Finalizada la peregrinación de NSC-E a Covadonga en la que participaron unos 2000 jóvenes y rebajados ya los ánimos y emociones de aquellos días, conviene prescindir de la fría crónica de hechos y adentrarse en el humus de lo vivido.
Entre 1.500 y 2.000 jóvenes venidos de todas partes de España y del extranjero se dieron cita en una peregrinación de tres días en que se recorrieron, andando, unos 100 km, lo que dista de Oviedo a Covadonga, con el único fin de caminar haciendo penitencia y orando por la Iglesia y por la salvación de España.
Juntar a tantas personas con este proyecto supone rescatar de la soledad del día a día a una generación de jóvenes y mayores que se niegan a resignarse y a pensar que todo está perdido. Una generación que tiene las cosas claras: la salvación de la Patria solo vendrá por la regeneración espiritual y moral de la misma. De nada valen las luchas políticas o las «batallas culturales» si no están alimentadas y cimentadas sobre la roca que es Cristo.
El grito «¡Viva Cristo Rey!» no es una exaltación barata de patrioterismo rancio, ni una exhibición nostálgica del pasado. No. Esa aclamación es un auténtico grito de guerra y una declaración de intenciones.
Un grito de guerra contra este sistema que empodera los cuerpos y mata las almas. Un grito de guerra contra la ideología de género que niega el hecho mismo del hombre y pretende construir un hombre nuevo según sus percepciones subjetivas. Es un grito de guerra contra la propaganda queer que pretende destruir la familia natural y sustituirla por unos entramados de relaciones donde no hay referentes paterno-filiales. Es un grito de guerra, en definitiva, contra la cultura Woke cristalizada en la Agenda 2030.
Por otro lado, es una declaración de intenciones: la de vivir el ideal cristiano de servir a Dios y dar la vida por Él. La intención de fundar y respetar el hecho humano en su diferenciación hombre-mujer como el único querido por Dios desde la Creación y el único que puede garantizar la complementariedad de los sexos y la procreación de los hijos. Es la intención de generar relaciones sociales basadas en la paz y en la justicia que vienen de la observancia atenta de la ley de Dios. Es la intención de no plegarse a los poderes de este mundo sino someterse solo al reinado de Dios.
Esta es la juventud que ha peregrinado a Covadonga. No una de santos y puros, sino la de los pecadores que se sienten amados por Dios y luchan a diario por liberarse de su pecado y vivir santamente. La España joven y alegre que se niega a morir de inanición y apatía.
Peregrinar a Covadonga no es fácil. Es un camino muy duro y difícil que necesita de gran preparación y resistencia. Es por ello, que estos tres días comportan una importante dosis de penitencia y mortificación. En este sentido, esta peregrinación es, para todos, una preciosa metáfora de la vida misma: sin dolor ni sufrimiento no hay gloria ni alegrías. Sólo se disfruta de la recompensa cuando el trabajo para obtenerla ha sido duro. No hay lucha que no tenga buenos resultados.
El gran problema de haber desubicado la virtud de la fe de la dimensión intelectual del hombre y haberla instalado en lo puramente sentimental es la dificultad para comprender que la fe en Dios está por encima de mis circunstancias y mis motivaciones. No creo cuando quiero o porque me apetezca, sino por Dios mismo que sale a mí encuentro y me atrae hacia sí con todas las potencias de mi alma.
Caminar a Covadonga supone una irresistible atracción a Dios desde la memoria que recuerda las acciones de Dios en mi vida; desde el entendimiento que discierne y sabe quién es Dios y que es bueno ir a su encuentro; y desde la voluntad que quiere ir en pos de él sobreponiéndose de las dificultades e inclemencias del camino.
Subidas, bajadas, el tórrido sol, arena y asfalto, ampollas y fascitis, luxaciones y mareos, etc, conforman un amplio abanico de elementos adversos que, como Satanás y los espíritus malvados, buscan apartarnos del camino y hacernos creer que es imposible seguir. Sin embargo, es Dios el que cura y venda las heridas y el que provee medios mejores para seguir avanzando en este camino seguro hacia la Patria del cielo.
Pero caminar a Covadonga en esos tres días ofrece un solaz y descanso único e irrepetible: la celebración de la Santa Misa solemne en el Vetus Ordo.
Cada día de la peregrinación la Santa Misa está presente. Por un lado, la organización se encarga de montar una galería de altares sencillos y muy dignos para que los distintos sacerdotes que acompañan a los peregrinos puedan celebrar individualmente su Misa. Celebrar la Santa Misa para un sacerdote es realizar su vocación más honda y primordial, pues el sacerdote está en este mundo para eso. Ha sido elegido por Jesucristo y revestido de un poder sagrado para traer, diariamente, al Señor sobre los altares esparcidos por toda la tierra.
Sin embargo, para todos los peregrinos se ofrece la celebración solemne de la Santa Misa. Los sacerdotes que ya han celebrado individualmente o van a hacerlo pueden asistir de coro a la Misa, otros quedan en un lateral del campamento para administrar el sacramento del perdón a quienes arrepentidos lo demanden.
La Santa Misa solemne es algo que no pertenece a este mundo. No creo que haya algo más bello en este mundo que la celebración solemne del misterio cristiano.
