En su mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado (JMMR) de 2024, la Subcomisión Episcopal para las Migraciones y Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Española ha subrayado la necesidad de reflexionar sobre la creciente movilidad humana y su impacto en nuestras comunidades.
Los obispos hacen un llamamiento para que, desde la Iglesia, se promueva una acogida solidaria hacia los migrantes, al tiempo que reconocen las preocupaciones que plantea este fenómeno en la sociedad.
Bajo el lema “Dios camina con Su pueblo en comunidades acogedoras y misioneras”, los prelados sugieren que la inmigración es una realidad con la que hay que convivir, pero destacan la importancia de examinar cómo afecta a la cohesión social y a la identidad de las comunidades receptoras. En su mensaje, señalan que el fenómeno migratorio ha cobrado fuerza en los últimos años, impulsado por múltiples factores, desde la globalización hasta la búsqueda de mejores condiciones de vida, lo cual ha generado tensiones en muchas regiones del mundo.
Desde la subcomisión de migraciones recalcan que «la misma Iglesia está fundada en Jesucristo y sus apóstoles y discípulos itinerantes, diversa y abierta al mestizaje desde el comienzo en Pentecostés, misionera gracias a quienes migraban o viajaban abandonando en parte la seguridad de la iglesia de referencia en Jerusalén», por lo que animan a los católicos a «ampliar la mirada estática sobre nuestra Iglesia y su historia».
«No podemos separar la vida de la fe; la práctica religiosa del actuar cotidiano»* advierten los obispos, haciendo un llamamiento a que se tome conciencia de que la inmigración no debe ser abordada de forma superficial. Asimismo, subrayan que el mensaje cristiano debe guiar la acogida, pero sin perder de vista las implicaciones que este fenómeno tiene sobre las estructuras sociales y económicas locales.
El mensaje de los obispos no ignora las sombras que persisten en la gestión de la inmigración y reconoce que, en muchos casos, las respuestas políticas no han sido suficientes para evitar que se generen fracturas dentro de la sociedad. Para los obispos españoles, es necesario purificar nuestra mirada con la luz del Evangelio, pero al mismo tiempo, se muestran conscientes de que no todos los sectores de la sociedad comparten la misma visión sobre la acogida y la integración.
En su documento, los obispos también alertan contra la idealización de los migrantes, señalando que «no debemos ni idealizarlos ni despreciarlos», sino tratarlos como iguales, pero sin ignorar los desafíos que plantea su integración en las comunidades receptoras. El mensaje es claro: aunque se deben evitar los reduccionismos, tampoco es prudente minimizar los problemas asociados a la inmigración masiva, tales como el aumento de la precariedad laboral o las tensiones culturales.
Finalmente, los obispos invitan a todos los fieles a revisar su actitud y comportamiento personal y social respecto a los inmigrantes y extranjeros, haciendo hincapié en la importancia de no solo hablar de los inmigrantes, sino también hablar con ellos. Sin embargo, reconocen que el debate sobre la inmigración sigue siendo un tema delicado que necesita ser abordado con mayor profundidad, considerando tanto los derechos de los migrantes como el impacto que tiene sobre las sociedades receptoras.
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pues si hay que hablarles y anunciarles el kerigma, y explicarles cómo occidente llegó a ser lo que es. Digo… lo que fue.
También a los obispos tan sinodales debemos recordarles la misión encargada por Jesucristo.
«No podemos separar vida de la fe»: cuidado con afirmaciones así, lanzadas con aplomo pero carentes de contexto. Nuestra vida debe ser coherente con la fe, pero incluso en el supuesto de que nuestra vida no sea conforme a nuestra fe, no hemos de cejar en la evangelización, en la defensa de la Verdad revelada.
Debe contarse todo, porque caso contrario, se deja entrever que, como ninguno de los presentes somos santos en vida, hemos de estar silentes y sonrientes ante cualquier embuste revestido de cristianismo o ante afrentas sacrílegas al Señor de cuerpo presente. Así que mucho cuidado con caer en ese discurso tramposo y tendencioso.