Francisco: «El justo reconoce un salario justo a los trabajadores»

Papa Francisco
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El Papa Francisco ha dedicado la catequesis de este miércoles a hablar sobre la virtud de la Justicia.

El Santo Padre ha afirmado que la justicia «es una virtud para una buena convivencia entre las personas» y ha remarcado que esta virtud «es fundamental para la convivencia pacífica en la sociedad».

«Las medias verdades, los discursos sutiles que buscan engañar al prójimo, las reticencias que ocultan las verdaderas intenciones, no son actitudes acordes con la justicia. La persona justa es recta, sencilla y directa, no usa máscaras, se presenta tal como es, dice la verdad», ha agregado Francisco.

Tras la catequesis, el Papa ha hecho un llamamiento para pedir el alto el fuego en la franja de Gaza y ha expresado su «profundo pesar por los voluntarios muertos mientras participaban en la distribución de ayuda humanitaria en Gaza. Rezo por ellos y por sus familias. Reitero mi llamamiento para que se permita el acceso de la población civil, exhausta y sufriente, a la ayuda humanitaria y para que se libere inmediatamente a los rehenes».

Les ofrecemos la catequesis completa:

Catequesis. Vicios y virtudes. 13. La justicia

Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua, buenos días!

Llegamos hoy a la segunda de las virtudes cardinales: vamos a hablar de la justicia. Es la virtud social por excelencia. El Catecismo de la Iglesia Católica la define así: «La virtud moral che consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido» (n. 1807). Esta es la justicia. A menudo, cuando se nombra la justicia, se cita también el lema que la representa: “unicuique suum”, o sea, “a cada uno lo suyo”. Es la virtud del derecho, que trata de regular las relaciones entre las personas con equidad.

Está representada alegóricamente por la balanza, porque su objetivo es «igualar las cuentas» entre los hombres, sobre todo cuando corren el riesgo de verse distorsionadas por algún desequilibrio. Su finalidad es que en una sociedad cada uno sea tratado según su dignidad. Pero los antiguos maestros ya enseñaban que esto requiere también otras actitudes virtuosas, como la benevolencia, el respeto, la gratitud, la afabilidad, la honestidad: virtudes que contribuyen a la buena convivencia entre las personas. La justicia es una virtud para una buena convivencia entre las personas.

Todos comprendemos que la justicia es fundamental para la convivencia pacífica en la sociedad: un mundo sin leyes que respeten los derechos sería un mundo en el que es imposible vivir, se parecería a una jungla. Sin justicia no hay paz. Sin justicia no hay paz. De hecho, si no se respeta la justicia, se generan conflictos. Sin justicia, se ratifica la ley del fuerte sobre los débiles, y eso no es justo.

Pero la justicia es una virtud que actúa tanto en lo grande como en lo pequeño: no sólo concierne a las salas de los tribunales, sino también a la ética que caracteriza nuestra vida cotidiana. Establece relaciones sinceras con los demás: cumple el precepto del Evangelio según el cual el hablar cristiano debe ser: «“Sí, sí”, “No, no”; Todo lo que se dice de más, procede del Maligno.» (Mt 5,37). Las medias verdades, los discursos sutiles que buscan engañar al prójimo, las reticencias que ocultan las verdaderas intenciones, no son actitudes acordes con la justicia. La persona justa es recta, sencilla y directa, no usa máscaras, se presenta tal como es, dice la verdad. En sus labios se encuentra a menudo la palabra «gracias»: sabe que, por más que nos esforcemos para ser generosos, estamos siempre en deuda con nuestro prójimo. Si amamos es también porque hemos sido amados primero.

En la tradición se pueden encontrar innumerables descripciones de la persona justa. Veamos algunas de ellas. La persona justa venera las leyes y las respeta, sabiendo que son una barrera que protege a los indefensos de la arrogancia de los poderosos. La persona justa no sólo se preocupa por su bienestar individual, sino que quiere el bien de toda la sociedad. Por eso, no cede a la tentación de pensar sólo en sí mismo y de ocuparse de sus propios asuntos, por legítimos que sean, como si fueran lo único que existe en el mundo. La virtud de la justicia evidencia -y pone la exigencia en el corazón- que no puede haber verdadero bien para mí si no hay también el bien de todos.

