El Papa: «Dios perdona siempre pero somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón»

Papa Francisco
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El Papa Francisco ha abordado en la decimoctava catequesis sobre vicios y virtudes la virtud de la esperanza.

«Si el viaje de la vida no tiene sentido, si no hay nada ni al principio ni al final, entonces nos preguntamos por qué tenemos que caminar: de ahí surge la desesperación humana, la sensación de la inutilidad de todo», ha advertido Francisco.

El Santo Padre ha incidido en la catequesis que «si falta la esperanza, todas las demás virtudes corren el riesgo de desmoronarse y acabar en cenizas».

Así mismo, el Pontífice ha subrayado que «pecamos contra la esperanza cuando nos abatimos ante nuestros pecados, olvidando que Dios es misericordioso y más grande que nuestros corazones» ha ha pedido no olvidar que «Dios perdona todo, Dios perdona siempre. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón».

Les ofrecemos la catequesis completa pronunciada por el Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas,

En la última catequesis empezamos a reflexionar sobre las virtudes teologales. Son tres: la fe, la esperanza y la caridad. La vez pasada reflexionamos sobre la fe, hoy es el turno de la esperanza.

«La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1817). Estas palabras nos confirman que la esperanza es la respuesta que se ofrece a nuestro corazón cuando surge en nosotros la pregunta absoluta: «¿Qué será de mí? ¿Cuál es la meta del viaje? ¿Cuál es el destino del mundo?».

Todos nos damos cuenta de que una respuesta negativa a estas preguntas produce tristeza. Si el viaje de la vida no tiene sentido, si no hay nada ni al principio ni al final, entonces nos preguntamos por qué tenemos que caminar: de ahí surge la desesperación humana, la sensación de la inutilidad de todo. Y muchos podrían rebelarse: me he esforzado por ser virtuoso, por ser prudente, justo, fuerte, templado. También he sido un hombre o una mujer de fe…. ¿De qué ha servido mi lucha si todo se acaba aquí? Si falta la esperanza, todas las demás virtudes corren el riesgo de desmoronarse y acabar en cenizas. Si no hubiera un mañana fiable, un horizonte luminoso, solamente podríamos concluir que la virtud es un esfuerzo inútil. «Sólo cuando el futuro es cierto como realidad positiva, se hace llevadero también el presente.», decía Benedicto XVI, (Carta encíclica Spe salvi, 2).

El cristiano tiene esperanza no por mérito propio. Si cree en el futuro, es porque Cristo murió, resucitó y nos dio su Espíritu. «Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente» (ibid., 1). En este sentido, una vez más, decimos que la esperanza es una virtud teologal: no emana de nosotros, no es una obstinación de la que queremos convencernos, sino que es un don que viene directamente de Dios.

A muchos cristianos dubitativos, que no habían renacido del todo a la esperanza, el apóstol Pablo les presenta la nueva lógica de la experiencia cristiana: «Si Cristo no resucitó, vana es la fe de ustedes y ustedes siguen en sus pecados. Por tanto, también los que durmieron en Cristo perecieron. Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los más dignos de compasión de todos los hombres!» (1 Cor 15,17-19). Es como si dijera: si crees en la resurrección de Cristo, entonces sabes con certeza que no hay derrota ni muerte para siempre. Pero si no crees en la resurrección de Cristo, entonces todo se vuelve vacío, incluso la predicación de los Apóstoles.

La esperanza es una virtud contra la que pecamos a menudo: en nuestras nostalgias malas, en nuestras melancolías, cuando pensamos que las felicidades pasadas están enterradas para siempre. Pecamos contra la esperanza cuando nos abatimos ante nuestros pecados, olvidando que Dios es misericordioso y más grande que nuestros corazones. No lo olvidemos, hermanos y hermanas: Dios perdona todo, Dios perdona siempre. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Pero no olvidemos esta verdad: Dios lo perdona todo, Dios perdona siempre. Pecamos contra la esperanza cuando nos abatimos ante nuestros pecados; pecamos contra la esperanza cuando en nosotros el otoño anula la primavera; cuando el amor de Dios deja de ser para nosotros un fuego eterno y nos falta la valentía de tomar decisiones que nos comprometen para toda la vida.

¡El mundo de hoy tiene tanta necesidad de esta virtud cristiana! El mundo necesita esperanza, como también necesita tanto la paciencia, virtud que camina de la mano de la esperanza. Los seres humanos pacientes son tejedores de bien. Desean obstinadamente la paz, y aunque algunos tienen prisa y quisieran todo y todo ya, la paciencia tiene capacidad de espera. Incluso cuando muchos a su alrededor han sucumbido a la desilusión, quien está animado por la esperanza y es paciente es capaz de atravesar las noches más oscuras. La esperanza y la paciencia van juntas.

La esperanza es la virtud de quien tiene un corazón joven; y aquí, la edad no cuenta. Porque existen también ancianos con los ojos llenos de luz, que viven una tensión permanente hacia el futuro. Pensemos en aquellos dos grandes ancianos del Evangelio, Simeón y Ana: nunca se cansaron de esperar, y vieron el último tramo de su camino bendecido por el encuentro con el Mesías, a quien reconocieron en Jesús, llevado al Templo por sus padres. ¡Qué gracia si fuera así para todos nosotros! Si, después de una larga peregrinación, al dejar las alforjas y el bastón, nuestro corazón se llenara de una alegría que nunca antes habíamos sentido, y nosotros también pudiéramos exclamar:

«Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,29-32).

