LAS TRES VIDAS DE FRAY LOPE DE OLMEDO (XVI)
Pilar Abellán OV
Tras el I Capítulo General de la recién centralizada Orden de San Jerónimo en 1415, se celebró el II Capítulo General en 1416 y el tercero en 1418, en ambas ocasiones ya en la casa madre, el monasterio de San Bartolomé de Lupiana (Guadalajara, en la imagen), primera fundación de la orden. Revuelta & Durán indican que la periodicidad trienal que imperó a partir de entonces no se confirmó hasta el tercer Capítulo. En 1415 se había acordado que el prior del monasterio de Lupiana sería siempre el general de la Orden, lo cual constituyó una peculiaridad de la OSH, como afirma Fernando Pastor en la introducción a su volumen de transcripción de las Actas de los Capítulos – citado en la pasada entrega -, que, andando el tiempo, suscitaría graves problemas y crisis en la orden.
El Capítulo de 1415 había tenido carácter constituyente, carácter que se prolongaría en los capítulos generales sucesivos de 1416 y 1418. La transcripción de las actas realizada por Pastor, así como la investigación de Revuelta Somalo y Durán Múzquiz, nos dan las claves para desentrañar el complejo trienio de 1415 a 1418, que vamos a tratar de exponer siguiendo a estos autores y a Sophie Coussemacker. En primer lugar, tal como indican las actas y ya observamos en la anterior entrega, en el I Capítulo General de 1415 fue elegido primer General (o Mayor) de la OSH fray Diego de Alcorcón (y no Alarcón, como mal transcribió el P. Sigüenza y, con él, toda la historiografía posterior). Según el catálogo de los generales de la Orden confeccionado por Elías Tormo (1988, pp. 88ss), fray Diego fue sucedido en el oficio por fray Alfonso de Tarancón, monje profeso de Villaviciosa, elegido – según Tormo – en fecha dudosa alrededor de 1417. Tras fray Alfonso de Tarancón, en el III Capítulo General, celebrado en 1418, fue elegido fray Lope de Olmedo como tercer General (o superior mayor) de la Orden de San Jerónimo.
1.-II Capítulo General (1416):
Las fechas para la celebración del II Capítulo fueron acordadas en el capítulo de 1415: había de comenzar el 18 de mayo de 1416. Su desarrollo, explican Revuelta y Durán, fue muy similar al primero: nombramiento de notarios, recepción y comprobación de las procuraciones, colocación de los asistentes según el orden de antigüedad de los monasterios, etc. Los definidores fueron elegidos a los tres días del inicio, siendo el primer acto de envergadura que realizaba el capítulo, puesto que era la manera de agilizar el trabajo. En este capítulo no figura fray Lope de Olmedo como definidor, cargo que sí ocupara en el primero, si bien sí volvía a estar presente como procurador, elegido por sus hermanos de Guadalupe para representar con el prior a su monasterio en el Capítulo General. El sistema definido consistía en que todos los priores pedían misericordia (baja del cargo), respondiéndoseles de manera que quedaría definida en las Constituciones, comenzadas en 1414 pero no aprobadas hasta 1418; a continuación, el capítulo deliberaría y al fin de la reunión se comunicaría a quiénes se libraba de la carga del priorazgo.
Como es lógico, en estos primeros capítulos no estaban aún fijadas todas las normas de funcionamiento de la orden. Por ejemplo, en el II Capítulo General de 1416, del que estamos tratando, no se eligió General de la orden. Será en 1418 cuando se fijaría en las Constituciones que la elección del General debería realizarse cada tres años, dentro del Capítulo General. De esta manera, el primer Prior General de la orden, fray Diego de Alcorcón, presidió el II Capítulo. Como vimos al principio que afirmaba Fernando Pastor, en el I capítulo de 1415 se había acordado que el prior del monasterio de Lupiana sería siempre el general de la Orden, lo cual constituyó una peculiaridad de la OSH; es decir, la elección del General se reservaba a los frailes de san Bartolomé de Lupiana. Sin embargo, en el III capítulo, en 1418, será el Capítulo quien elija al General. Es importante tener esta cuestión en mente para comprender más tarde el número de trienios que fray Lope estuvo en el cargo, pues ésta es una de las grandes controversias con respecto a su paso por la orden de San Jerónimo.