Por eso, la persona justa vigila su propio comportamiento para que no perjudique a los demás: si comete un error, pide perdón. La persona justa siempre pide disculpas. En algunas situaciones es capaz de sacrificar un bien personal para ponerlo a disposición de la comunidad. Desea una sociedad ordenada, en la que sean las personas las que den lustre a los cargos, y no los cargos los que den lustre a las personas. Aborrece el favoritismo y no comercia con favores. Ama la responsabilidad y es ejemplar viviendo y promoviendo la legalidad.

Además, el justo rehúye comportamientos nocivos como la calumnia, el falso testimonio, el fraude, la usura, la burla, la deshonestidad. El justo mantiene la palabra dada, devuelve lo que ha recibido prestado, reconoce un salario justo a los trabajadores: la persona que no reconoce el justo salario a los trabajadores, no es justa, es injusta.

Nadie sabe si en nuestro mundo las personas justas son numerosas o escasas como perlas preciosas. Sin embargo, son personas que atraen gracia y bendiciones tanto sobre sí mismas como sobre el mundo en el que viven. Los justos no son moralistas que se erigen en censores, sino personas rectas que «tienen hambre y sed de justicia» (Mt 5,6), soñadores que custodian en su corazón el deseo de una fraternidad universal. Y de este sueño, especialmente hoy en día, todos tenemos una gran necesidad. Necesitamos ser hombres y mujeres justos, y esto nos hará felices.

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Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Que la luz de Cristo resucitado nos guíe por caminos de justicia y de paz, y la fuerza vivificante de su amor nos haga audaces constructores de un mundo más fraterno y solidario. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

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Llamamiento

Desgraciadamente, siguen llegando tristes noticias de Oriente Medio. Reitero mi firme llamamiento a un alto el fuego inmediato en la Franja de Gaza. Expreso mi profundo pesar por los voluntarios muertos mientras participaban en la distribución de ayuda humanitaria en Gaza. Rezo por ellos y por sus familias. Reitero mi llamamiento para que se permita el acceso de la población civil, exhausta y sufriente, a la ayuda humanitaria y para que se libere inmediatamente a los rehenes. Que se evite todo intento irresponsable de ampliar el conflicto en la región y que se trabaje para que ésta y otras guerras que siguen llevando muerte y sufrimiento a tantas partes del mundo terminen cuanto antes. Recemos y trabajemos sin descanso para que callen las armas y vuelva a reinar la paz.

Y no olvidemos la atormentada Ucrania, ¡tantos muertos! Tengo en mis manos un rosario y un libro del Nuevo Testamento que dejó un soldado que murió en la guerra. Este muchacho se llamaba Oleksandr, Alejandro, tenía 23 años. Alejandro leía el Nuevo Testamento y los Salmos, y había subrayado, en el libro de los Salmos, el Salmo 129: «Desde las profundidades a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz». Este joven de 23 años murió en Avdiïvka, en la guerra. Tenía toda una vida por delante. Y estos son su rosario y su Nuevo Testamento, con los que leía y rezaba. Quisiera guardar un poco de silencio en este momento, hagámoslo todos nosotros, pensando en este muchacho y en tantos otros como él, que murieron en esta locura de la guerra. ¡La guerra siempre destruye! Pensemos en ellos y oremos.

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Comentarios
12 comentarios en “Francisco: «El justo reconoce un salario justo a los trabajadores»
  1. El justo no despide a sus trabajadores por no vacunarse, como ha hecho Francisco.
    El justo no cancela a sacerdotes honestos de buena doctrina por no compartir su ideología, como ha hecho Francisco.
    El justo no tacha de faltos de nobleza ni humanidad, ni llama mentirosos a sus obispos, como ha hecho Francisco.
    El justo no da la consigna «controlen a los rígidos» refiriéndose a los fieles, como ha hecho Francisco.
    El justo no nombra a abortistas como Mazzucato en la Pontificia Academia para la Vida, como ha hecho Francisco.
    Etc.