Hermanos y hermanas, sigamos adelante y pidamos la gracia de tener esperanza, la esperanza con la paciencia. Mirar siempre hacia ese encuentro definitivo; pensar siempre que el Señor está cerca de nosotros, que nunca, ¡nunca la muerte será victoriosa! Sigamos adelante y pidamos al Señor que nos dé esta gran virtud de la esperanza, acompañada por la paciencia. Gracias.

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Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Que el Señor acrezca nuestra esperanza y nuestra paciencia, para ser artesanos de paz y de bien en el mundo que tiene mucha necesidad de la virtud. Hoy en mi patria, en Argentina, se celebra la solemnidad de Nuestra Señora de Luján, cuya imagen está aquí presente. Pidamos por Argentina, para que el Señor la ayude en su camino. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

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Comentarios
18 comentarios en “El Papa: «Dios perdona siempre pero somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón»
    1. El Papa se equivoca al decir «Dios perdona todo, Dios perdona siempre.» Eso es falso. Dios sólo perdona si se le pide perdón con arrepentimiento y propósito de enmienda, y si se hace por el cauce debido (a través del sacramento del bautismo, la penitencia, la unción, etc.)
      También podía haber señalado que el mayor ámbito de desesperanza es el i n f i e r n o, pues es el único que provoca un sufrimiento eterno.

        1. Dios no salva a nadie que no quiera. Con la apostasía generalizada que infesta a la población de España por culpa de los prelados modernistas de la Santa Transición, llegarán a la muerte sin fe y sin conciencia, en pecado mortal por que rechazarán la extremaunción, y se la jugarán a la ruleta rusa con unos buenos chutes de morfina hasta perder el conocimiento para no sufrir. Necios, cuando despierten en la otra vida, no les estará esperando Cristo si no el príncipe de este mundo en un lugar infernal lleno de espíritus inmundos que se lo llevarán para siempre al pozo sin salida. Bravo prelados de España y de Europa, tampoco vosotros vais a escaparos desgraciados.

          1. Eso es como decir que si me muero mientras duermo o en estado de coma no puedo ser salvado por que no he sufrido y no he recibido la extrema unción.

          2. Vigía, no, esa es su lectura peregrina y falaz, producto de su proverbial dislexia lectora.

            Nadie dice tal cosa.

  1. Pues a mi no me parece que sea un papa que perdona y que olvida. Por el contrario ataca y manda silenciar a buenos obispos y sacerdotes que le señalan sus errores .
    Mas que con las palabras, que mejor predique con el ejemplo .
    Que hable del sacramento de la confesion del arrepentimiento , del dolor por nuestros pecados.
    Somos CATOLICOS y no protestantes que ni en el pecado creen .

  2. Menos mal que es Dios quien toma estas decisiones y no vosotros.
    Confió más el el amor a sus hijos que en vuestra caridad «ceistiana»

    1. Vigía, menos mal que Dios nos reveló la forma de salvarnos para la eternidad, y que por tanto, deje las decisiones en manos de cada uno.

      Menos mal que Dios nos enseña que Caridad y Verdad no van enfrentadas sino unidades de forma indisoluble.

      Menos mal que Dios nos enseña que en la mentira no hay amor de ninguna clase.

      1. ¿ sabes tu la verdad de todo? Creo que ni tú ni nadie en la faz de la tierra la sabe desde que Jesucristo subió a los cielos.
        No se le puede llamar verdad a la forma tan arbitraria de tratar al prójimo.

        1. El problema es que la deformación de las conciencias por una vida de pecado y alejados de Cristo, hace que cuando uno la está espichando no sienta la necesidad de arrepentirse por que perdieron la fe. Cuando me operaron de cáncer en 2001 mantenía la fe, pero no me confesé por que me daba verguenza hacerlo motivado por el miedo y no por el arrepentimiento. Estuve a punto de morir por una hemorragia interna masiva. Cuando desperté en la UCI llamé a un cura franciscano que me dio la extremaunción. No cometeré ese error otra vez. Dios me dio una segunda oportunidad. Según los cirujanos me salvé de milagro. Alabado sea Jesucristo.

        2. Vigía, por supuesto que conozco la Verdad: Cristo Redentor y la Iglesia por Él fundada, he ahí la Verdad.

          Que tú la odies es otra cosa.

          Y la Verdad es que si hay arrepentimiento, te condenas.

  3. Como de costumbre, se omite lo principal.

    Dios perdona siempre, a los que confiesan sus pecados de forma completa, se arrepienten de ellos, tienen propósito de enmienda y asumen la penitencia. Perdona a quien se convierte y comulga del Redentor.

    A quienes no se arrepienten sino que deciden aferrarse a sus pecados, Dios no los puede perdonar.

  4. Pero Bergoglio no se cansa de ser ambiguo e impreciso. Silencia lo que le interesa para que no le cojan en her ejía.

    Para completar la frase bien podía haber dicho:
    «Dios perdona siempre pero somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón al Señor, por no dolernos de nuestros pecados, por no arrepentirnos sinceramente, por no confesar nuestros pecados ante un sacerdote con regularidad…».

    Se le olvidó el catecismo de Astete o de San Pío X, si es que alguna vez lo leyó.
    Y nosotros ya estamos cansados de oír tantas medias verdades, que no son más que mentiras.
    Que vuestra palabra sea SI SI NO NO, todo lo demás viene del maligno.

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