoritario de las personas que frecuentan la adoración perpetua?

R-Cuando se observa quiénes adoran en adoración perpetua se encuentran grandes sorpresas. Al menos en el sentido que uno esperaría un cierto perfil mayoritario de personas que son asiduas en la práctica religiosa o de personas más ancianas, pero no siempre es así.
Muchas son las mujeres y no es de extrañar. La mujer es más cercana al misterio de la vida que el hombre y por eso es más propensa a la religiosidad y a apreciar el misterio del Dios encarnado y de su presencia eucarística. Van muchas madres y padres de niños o de adolescentes. También hay jóvenes y hasta niños que han decidido tener sus encuentros con nuestro Señor.

Debemos salir del ruido que aturde para entrar en el silencio reparador de la Presencia Divina en la Eucaristía

P-¿Detecta un auge entre la gente joven de buscar a Dios en el silencio y en el recogimiento que ofrece la adoración perpetua?

R-Sí, se nota un crecimiento de la necesidad de adorar. Los jóvenes a veces se sienten atraídos por adoraciones que no son silenciosas sino con música acompañada de meditaciones. Al final llegan al silencio, tan necesario para la adoración, para su profundización. Todos nosotros, y los jóvenes en particular, debemos salir del ruido que aturde para entrar en el silencio reparador de la Presencia Divina en la Eucaristía. Debemos saber hacer silencio para dejarnos alcanzar de pleno por la gracia. Hay formas muy ruidosas con exposición del Santísimo y ésas no son de verdadera adoración, pero -por otro lado- hay también adoraciones con música apta para la meditación. Aún así, se ve que hay jóvenes que aprecian el silencio y sin dejar de lado las tranquilas adoraciones con meditaciones y cantos apropiados prefieren la adoración perpetua y silenciosa.

P-¿Qué le diría a alguien que le gustaría empezar a frecuentar la adoración perpetua?

R-Que es un don de Dios que no debe desaprovechar. Un don infinito que transformará su vida. Adorar es centrar la vida en Dios. Hoy muchas vidas están desorientadas porque no saben dónde están, porque se deben enfrentar a un mundo hostil. Mucha es la confusión en el mundo y también en la Iglesia y esas nieblas se han vuelto densas. En tanto, ante el Santísimo Sacramento se recibe luz para poder discernir la verdad del error y de la falsedad, el bien del mal, lo bueno de lo mejor.

Uno de los males de estos tiempos es la gran soledad que padecen las personas, sobre todo en las grandes ciudades. Nadie está solo cuando se encuentra con Jesús, presente y vivo en la Eucaristía. La soledad se disuelve en su abrazo de amor puesto que, en la adoración, es el Señor quien sale al encuentro de cada persona para acompañarla en su camino.

A todos ellos, la adoración perpetua les permite acercarse en cualquier momento para encontrarse con Aquel que sanará su angustiante soledad, que calmará las tempestades, que traerá unión, luz y paz a sus vidas. La adoración perpetua permite a todos tener encuentros con nuestro Señor en cualquier momento del día y de la noche. En una capilla de adoración perpetua de Italia, dejaron una nota al pie del Santísimo. Decía “Soy una chica Down y me siento sola. Aquí encuentro amor. Los quiero mucho”. Todos somos llamados a adorar, pero no todos escuchan su llamado.

La adoración perpetua es también una acción de gracias que perdura en el tiempo para quien se sabe no sólo creado, sino también amado por Dios. Porque la adoración es una respuesta a la constatación de que no somos fruto de una ciega casualidad, sino de un (muy concreto y personal) plan divino de amor que se nos ha revelado en Jesucristo y por Jesucristo.

Por todo eso y por mucho más, a la persona que le gustaría participar de la adoración perpetua le diría: “¡Anímate, no pierdas tiempo! Acércate ya con toda confianza porque estás oyendo el llamado del Señor. Es Él quien te llama”. Nuestro tiempo es precioso porque pasa y no vuelve más y nuestra vida en la tierra está temporalmente muy acotada. No hay tiempo para perder sino para invertir. Muchas horas se pierden cada día.

Una hora de adoración semanal (que es eso que se pide como mínimo para participar de la adoración perpetua), eso que en tiempo es muy poco, es tantísimo cuando se la das a Dios porque la multiplicará en gracias y posibilitará que tu vida sea fecunda. El Señor ha dicho “quien permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante” (Jn 15:5). Quien adora con corazón limpio y con constancia, permanece en Cristo, en su amor. Nuestro Señor llama también a la adoración al pecador empedernido para purificar su corazón y darle la fuerza de salir de su situación. Innumerables son los testimonios de personas que por medio de la adoración eucarística salieron de la droga y de otras esclavitudes. “La adoración perpetua salvará al mundo” solía decir santa Teresa de Calcuta.

P-¿Qué relación existe entre la adoración perpetua y la Misa?

