Ya tenemos publicado por el Vaticano el Instrumentum Laboris para la Segunda Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.
Los cardenales progresistas al mando del Sínodo, Jean Claude Hollerich y Mario Grech, han sido los encargados de presentar el documento junto con Riccardo Battocchio y Giacomo Costa, ambos secretarios especiales de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.
Sin duda, lo más significativo de este Instumentum Laboris es que no se menciona para nada la cuestión LGTB y se avisa a los participantes que el debate sobre el diaconado femenino no será tratado en octubre.
El documento presentado consta de 52 páginas y se incide en que en el corazón de este Sínodo «hay una llamada a la alegría y a la renovación del Pueblo de Dios en el seguimiento del Señor y en el compromiso al servicio de su misión». Además, también se defiende que «practicar la sinodalidad es la forma mediante la cual renovamos hoy nuestro compromiso con esta misión y es una expresión de la naturaleza de la Iglesia».
Concretamente, este Instrumentum laboris «se abre con una sección dedicada a los Fundamentos de la comprensión de la sinodalidad, que vuelve a proponer la conciencia madurada a lo largo del camino y establecida por la Primera Sesión». Le siguen tres Partes estrechamente relacionadas, «que iluminan la vida sinodal misionera de la Iglesia desde diferentes perspectivas» que así relata el documento: I) la perspectiva de las relaciones -con el Señor, entre los hermanos y hermanas y entre las Iglesias-, que sostienen la vitalidad de la Iglesia mucho más radicalmente que sus estructuras; (II) la perspectiva de los caminos que sostienen y alimentan en lo concreto el dinamismo de las relaciones; (III) la perspectiva de los lugares que, contra la tentación de un universalismo abstracto, hablan de la realidad de los contextos en los que se encarnan las relaciones, con su variedad, pluralidad e interconexión, y con su arraigo en el fundamento del que nace la profesión de fe.
Los redactores de este documento, ya abren la puerta a que tras el Sínodo habrá «un enfoque más amplio sobre las prácticas de una Iglesia sinodal e incluso la propuesta de algunos cambios en el derecho canónico (otros más significativos pueden llegar tras haber asimilado y vivificado mejor la propuesta de fondo)».
El Instrumentum laboris explica que «la sinodalidad está arraigada en esta visión dinámica del Pueblo de Dios con vocación universal a la santidad y a la misión, en peregrinación hacia el Padre, siguiendo las huellas de Jesucristo y animado por el Espíritu Santo».
El significado compartido de sinodalidad
El desconocimiento sobre el significado de esta práctica sigue siendo mayúsculo dentro de la Iglesia, por no hablar del desinterés de los católicos por profundizar en esta nueva práctica. Por ello, el nuevo documento del Sínodo trata de esforzarse por explicar qué es la sinodalidad.
Por ejemplo, señalan que en muchas ocasiones este concepto se ha asociado cada vez más al «deseo de una Iglesia más cercana a las personas, menos burocrática, más relacional». Otra definición que aportan es que «la sinodalidad puede entenderse como el caminar de los cristianos con Cristo y hacia el Reino, junto con toda la humanidad».
«La sinodalidad «debe expresarse en el modo ordinario de vivir y obrar de la Iglesia […y] se realiza mediante la escucha comunitaria de la Palabra y la celebración de la Eucaristía, la fraternidad de la comunión y la corresponsabilidad y participación de todo el Pueblo de Dios», agregan.
Por otro lado, destacan que «la sinodalidad no supone en modo alguno la devaluación de la autoridad particular y de la tarea específica que Cristo mismo confía a los pastores: los obispos con los presbíteros, sus colaboradores, y el Romano Pontífice como «principio y fundamento perpetuo y visible de unidad así de los Obispos como de la multitud de los fieles».
La unidad como armonía en las diferencias
Según el Instumentum laboris para la fase final del Sínodo, «a lo largo del proceso sinodal, el deseo de unidad de la Iglesia ha crecido a la par que la conciencia de su diversidad, de la que es portadora». Es necesario destacar que esa «diversidad» ha ido siempre en la misma dirección ya que otras «diversidades» como la sensibilidad tradicionalista ha sido aniquilada en base a una dictatorial uniformidad.
Papel de la mujer en la Iglesia
El documento defiende que se necesita un cambio de mentalidad que consiste en «una conversión a una visión de relacionalidad, interdependencia y reciprocidad entre mujeres y hombres, que son hermanas y hermanos en Cristo, con vistas a la misión común».
El documento reconoce que varias Conferencias Episcopales han pedido «que se exploren otras formas ministeriales y pastorales, para expresar mejor los carismas que el Espíritu derrama sobre las mujeres en respuesta a las necesidades pastorales de nuestro tiempo».
Algunas demandas concretas que se debatirán será el acceso de las mujeres a cargos de responsabilidad en seminarios o un incremento en el número de mujeres que desempeñan el papel de juez en los procesos canónicos.
Sobre el diaconado femenino, el Instumentum laboris sentará como un jarro de agua fría para los más progresistas cuando lean lo siguiente: «Mientras que algunas Iglesias locales piden la admisión de las mujeres al ministerio diaconal, otras reiteran su oposición. Sobre esta cuestión, que no será objeto de los trabajos de la segunda sesión, es bueno que continúe la reflexión teológica, con los tiempos y modalidades
adecuados».
Ministros ordenados y formación integral
Del proceso sinodal han surgido datos contradictorios sobre el ejercicio del ministerio ordenado en el seno del Pueblo de Dios. por un lado, se habla de «la alegría, el compromiso y la dedicación de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos en el desempeño de su servicio; por otro, han manifestado cierto cansancio, vinculado sobre todo a una sensación de aislamiento, de soledad, de sentirse excluidos de relaciones sanas y duraderas y de sentirse abrumados por la exigencia de dar respuesta a todas las necesidades».
El documento señala en varios ocasiones la necesidad de profundizar en la formación. El Instumentus laboris subraya que «en una Iglesia sinodal, la formación debe ser integral. De hecho, no pretende únicamente adquirir nociones o competencias, sino promover la capacidad de encuentro, de compartir y de cooperar, de discernir en común. Por tanto, debe interpelar a todas las dimensiones de la persona: intelectual, afectiva y espiritual».
También se habla de la necesidad de fomentar «una formación común y compartida, en la que participen juntos hombres y mujeres, laicos, consagrados y consagradas, ministros ordenados y candidatos al ministerio ordenado, que les permita crecer en el conocimiento y la estima recíproca y en la capacidad de colaborar».
A grosso modo, estas serán las líneas principales sobre las que reflexionarán del 4 al 27 de octubre los participantes en la última sesión del Sínodo de la sinodalidad que pondrá fin a este proceso que por momentos parecía amenazar con hacer tambalear los cimientos de la Iglesia.
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