  2. El salario se rige por la ley del mercado de oferta y demanda. Los salarios también pueden verse influenciados por la corrupción y el corporativismo. Todo lo demás es pura demagogia.

    1. ¡Pero si este tipo es un hipócrita!
      Predica lo que no se debe hacer, pero como es Papa, él tiene licencia para todo lo que le dé la realísima gana.

  3. Dejando a un lado que esa «ley» solo es una teoría simplista que achaca a una sola causa -cantidades- la formación de precios (en la vida real no se forman así),… Pues no existe razón para considerar «bueno y deseable» dejar que la competencia irrestricta sitúe los salarios en el extremo inferior del precio natural (un intervalo de precios de mercado), llegando -en caso extremo- a fijar salarios ínfimos que se aceptan por necesidad extrema y no permiten formar familia cristiana, ni llevar una vida digna. Y no, cosas así no son pura demagogia, sino doctrina social católica.

    1. La «doctrina social» sólo tiene de «doctrina» y el nombre (además de que las ideas políticas zurdas de Francisco se parecen a ella como un huevo a una castaña). La doctrina que debería preocuparle es la que mira a la salvación de las almas de los trabajadores, que parecen importarle un cuerno, siempre que se cubran sus necesidades materiales.

      1. Pues eso de que la DSI no es doctrina va usted y se lo explica a León XIII, firmante de Rerum Novarum. A ver si tiene el valor de decirle a ese gran Papa del siglo XIX que las cosas que dice en esa encíclica social son cosa comunista, «zurda» y que nada tiene que ver con la doctrina católica. ¡Cuánto daño ha hecho la teoría económica liberal…!

          1. «Pues eso de que la DSI no es doctrina va usted y se lo explica a León XIII»

            ¿Y qué tiene que ver S. S. León XIII con lo que hace y dice Francisco? Vamos, se parece como un huevo a una castaña. En cualquier caso, no: la doctrina social no es ninguna «doctrina», sino la aplicación de la moral católica al ámbito social. ¿O creía usted que se lo había inventado León XIII o que había caído del cielo como un meteorito, diecinueve siglos después de concluida la Revelación (que terminó con la muerte del último apóstol)?

            «¡Cuánto daño ha hecho la teoría económica liberal…!»

            Seguramente, porque el liberalismo es pecado, aunque no haya provocado cientos de millones de muertos como el socialismo (incluida su versión más reciente: el comunismo), que también es pecado.

        1. Este hombre se le llena la boca diciendo que el respeta y cumple completamente con todo el magisterio de la iglesia…
          Siempre que ese magisterio diga lo que el quiere que diga.

          1. La carta de Santiago (5, 4), dice: «Mirad, el jornal de los obreros que segaron vuestros campos, el que vosotros habéis retenido, está gritando, y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor del universo». La explotación laboral es uno de los cuatro pecados que claman al cielo, lo que siempre ha enseñado la Iglesia.
            Lo que el campeón de la ortodoxia diga o deje de decir, añadiendo en letras mayúsculas eso de “Palabra De Dios” cuando le interesa, a estas alturas, es anecdótico.

          2. ¿Y quién ha dicho que «la injusticia con el asalariado» no sea uno de los pecados que claman al cielo? Es usted el rey de la falacia del hombre de paja: naturalmente que lo es, como también lo es la sodomía, aunque a usted no le guste oírlo. ¿O creía usted que pagando sobresueldos se compensa el otro pecado? En cualquier caso, volvemos a lo mismo: eso entra dentro del campo de la moral (lo que hay que hacer o no hacer; lo que es o no es pecado), no de la doctrina (lo que hay que creer). Para pagar un salario justo no hay que creer nada especial, sino rascarse el bolsillo. Como siempre, los rojelios y sodomitas resentidos se revuelven cada vez que se dice una verdad.

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