El obispo de San Feliú de Llobregat, monseñor Agustín Cortés Soriano, lleva desde octubre del 2022 esperando a que el Papa Francisco le acepte la renuncia y nombre a su sucesor al frente de esta pequeña diócesis catalana, una de las más jóvenes de España.
En una entrevista con La Vanguardia, el obispo de origen valenciano confiesa que su relevo a día de hoy «es una incógnita» a pesar de su delicado estado de salud. Según confiesa, la demora en nombrar a su sucesor tendría que ver con «la dificultad de hallar candidatos que reúnan un suficiente consenso».
Desde el año 2004, Agustín Cortés Soriano es obispo de San Feliú de Llobregat. Sobre su nombramiento como obispo de aquella nueva diócesis hace casi 20 años, cuenta que fue una sorpresa absoluta. «Yo no tenía ni idea de que se iba a hacer la división del antiguo obispado de Barcelona».
El propio Cortés Soriano explica en la entrevista que sabía que el nacimiento de esta nueva diócesis no contaba con «el aplauso y el apoyo general de los diocesanos y el clero porque salir de la diócesis de Barcelona era un trauma que debía tenerse muy presente y ser comprensivo».
Falta de vocaciones y secularización
Sobre la crisis de vocaciones que padece esta diócesis (y la Iglesia universal), el obispo afirma que este problema «es amplio, no solo eclesial, sino social y cultural». Además, pone en duda que si los curas pudieran casarse pueda revertirse esta dinámica. Para Cortés Soriano, «es un tema más profundo«.
Además, el obispo de San Feliú de Llobregat también se moja sobre la secularizada sociedad catalana. Monseñor Agustín Cortés apunta a «las modas, las ideologías, las culturas» como principales factores de descristianización de la sociedad. «La Iglesia también se ha vaciado a favor del progreso, la sociedad, el servicio cívico o social. Se ha puesto una gran energía ahí, la cual cosa es evangélica y debe hacerse, pero nos hemos olvidado de crear cristianos«, agrega el prelado.
Por último, sobre la cuestión de los abusos, reconoce que la Iglesia católica «no ha sido lo bastante contundente especialmente en los inicios, cuando empezaban a darse estadísticas». «La Iglesia ha querido abordarlos honradamente, pero debería haber sido más contundente y haberse avanzado a una posible conciencia de una problemática profunda y gravísima para nosotros, porqué la Iglesia siempre ha querido ser una instancia ética y una voz profética», finaliza.