En el II Capítulo, como ocurriría en todos los demás, se concedieron gracias especiales a algunos frailes; a Lope de Olmedo se le concedió que no se le pudiera otorgar ningún cargo en la orden en el plazo de cuatro años; falta información para comprender la razón de esta gracia, y si la solicitó él, pero lo cierto es que sólo dos años más tarde, en el III Capítulo General, fue elegido Mayor de la Orden (crf. ACT. II.C. fol. 18v). Sophie Coussemacker, con su idea recurrente sobre la ambición de fray Lope (su fuente principal es el P. Sigüenza), asegura que tal vez éste quería impedir poder ser elegido prior de cualquiera de los 25 monasterios que constituían la OSH para poder acceder al generalato en el siguiente capítulo. Como veremos en un momento, esta conjetura lanzada por Coussemacker, como otras que lanza sobre fray Lope de Olmedo en su tesis doctoral, es contradicha por los hechos del capítulo de 1418 que veremos enseguida.
En el segundo capítulo general quedaron fijadas las fechas para el tercero, que habría de celebrarse en 1418.
2.-III Capítulo General de la OSH (1418):
Este tercer capítulo comenzó en el monasterio de san Bartolomé de Lupiana el 25 de abril de 1418 y terminó el 2 de junio. El esquema de trabajo fue el mismo que el de los dos anteriores capítulos: los definidores, que pasaron de ser seis a ocho (cuatro priores y cuatro procuradores) fueron elegidos el segundo día, puesto que ya se había mostrado en los dos capítulos anteriores que su labor era fundamental para agilizar los procedimientos. De nuevo, fray Lope de Olmedo, procurador en los tres capítulos de su monasterio, fue elegido, como en 1415, entre los definidores (de un total de 42 monjes presentes). La figura de Lope de Olmedo es fundamental en este tercer capítulo general: además de acudir a él como procurador de su monasterio y ser elegido definidor, se le encarga – junto con fray Fernando de Córdoba – componer un Oficio de Santa María para los sábados, habiéndose de impetrar – afirman Revuelta y Durán – su uso al papa y habiendo de confeccionarlo sin tocar los oficios de las cuatro fiestas de Santa María. Al final del capítulo, además, será elegido General de la Orden.
Junto con temas económicos y litúrgicos, la cuestión central de este tercer capítulo fue la constitucional. La elaboración de las constituciones de la orden había comenzado en Guadalupe y no se terminó completamente hasta este tercer capítulo, en 1418. Una vez confirmadas en capítulo, las constituciones debían ser llevadas a la corte papal para recibir la aprobación pontificia. Durán Múzquiz asegura en su tesis doctoral (p. 6) que en el estudio de las constituciones jerónimas se puede formar un concepto más preciso de cómo era el espíritu jerónimo, con muchos matices que quedan delineados en la pormenorizada legislación. “Mirando sus constituciones, de las que reproducimos extensos párrafos, mostramos lo que los jerónimos querían ser, lo que buscaban en esos primeros años de su andadura histórica” (Durán, p. 41). Al respecto, podemos leer que “para hallar la base legislativa sobre la que se apoyaron las Constituciones, hemos de remontarnos al año 1373, cuando en Aviñón, el papa Gregorio XI concedía a los ermitaños la regla de san Agustín y las constituciones del monasterio florentino de Santa María del Santo Sepulcro, que eran doce – como explicamos en su momento – y se sumaron al sustrato primitivo del eremitismo que imitaba a san Jerónimo en el desierto” – y a la espiritualidad franciscana, debemos resaltar. A este corpus se añadieron en el tercer capítulo general sesenta y dos nuevas constituciones. Me gustaría enfatizar este tema: se sumaron a lo anterior, sin reemplazar ni eliminar nada.
Para el conocimiento en detalle de estas Constituciones es de gran ayuda remitirse a la obra conjunta ya citada en anteriores entregas de Josemaría Revuelta Somalo y José Luis Durán Múzquiz. Aquí me gustaría solamente mencionar que fueron aprobadas por el papa resultante del Concilio de Constanza, que cerraba el gran Cisma de Occidente, Martín V, y que la orden Cartuja tuvo un importante papel en la redacción de estas nuevas Constituciones, por orden de Benedicto XIII en 1414, como vimos, quien mandó también que dos monjes cartujos asistieran al primer capítulo general. Es necesario tener en mente esta heterogénea composición jurídico-espiritual para comprender las propuestas de reforma que pocos años después planteará fray Lope de Olmedo.
Durán y Revuelta explican que “otro aspecto importante de la vida jerónima que quedó perfectamente definido en este capítulo fue el de la designación del General. Vimos que en el capítulo de 1416 no se eligió General puesto que éste lo elegían los monjes de Lupiana, por ser el prior del monasterio; ésta es una de las dinámicas que más confusión crea en los primeros capítulos generales, como veremos en el cuarto, celebrado en 1421. En las actas del capítulo de 1418 se puede leer que el prior de Lupiana – y General – al comienzo del capítulo ya no era Diego de Alcorcón, el primer General, elegido en el primer capítulo de 1415, sino fray Alfonso de Tarancón (Act. III. C. fol. 22r). La causa del cambio fue, afirman Revuelta y Durán, que “usando de su derecho de elección anual de prior – al que renuncian en este tercer capítulo – en el periodo inter-capitular los frailes de Lupiana eligieron a fray Alfonso.
