Acoger es gratis… cuando lo hacen otros

Acoger es gratis… cuando lo hacen otros

El Papa ha vuelto a recordarnos nuestra obligación de acoger a los inmigrantes menores.

Y no puedo ser el único que, con cierto cansancio, se pregunta: ¿cuándo exactamente el Vaticano se va a poner al frente de esta cruzada? Porque si hablamos de espacios, recursos y disposición para albergar, no hay nada como los jardines vaticanos o los palacios apostólicos, llenos de muebles y obras de arte que hacen parecer modesta la sala de un museo.

Vamos a hacer unos cálculos rápidos, porque los números a veces cuentan más que mil discursos. Los jardines vaticanos tienen aproximadamente 23 hectáreas de extensión. Si consideramos que cada menor necesita al menos 10 metros cuadrados para vivir decentemente (y estamos siendo generosos), podríamos acoger a unos 23.000 niños. Y eso sin tocar un solo seto o sacrificar una fuente renacentista. Si le añadimos algunos espacios del Palacio Apostólico, ahora vacío de la mayoría de sus residentes históricos, la capacidad se dispara. Sin duda, entre el arte y las antigüedades hay espacio para muchas colchonetas.

El Papa nos pide acoger con generosidad. Y no niego la necesidad de ser generosos, pero la caridad bien entendida empieza por casa, ¿no? ¿Qué mensaje tan poderoso sería ver a estos menores jugando en los mismos jardines que pisan los altos prelados? ¿Qué impacto tan positivo tendría abrir el Palacio de Castel Gandolfo, con sus múltiples habitaciones, a quienes huyen de la miseria?

Algunos dirán que esto es sarcasmo, que lo que se propone no es viable. Claro, como si acoger fuera sencillo para quienes vivimos en casas más modestas, sin los recursos que permiten mantener jardines impecables ni palacios llenos de historia. Si de acoger se trata, que el ejemplo cunda desde arriba. Si no, quizá sea hora de cambiar el discurso y reconocer que las palabras pesan más cuando se predican desde los balcones dorados de la diplomacia, pero no se reflejan en los suelos que pisan quienes huyen de la miseria.

¿Quién se atreve a empezar por los jardines vaticanos? Porque si no, la fatiga de escuchar sermones sobre acoger a menores mientras las puertas del paraíso terrenal del Vaticano permanecen cerradas se vuelve, al menos para algunos de nosotros, demasiado pesada.

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