Durante la audiencia general en el Aula Pablo VI, el Santo Padre retomó el tema de las catequesis anteriores a la pausa de julio, tituladas: «El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al pueblo de Dios hacia Jesús, nuestra esperanza».
El tema de esta ocasión fue el Espíritu Santo en la Encarnación del Verbo. El Papa habló sobre María, esposa del Espíritu y figura de la Iglesia, quien recibe la fuerza del Espíritu para anunciar la Palabra de Dios.
«El ángel dijo a María: ‘No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Concebirás un hijo y darás a luz a un niño al que llamarás Jesús’. […] María respondió al ángel: ‘¿Cómo será esto, pues no conozco varón?’. El ángel le contestó: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra’» (Lc 1,30-31.34-35).
El Papa destacó la importancia de la fe en el descenso del Espíritu Santo sobre María, como proclamado en el Concilio Ecuménico de Constantinopla en 381, central en el Credo, y un hecho ecuménico compartido por todos los cristianos.
María es considerada la Esposa por excelencia y figura de la Iglesia, quien, al igual que María concibió al Hijo bajo la sombra del Espíritu Santo, la Iglesia también debe acoger la Palabra de Dios para darla a luz a través de su vida y predicación.
El Papa enfatizó que la Iglesia, ante tareas que parecen imposibles, se pregunta: “¿Cómo es posible esto?”, a lo que la respuesta es: ‘Recibirán la fuerza del Espíritu Santo’. Sin el Espíritu Santo, la Iglesia no puede avanzar, crecer ni predicar.
Además, cada cristiano, enfrentado a situaciones difíciles, puede encontrar fortaleza en la respuesta del ángel a María: «Nada es imposible para Dios». Con esta certeza, podemos obrar milagros.
En resumen, el Papa subrayó la importancia del Espíritu Santo en la obra de la redención en Jesucristo. María, por su fe y obediencia, es llamada «esposa del Espíritu Santo» y «figura de la Iglesia». Al igual que María, estamos llamados a dejar que el Espíritu Santo actúe en nosotros, recordando siempre que «Nada es imposible para Dios».
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