Fray Alfonso de Tarancón pidió misericordia (cesar del cargo), junto con los demás priores, a comienzo del capítulo”. No a todos los priores se les concedía esa misericordia, pero sí fue concedida a fray Alfonso; entre otras cosas, afirman estos autores, porque en ese mismo día, los frailes de Lupiana habían renunciado a la gracia papal de elección anual de prior, y el general – y prior de Lupiana – sería en adelante elegido por el Capítulo General. Seguimos citando textualmente a Durán y Revuelta para explicar la elección del nuevo prior general: “son convocados a votar, junto con los miembros del capítulo, los frailes clérigos de Lupiana. Se siguen los mismos trámites que en Guadalupe. En la segunda votación, el 25 de mayo, sale elegido fray Lope de Olmedo, procurador del monasterio de Guadalupe. Se pronuncia la elección, pero en ese instante fray Lope renuncia: ´dissentio et renuntio electioni de me facta´, dice, acompañando con largas explicaciones su postura. El capítulo no repara en su protesta y es entronizado. Las actas narran detalladamente el complejo episodio y los acontecimientos que se sucedieron tras la negativa de Lope a aceptar el nombramiento de la siguiente manera:
“E luego acabada la pronunciación de la elección que el dicho fray Juan de Burgos había hecho, in eodem instante, el dicho fray Lope que y estaba presente dijo, oyéndolo todos: Disentio et renuntio electioni de me facta. E no curando de lo que había dicho e de otras muchas cosas que el dicho fray Lope, sobre las dichas palabras había añadidas, no aceptando ni consintiendo la su elección, vistiéronle algunos de los que ahí estaban una sobrepelliz e después una capa e cantando a coros Te Deum laudamus, lleváronle al coro de la iglesia del dicho monasterio, e entronizáronlo en la silla donde solían estar los priores de aquel monasterio sus antecesores”.
Al final del día, sin embargo, pensando en una posible invalidez debida a la renuncia incoada por fray Lope, se vota de nuevo y vuelve a ser elegido Lope. Así lo narran las actas: “E después de esto, el mismo día, después de hora nona, antes de vísperas, estando ayuntados todos los del cuerpo del capítulo general, e los frailes de orden sacro del monasterio de san Bartolomé, campana tañida, por cuanto se dudaba si la elección que habían hecho por la mañana era en su vigor por razón de la disensión y renunciación que de ella había hecho fray Lope, inmediate después de la su pronunciación, acordaron de tornar a hacer elección de nuevo, e escogieron la vía susodicha mixta(…), e apartados, hicieron su escrutinio según suso, redigendo in scriptis los votos de cada uno, e hallando entre sí que el dicho fray Lope, de cuarenta e dos voces que eran en la dicha elección, que había habido, las treinta e seis de ellas publicáronlo ante todos. E habido poderío el dicho fray Juan de sus compañeros llamada la gracia del Espíritu Santo, eligió por sí e por sus compañeros e en nombre de todos los que ahí estaban al dicho fray Lope en prior de San Bartolomé, e mayor de la Orden, pues que en él tantas voces concurrían, la cual elección aprobaron todos e hubiéronla por bien hecha”.
Al parecer, fray Lope no se encontraba presente en esta segunda votación; podemos leer en las actas lo que ocurrió entonces: “E luego después de esto, todos dieron poderío a fray Velasco, prior de Guisando, a fray Fernando, prior de Talavera, para que requiriesen al dicho fray Lope que no estaba y presente, que consintiese en la su elección e pidiesen a los confirmadores que confirmasen la elección que de él era hecha, e procurasen todas las otras cosas en nombre de todos ellos para la traer a debida ejecución eran convenibles e necesarias”.
