La caza de brujas desatada por la Iglesia en Alemania contra los soberanistas de Alternativa para Alemania está alcanzando su apogeo. La de Tréveris ha sido la primera diócesis en expulsar de su estructura a un dirigente del partido ‘excomulgado’.
En la Iglesia alemana uno puede defender públicamente casi cualquier cosa sin miedo a represalias, cualquier doctrina heterodoxa, cualquier opinión teológica que se dé de bofetadas con veinte siglos de Tradición católica. Pero su episcopado ha trazado una clara línea roja: no se puede ser soberanista. Y han desatado una verdadera inquisición contra tan peligrosos herejes.
Así, Christoph Schaufert se ha convertido ya en el primer alto político de AfD en Alemania que pierde su cargo en la iglesia. El vicepresidente del grupo parlamentario del parlamento estatal del Sarre ya no podrá pertenecer a los comités eclesiásticos tras una decisión de la diócesis de Tréveris. Fue destituido como miembro del consejo administrativo de la parroquia de Neunkirchen/Saar, como anunció el miércoles el vicario general Ulrich Graf von Plettenberg en una conferencia de prensa en Trier. La facultad de Schaufert para ser elegido miembro del consejo administrativo o local de una parroquia de la diócesis de Trier ha sido retirada inmediatamente y hasta nuevo aviso.
Schaufert fue despedido “como parte de una decisión caso por caso”, dijo von Plettenberg. Sin embargo, podría presentar una denuncia ante el obispo en un plazo de diez días. Según la diócesis, la segunda instancia a considerar es el Dicasterio del Clero en el Vaticano. Queda por ver cómo reaccionará Schaufert ante su expulsión. «Aún tengo que pensar en ello», declaró al Saarbrücker Zeitung. Está decepcionado.
La declaración de la diócesis sobre la exclusión consta de un total de seis páginas. Además, el pastor Bernd Seibel de Sankt Marien publicó un comunicado. La parroquia de Neunkirchen lamenta que no haya otra solución. Schaufert no cumplió con el pedido de distanciamiento. Aunque nunca incorporó las opiniones políticas de AfD al trabajo de la iglesia, se trataba «de representación y percepción fuera de la comunidad eclesial». Seibel destacó ante los periodistas que esto no era compatible con las funciones de gestión.
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