Comentario de la Liturgia dominical

Pascua resurrección
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Cortesía de la edición española de Magníficat

 

Por David Amado Fernández

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Este año, en la Vigilia pascual, escuchamos el relato de san Marcos. Habla de las mujeres que acuden de madrugada para embalsamar el cuerpo de Jesús. Primero, les sobreviene la sorpresa de encontrar la tumba abierta y, al entrar en el sepulcro y ver a un joven vestido de blanco, «quedaron aterradas». Aunque este las conminó a que no tuvieran miedo, ellas salieron huyendo «pues estaban temblando y fuera de sí» y, «del miedo que tenían», no dijeron nada a nadie. Es un texto sorprendente porque, aunque se proclama la resurrección de Jesús, en ningún momento se hace referencia a la alegría. En su lugar, encontramos pavor y desconcierto.

Aquellas mujeres, por el gran afecto que le tenían, corrieron a la tumba de Jesús en cuanto les fue posible sin saber quién les podría mover la piedra de la entrada del sepulcro ni temer a los guardias. Son mujeres a las que la fidelidad las hizo valientes. Sin embargo, lo que se encontraron era demasiado asombroso. Solo después, como encontramos en otros evangelios, cuando se encontraron personalmente con Jesús resucitado, empezaron a entender qué significaba «la resurrección» y a experimentar la alegría: la que sentían por saber que él seguía cerca de ellas y la que suponía la victoria de Jesús sobre la muerte y su glorificación. Era una alegría que, de alguna manera, debía ser creciente, pues se abría, desde la victoria sobre la muerte hasta la inmensidad de la vida eterna. 

Los diferentes relatos de las apariciones de Jesús a sus discípulos muestran ese proceso en que la estupefacción e incluso la duda y el miedo se entremezclan con la alegría. Cuando venga el Espíritu Santo, se asentará la certeza y el gozo en el alma de los apóstoles y en el corazón de la Iglesia. Desde ahí nos ha llegado a nosotros a través de numerosos testigos que nos han dado a conocer el amor de Jesús y nos han ayudado a encontrarnos con él. 

En otros momentos se nos dice que los discípulos no entendían lo que habían anunciado las Escrituras y que Jesús les descubrió su sentido. El que ha resucitado es el mismo que se hizo hombre para nuestra salvación y que se ofreció en la cruz por nosotros: no podemos separar su resurrección de su vida terrena ni de su muerte. Se hizo hombre para ser camino para nosotros. Ahora sabemos que, pasando por el Calvario, nos conduce hacia Dios y que, para seguirlo, hemos de penetrarnos de lo que nos enseña en los evangelios e intentar vivirlo. 

Señala el padre Klemens Stock que el comportamiento de las mujeres «muestra que en el mensaje de la resurrección de Jesús ellas encontraron la potencia del Dios viviente». Permaneciendo fieles, pasaron del pasmo a la alegría más profunda. Que también nosotros podamos experimentar esa alegría de descubrir el poder de Dios, que ha resucitado a Jesús; la alegría de saber que el Señor lo hace todo nuevo; la alegría de conocer que, por él, podemos vivir liberados del pecado y entrar en la profundidad de su amor. Que, como aquellas mujeres, también nosotros podamos anunciar su resurrección. Jesús ha resucitado. Sigue siempre cerca de nosotros y, si le somos fieles, siempre estamos donde está él.

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Comentarios
1 comentarios en “Comentario de la Liturgia dominical
  1. Con inmensa alegría, deseo a Infovaticana y a todos los comentaristas y lectores una feliz Pascua de Resurrección. Hoy pido a Dios, de una forma muy especial, por esta gran familia.

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