Moral global y caos interno: el Papa enfrenta el colapso financiero del Vaticano

Moral global y caos interno: el Papa enfrenta el colapso financiero del Vaticano

Es curioso cómo la moral siempre parece estar de oferta en el Vaticano. El Papa Francisco no pierde ocasión de repartir sermones al mundo: que si los países deben abrir sus fronteras a todo inmigrante que aparezca, que si hay que luchar contra la desigualdad global, que si la ecología, que si la paz mundial. Pero cuando se trata de la justicia dentro de casa, parece que la brújula ética se desorienta.

El Fondo de Pensiones del Vaticano, esa institución creada para garantizar el sustento de quienes han dedicado su vida al servicio de la Santa Sede, está en números rojos. No es algo nuevo; los informes ya venían señalando su desequilibrio estructural desde hace años. Sin embargo, el Papa Francisco ha decidido que ahora es el momento de dar la voz de alarma. ¿Por qué ahora? Quizá porque el problema ya no se puede barrer bajo la alfombra de las finanzas vaticanas.

Mientras tanto, el Vaticano sigue tirando millones en «proyectos pastorales» de dudosa utilidad: desde el pabellón en la Expo de Dubái hasta conferencias internacionales donde se habla más de cambio climático que de la salvación de las almas. ¿Y los trabajadores del Vaticano? Ellos que recen, porque sus pensiones están en peligro.

El Papa ha nombrado al cardenal Kevin Farrell como Administrador Único del Fondo de Pensiones. Una medida que, según Francisco, es un «paso esencial» hacia la sostenibilidad. Pero este paso llega tarde y deja un sabor amargo. ¿Qué clase de patrón moral gasta millones en iniciativas políticas y propagandísticas mientras su propia casa está desmoronándose?

El pontífice que pide a los países abrir sus puertas a todos los inmigrantes, que insiste en la acogida como un deber moral ineludible, ahora pide sacrificios y generosidad a los empleados del Vaticano para garantizar su sustento futuro. ¿Es este el mismo Papa que predica sobre justicia social y derechos laborales? La contradicción clama al cielo.

Además, no podemos olvidar el contexto en el que esto sucede. La Santa Sede está inmersa en escándalos financieros desde hace años: inversiones cuestionables, negocios oscuros con propiedades en Londres, y ahora un Fondo de Pensiones al borde del colapso. Pero el mensaje parece ser siempre el mismo: el Vaticano no tiene dinero para sus trabajadores, pero sí para sus pasarelas en las EXPO y sus conferencias sobre ecología.

Quizá la solución esté más cerca de lo que parece. Antes de pedir sacrificios a otros, el Papa Francisco podría empezar por recortar en sus prioridades extravagantes y volver al núcleo del mensaje cristiano: la caridad bien entendida empieza por casa.

Si los trabajadores del Vaticano, los que hacen que esta institución funcione cada día, no pueden confiar en su futuro, ¿qué tipo de testimonio está dando la Iglesia al mundo? Quizá es hora de menos moralina global y más justicia interna.

Ayuda a Infovaticana a seguir informando