“E después desto – continúan las actas, en un texto precioso, que puede leerse fácilmente gracias a la transcripción de Fernando Pastor -, seyendo luego llamado el dicho fray Lope al lugar do todos estaban ayuntados, los dichos fray Velasco e fray Fernando, procuradores, notificaron al dicho fray Lope como había sido electo en prior e mayor de la Orden, e que le suplicaban con la instancia que debían, poniendo los hinojos en tierra, que aceptase la dicha elección e consintiese en ella, pues que los votos de todos los que allí estaban concordaban en él. E esta misma suplicación le hicieron todos los que ahí estaban poniendo los hinojos en tierra. E maguer que el dicho fray Lope se excusaba con verdad de corazón e lágrimas en sus ojos, diciendo que no era suficiente para tomar en sí la dicha carga e ejecutarla como al servicio de Dios, provecho de la Orden e guarda de la su ánima convenía, pero a la fin, confiando en la misericordia de Dios e en las oraciones de las buenas personas de la orden e, otrosí, viendo la gran humildad e afincamiento e precepto que los definidores de este capítulo, en virtud de santa obediencia le ponían, que consintiese el dicho fray Lope por ser a la Orden obediente e no les querer dar más trabajo, aceptó la elección que de él era hecha en prior de San Bartolomé e mayor de la Orden, e consintió en ella, lo cual todos los que ahí estaban se lo agradecieron mucho”.
De esta actitud humilde de Lope, considerándose indigno del cargo de General de la Orden, el P. Sigüenza juzga: “… virtud es conocer los hombres su insuficiencia para estos oficios, y escusarse humildemente, si se haze de veras: e hypocresia, sino sale de corazçon. La verdad desto descubre después el tiempo, y el oficio: como se ha visto en muchos y veremos aquí no pequeña prueba”. Afirman al respecto Durán y Revuelta: “sin duda estas palabras irónicas aluden a los quebraderos de cabeza que este letrado lleno de celo va a proporcionar a toda la orden con sus intentos de reforma del espíritu). Sin intención de realizar spoilers a los trepidantes acontecimientos que se sucederán en los años venideros, cabe decir que tan sólo cuatro años después, en 1422, fray Lope de Olmedo propondrá la citada reforma de la orden jerónima, que desembocará en 1429 en la escisión de la orden de san Jerónimo en dos ramas distintas, en unos años que los frailes vivieron con auténtica angustia, como reflejan las actas del capítulo general de 1425.
De la postura de Sigüenza de sibilino – y constante – ataque a fray Lope podemos comprender que el fraile de El Escorial no fue sólo un cronista que pretendiera narrar objetivamente los hechos acaecidos en la historia de la orden de san Jerónimo, sino que, como ya vimos, elaboró un relato, omitiendo datos si era necesario (la fundación misma de monasterios en el último tercio del siglo XIV) y tergiversando otros según lo que él consideraba la defensa de un supuesto interés de la orden. Convenía en este caso desacreditar a Lope siempre que fuera posible. Es importante tener en cuenta que Sigüenza escribió sus crónicas entre 1595 y 1600, casi doscientos años después de ocurridos estos hechos; sería posible pensar que no tuviera toda la información, pero es también bastante evidente que aporta su interpretación personal. De ello da dura cuenta Dom Norberto Caymi, biógrafo de Lope en el siglo XVIII y monje de la orden que fundó éste en 1424, de quien ya hablamos en las primeras entregas, que intentó refutar las acusaciones de Sigüenza a fray Lope de Olmedo.
Al P. Sigüenza, empero, no le quedó más remedio que reconocer la talla espiritual e intelectual de fray Lope, mal que le pesase, quien se convirtió en el tercer General de la Orden (1418 – 1421); es decir, que tuvo la confianza del Capítulo General para gobernar la Orden tan sólo tres años después de haber ingresado en la misma.
Como General de la Orden, fray Lope se trasladó a residir a la comunidad jerónima del monasterio de San Bartolomé de Lupiana, primera fundación y casa madre de la Orden.
Para concluir con el relato de este periodo, una cuestión fundamental a tener en cuenta es que, mientras el 25 de abril había comenzado el III capítulo general, tan sólo tres días antes, el 22 de abril, se había clausurado el Concilio de Constanza, poniendo fin al Gran Cisma de Occidente. Pocos meses antes, en noviembre de 1417, había sido elegido al papado el cardenal Oddone Colonna, quien tomó el nombre de Martín V. ¿Les resulta familiar este nombre? Colonna y Lope trabaron una íntima amistad en sus años de estudios de leyes en la universidad de Perugia. Esto significa que al comienzo del capítulo en que fray Lope fue nombrado General de la OSH, los monjes ya conocían el acceso directo al pontífice y la estrecha relación que éste tenía con él. Basándose en esta cronología de los acontecimientos, Sophie Coussemacker afirma, no sin base, que los monjes del Capítulo de la Orden de San Jerónimo pensaron que, con fray Lope a la cabeza, podrían beneficiarse de su influencia en las cortes real y papal. De ahí que, como decíamos en el título, Coussemacker califique de “meteórica” la trayectoria de Lope en la OSH.
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