R-La Eucaristía, don y misterio infinito, nos ha sido dada para ser celebrada y contemplada en adoración. La Santa Misa es, ante todo, culto de adoración. Esa adoración que debería tener lugar en cada Misa es posible prolongarla, intensificarla, profundizarla en momentos de adoración fuera de la Misa. La celebración de la Eucaristía la instituyó nuestro Señor para perpetuar su sacrificio a través del tiempo. La adoración perpetua es su lógica consecuencia: adorar en todo momento, siempre. Mientras la perpetuación de la Eucaristía que se celebra se verifica en el espacio, o sea en todo momento en todas partes se celebran Misas; en el caso de la adoración en un mismo lugar se adora sin interrupción.

Por otra parte, a través de la adoración perpetua se tiene mayor conciencia de la presencia divina en la Eucaristía y, por tanto, una mayor participación en la Misa y una adecuada recepción de la Eucaristía, con lo que los beneficios y las gracias recibidas son mayores.
Mayor es el celo del adorador asiduo por la Eucaristía.

Ser católico significa creer en la Eucaristía y vivir de ella

P-¿Existe un católico que pueda vivir sin Eucaristía y oración?

R-La Iglesia vive de la Eucaristía. Sin Eucaristía no hay Iglesia. Permítaseme compartir una experiencia que tuve en Delft. Me habían llevado a visitar la imponente iglesia gótica llamada la Vieja, porque data de mediados del siglo XI, ya que hay otra, llamada Nueva, del XIV. Pese a que la arquitectura gótica es maravillosa, al entrar sentí frío y vacío y hasta la necesidad de abandonar el templo. De inmediato supe que ese templo no era más católico, había sido usurpado y tomado por la llamada Reforma. Como en el templo de Jerusalén a la muerte de Cristo en la cruz, ahí también el Santísimo había abandonado lo que había sido un lugar sagrado. El católico pertenece a la verdadera Iglesia fundada por nuestro Señor. Ser católico significa creer en la Eucaristía y vivir de ella.

Los mártires de Abitene fueron al martirio porque no podían vivir sin la Eucaristía. Por eso, la prueba de nuestra fe católica es nuestra relación con la Eucaristía. Quien carece de ella será católico nada más que de nombre, pero desconoce al Dios verdadero por quien se vive, oculto en la Eucaristía. Es hora que se deje convertir acercándose a su presencia para vivir una vida plena en la paz y el amor del Señor.
Decía el Papa Benedicto que la adoración no es un lujo sino una prioridad. Esa prioridad es también necesidad. Un verdadero creyente adora a Dios, un católico verdadero adora a Dios en la Eucaristía.

Para más información, pueden consultar la página web de Adoración Eucarística Perpetua en España.

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Comentarios
18 comentarios en “P. Justo Lofeudo: «Sólo el Amor infinito de Dios llena el vacío infinito del hombre de eternidad, amor, bondad, belleza y verdad»
  1. Se dice que si dejas un templo sin eucaristía, enseguida lo okupan los demonios…
    El padre Justo es un sacerdote entregado y con un amor a Jesús Eucaristía, y a la Santísima Virgen que da gusto escucharlo en sus podcast diarios. Se contagia ese celo, y anima a seguir a pesar de los tiempos tan oscuros. Ojalá le escucharan muchos sacerdotes … Que Dios le bendiga y le proteja siempre.

  2. Interesante. Adorar es orar. Yo he adorado en diferentes ocasiones, pero la gente entrando y saliendo interrumpía mi concentración. Además, la postura de oración es muy importante para mí. He probado a orar de rodillas, y es mejor que sentado, pero hay que ponerse algo blando debajo de las rodillas. Es mejor un blanquito. Y mucho mejor sentarse sobre un cojín con las piernas cruzadas. Por alguna razón los curas no favorecen sentarse de este modo, y finalmente uno se cansa y se va, porque no hay más que obstáculos para orar como es debido. Afortunadamente uno puede orar en casa, sin problemas hoy en día, o por zoom. Hay grupos de oración por Zoom.

  3. El P. Justo Lofeudo ademas de ser instrumento de acercarnos a Jesús en la Sagrada Hostia es tambien un sacerdote que nos ilumina ayudandonos a discernir los tiempos presentes en la Iglesia. Les recomiendo su Canal de YouTube Amar a Cristo Amar a la Iglesia. Con escuchar sus videos de lo que estamos viviendo ya suficiente para ver la realidad. Una bendición en medio de tanta oscuridad.

  4. Cristo no está en la eucaristía de un modo especial. Está en ella, como está en el picaporte de una puerta, pongo por caso. Adorar la eucaristía puede acabar en puro fetichismo, que abusa mucho entre los romanos (no los católicos, que significa universal). He observado muchas veces a personas adorando, y no me parece que estuvieran haciendo otra cosa que pedir por su salud o sus negocios, y los de sus familiares y amigos. No creo que eso sea nada relevante.

  5. Una de las palabras que dice el padre Justo, me recuerda una frase de Soren Kierkegard: Si Dios nos premia con su amor infinito, solo podemos corresponder con una pasión infinita.

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