En una carta pastoral titulada «La alegría y la maravilla de la educación católica», el obispo de Nebraska reflexionó sobre la misión esencial de las escuelas católicas y los desafíos contemporáneos que enfrentan.
Inspirándose en la famosa frase de San Ireneo, «La gloria de Dios es el hombre plenamente vivo», el obispo subrayó que la educación católica debe orientar a los estudiantes hacia la verdad, la bondad y la belleza, atributos fundamentales del ser humano según la doctrina cristiana.
El legado histórico y los sacrificios en la educación católica
El obispo recordó la larga tradición de las escuelas católicas en Estados Unidos, desde la fundación de la primera escuela católica en 1606 por los frailes franciscanos hasta los sacrificios realizados por las comunidades para mantenerlas operativas. Citó el ejemplo de la St. Benedict School en Nebraska City, fundada durante la Guerra Civil y construida con los esfuerzos de padres, maestros y la comunidad en general.
“Estas instituciones no solo educaban en conocimientos, sino también en fe y carácter”, destacó el obispo, resaltando cómo este legado continúa vivo gracias al compromiso de la comunidad.
Cinco pilares de la educación católica
El obispo presentó cinco características esenciales que, según el arzobispo J. Michael Miller, deben definir a una escuela católica auténtica: estar inspirada por una visión sobrenatural, basarse en una antropología cristiana, ser animada por la comunión y la comunidad, tener un currículo imbuido de una cosmovisión católica y estar sostenida por el testimonio del Evangelio. “Estos pilares son cruciales para asegurar que las escuelas sean verdaderamente católicas según la mente de la Iglesia”, afirmó el obispo.
Renovación del asombro y la alegría en la educación
Compartiendo su experiencia personal, el obispo relató cómo su conversión al catolicismo fue impulsada por una educación en artes liberales que fomentaba el asombro y la apreciación de la verdad, la bondad y la belleza. Abogó por una educación que no solo instruya, sino que también inspire y motive a los estudiantes a vivir plenamente su fe. «La verdadera educación debe despertar el interés porque se ve a la luz del asombro», señaló, citando al profesor John Senior, cofundador del Programa de Humanidades Integradas en la Universidad de Kansas.
El obispo reconoció los desafíos que enfrentan las escuelas católicas hoy en día, incluyendo dificultades financieras, cambios demográficos y la presión de una cultura cada vez más secular. Subrayó la necesidad de una formación auténticamente católica que responda a estas dificultades con creatividad y fidelidad a los principios fundamentales de la fe. “Nuestra historia nos dice que podemos enfrentar estos desafíos con éxito, con docilidad al Espíritu Santo y confianza en la Providencia de Dios”, expresó.
El rol de la comunidad en la educación católica
Destacando la importancia de la comunión y la comunidad, el obispo instó a una colaboración estrecha entre maestros, padres, obispos y toda la comunidad diocesana para fortalecer la misión educativa. Enfatizó que las escuelas católicas deben ser vistas como apostolados comunitarios, apoyados no solo por las familias de los estudiantes, sino por todos los fieles. “Incluso aquellos sin hijos en edad escolar tienen un interés personal en la educación de la juventud, ya que se trata de formar no solo buenos ciudadanos, sino también embajadores de Cristo”, afirmó.
Finalmente, el obispo abogó por mantener las escuelas católicas accesibles para todas las familias, independientemente de su situación económica, mediante la reducción de matrículas y la búsqueda de apoyo gubernamental para programas de elección educativa. “Todos los cristianos tienen derecho a una educación cristiana, y debemos asegurarnos de que no sea un privilegio reservado solo para los que pueden pagarla”, concluyó, haciendo un llamado a la comunidad católica para continuar priorizando la educación de sus jóvenes en la fe y la verdad del Evangelio.
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