No al rojo. Prefiero el paraíso

No al rojo. Prefiero el paraíso

Hoy nos topamos con una noticia que casi parece un chiste de otra época: el obispo indonesio Paskalis Syukur ha pedido al Papa no ser creado cardenal.

Sí, en plena fiebre por las mitras y los capelos rojos, resulta que hay alguien que dice «no, gracias». Esto me recuerda a la inolvidable frase de San Felipe Neri: «Preferisco il paradiso». Y es que en una Iglesia donde lo habitual es subirse a cualquier peldaño que lleve hacia más poder, fama o aplausos, un gesto así suena casi a herejía.

No puedo evitar sonreír al recordar a los muchos cardenales y obispos que he conocido a lo largo de los años. Curiosamente, su momento espiritual más alto, más auténtico, siempre coincide con cuando ya han cumplido los 80 y saben que el único cónclave en el que participarán será el celestial. Es como si, de repente, al no tener expectativas de ascenso, se liberaran de esa cosa tan humana llamada ambición. ¡Qué casualidad! El poder corrompe, dicen, y la Iglesia, tan inmune a las pasiones terrenales (guiño, guiño), no es una excepción. Hace falta una vida espiritual de hierro para no dejarse seducir por la moqueta, los aplausos, y, sobre todo, los privilegios.

Así que, con todo el bombo que se le da a los cargos eclesiásticos, aquí llega el obispo Syukur y dice: «No, yo paso». Y claro, ante semejante locura de humildad, no puedo más que aplaudir. En un mundo eclesial donde lo normal es subir en la jerarquía como si de un videojuego se tratara —cuantos más puntos, más cerca del cielo (o del Vaticano)—, este hombre nos recuerda algo esencial: el poder no es un premio, es una trampa. Pero, claro, a ver quién se resiste a los espejos dorados y las reverencias.

El gesto de este obispo es un verdadero escándalo, sobre todo porque pone en evidencia a todos esos que no han dicho «no» cuando les han ofrecido una capa más grande o un sombrero más llamativo. Si algo queda claro, es que la verdadera vocación no está en la púrpura, sino en el servicio, pero parece que esto se olvida tan fácilmente como se aprende a posar para las fotos oficiales.

Así que, querido obispo Syukur, olé por ti. En una Iglesia que a veces parece más preocupada por las formas que por el fondo, tu renuncia nos recuerda que, después de todo, la santidad no tiene nada que ver con el protocolo ni con las alfombras rojas. Al final, como decía San Felipe Neri, «Preferisco il paradiso». Lo de aquí abajo, con sus ceremonias y galas, mejor para otros.

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