La Santa Misa solemne no es otra cosa, dicho de manera muy simple, que el sacrificio que ofrece un sacerdote (Cristo) ayudado por el diácono y el subdiácono (ángeles) que se mueven y revolotean en el santuario en torno al sacerdote y al altar, mientras «la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso» (Lc 1,10).
Quién asiste a una Misa de este calibre queda contemplando un «algo» que está pasando mientras estoy en el «hoy y aquí» de mi existencia. Y ese «algo» se torna en «alguien» cuando el sacerdote lo muestra glorioso y triunfal en la elevación de la Santa Hostia y del Cáliz.
La Santa Misa solemne es el centro y el motivo de ser de la peregrinación a Covadonga. Es triste no poder haberla celebrado, como en otros años, dentro de la basílica, pero, a veces, Dios nos educa de esta manera tan desagradable para enseñarnos a perseverar y a fiarnos más de él.
Quizá el éxito de esta peregrinación resida, precisamente, ahí, en las dificultades y en los contratiempos. La tentación de aburguesamiento es una constante en la vida de la Iglesia. Es fácil hacer algo cuando todo está a favor, pero no es meritorio ni satisfactorio.
La celebración de la Santa Misa tradicional pasa por un momento recio y poco apacible, pero son los momentos de Dios, y así hay que vivirlos.
Aun así, la peregrinación anual a Covadonga de NSC-E es una chispa de cielo en el cañaveral de este mundo.
P. Francisco Torres Ruiz
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Me ha gustado mucho el artículo y el comentario del padre Francisco Torres. Estuve en esta peregrinación y mi idea es asistir, como mínimo, a la próxima. El ambiente en el campamento era magnífico, el recogimiento y el fervor en la Misa de siempre, como colofón de la jornada, sin poderlo ver se veía, sin poderlo oír se oía y sin poderlo tocar se tocaba. Pero es una peregrinación con marcado carácter penitencial; muy dura físicamente, y por eso mismo, muy meritoria. Ad maiorem gloriam Dei.
Mi opinión es que se puede vivir la Santa Misa quizá con más intensidad, una oración menos fatigada por el camino, en peregrinaciones menos duras. A mi me parece que es algo parecido a cuando se está enfermo con fiebre, no da para rezar, aunque claramente la enfermedad si se ofrece s Dios es una oración muy eficaz. Me da la impresión que por su dureza la cabeza está muy centrada en aguantar físicamente por encima de la parte devocional. Claro que el sufrimiento también se ofrece a Dios. Pero la parte meditativa es difícil ante el gran esfuerzo físico.
No se por qué la pionera de Chartres se hizo también muy dura físicamente, las otras tradicionales siguieron en su dureza. Algunos no aguantan.
Quizá alguna otra peregrinación similar pero no tan dura físicamente sería bueno.
Supongo que hubo razones para hacer la primera tan dura. Creo que sería adecuado montar otra más suave y asequible para más gente. Si se empieza lo suyo parece que es terminarla, como en las fuezas especiales
He escrito un comentario largo con algunas cuestiones sobre la dureza de esta peregrinación, o la de Chartres, pero no aparece publicado. Así q no me extiendo, creo q sería bueno tener otra igual tradicional más asequible físicamente, menos dura, por varias razones
Estoy de acuerdo contigo Óscar, y ya lo he hablado con otras personas. El esfuerzo es muy grande(físico, económico, desplazamiento) para llegar hasta Covadonga y salir pitando de vuelta cada uno a su casa. Por eso yo propuse que ante la falta de misa en la basílica este año, haber rezado el Rosario primero dentro de la iglesia. Y también se echa en falta como dices, más oración y contemplación durante el trayecto. Algunas personas proponen un día más con menos km por día(aparte de la ruta de familias), lo que podría favorecer
que más gente de 40-60 años se uniera.
Totalmente de acuerdo. Yo era la primera vez que lo hacia y observaba claramente eso. No había tiempo para rezar, contemplarme incluida la misa. Estaba uno tan cansado que le costaba. En el camino, los descansos eran muy cortos, sin apenas tiempo para comer. El último capítulo en cuanto llegaba al descanso se tenía que pirar. Las catequesis apenas se oian. Entre el megáfono que apenas se oía y la velocidad de la marcha, los curas tenian que gritar y quedaban sin aliento. La velocidad de la marcha es otro punto. Nos llevaron cerca de Cangas, con unas pendientes del 20%, a una velocidad de vertigo. Una cosa es hacer penitencia y que sea duro, y otra cosa es que los peregrinos acaben al borde del golpe de calor. Llegamos a
Covadonga y era todo tan rápido que hubo gente que no vio a la Santina entre el cansancio y las prisas. Se necesita otro día extra, sin duda. Y sin duda más calma… Por lo demás, muy recomendable
El hecho de que la Peregrinación haya coincidido con la blasfemia de París hace de ella algo aún más meritorio: un acto de reparación. Con ellos digo, ya que mi edad me impide asistir,: ¡Viva Cristo Rey!.
Pío XI, que ya las veía venir con lo que estaba pasando en México, nos dejó esta fiesta de Cristo Rey del Universo para recordarnos que por encima de todos y del mundo entero, que Él creo bello, está el Creador, el Redentor y el Paráclito, la Santísima Trinidad, Tres Personas y Un solo Dios Verdadero.
¡Bendita peregrinación y muy buen artículo!