La reciente declaración del Papa sobre el abad Pierre, tras su regreso de un viaje de doce días por el sudeste asiático, ha reabierto las heridas en Francia, un país que sigue conmocionado por las revelaciones que han empañado la figura de quien fue considerado por muchos como la “personalidad favorita de los franceses”.
El fundador del movimiento ‘Emaús Internacional’ cuya influencia transformó la visión de la sociedad sobre las personas en situación de precariedad, está ahora bajo el escrutinio de la Iglesia y la sociedad debido a graves acusaciones de abusos.
En un artículo publicado en Le Monde el 14 de septiembre de 2024, el presidente de la Conferencia Episcopal de Francia, Éric de Moulins-Beaufort, ha compartido tres convicciones y tres preguntas clave. La primera de ellas se centra en la certeza de que, entre 1955 y 1957, algunos obispos estaban al tanto de los comportamientos inapropiados del abad Pierre hacia las mujeres. En respuesta, se tomaron medidas como el tratamiento psiquiátrico y la asignación de un socius (diputado) para supervisarlo, aunque aparentemente Pierre logró eludir esta vigilancia. El presidente de la Conferencia Episcopal se cuestiona ahora sobre la efectividad de esas medidas y sobre la transmisión de información en los años siguientes: «¿Este socio ha hecho algún informe? En caso afirmativo, ¿a quién? ¿Qué dijo?», se pregunta, al tiempo que insta al Vaticano a examinar sus propios archivos para esclarecer la verdad.
La Conferencia Episcopal ha decidido levantar el plazo de comunicabilidad de sus archivos en relación con el abad Pierre, lo cual es un paso significativo en la búsqueda de transparencia. Este movimiento refleja el compromiso de la Iglesia de Francia para arrojar luz sobre los abusos y examinar sus propias prácticas. El presidente hace un llamado a todas las instituciones y organizaciones a seguir su ejemplo, en un esfuerzo conjunto por hacer justicia a las víctimas.
La segunda convicción del presidente del episcopado galo se refiere a la responsabilidad de la sociedad en la figura del abad Pierre. A pesar de que se sabía en ciertos círculos de Emaús sobre su peligrosidad hacia las mujeres, tanto los medios de comunicación como diversas organizaciones contribuyeron a la construcción de su imagen como figura social intachable. Se cuestiona por qué ninguna víctima se sintió segura para hablar en aquel entonces, y destaca los avances actuales: gracias a las unidades de escucha de las diócesis y congregaciones religiosas, y los órganos de reconocimiento y reparación, las víctimas ahora pueden hablar con la garantía de ser escuchadas y apoyadas.
En tercer lugar, se aborda la compleja relación del abad Pierre con la Iglesia. El presidente destaca que Pierre, por elección personal, vivió alejado de los marcos eclesiásticos tradicionales. Cuestiona la simplificación de vincular los abusos únicamente con la estructura de la Iglesia o con el celibato sacerdotal, señalando que las agresiones sexuales cometidas por Pierre reflejan una problemática más amplia. El presidente subraya la necesidad de una introspección colectiva sobre la violencia en las relaciones humanas y la educación en sexualidad, enfatizando que la responsabilidad no recae solo en la Iglesia, sino en la sociedad en su conjunto.
La Iglesia de Francia se enfrenta a un reto profundo y doloroso: no solo debe buscar justicia para las víctimas, sino también reflexionar sobre las fallas sistémicas que permitieron estos abusos. El presidente de la Conferencia Episcopal de Francia reafirma su compromiso con la verdad y la justicia, asegurando a las víctimas que su determinación es firme: «Les expreso aquí mi cercanía y les aseguro mi determinación de hacer que sus palabras surtan efecto».
El movimiento Emaús Internacional confiesa que su fundador, Abbé Pierre, fue un abusador sexual
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