El triunfo del portugués Chega, nuevo golpe a la ideología globalista

Chega André Ventura, líder de Chega, con Santiago Abascal, líder de Vox
|

Chega, el ‘Vox portugués’, ha obtenido un insólito resultado en las elecciones del país vecino. Para el Vaticano, a través de su órgano oficioso online, Vatican News, es, naturalmente un triunfo de la ‘extrema derecha populista’ que representa lo contrario de la postura política con la que ha elegido alinearse la Roma de Francisco.

Tras ocho años de gobierno socialista, Portugal gira a la derecha. El frente conservador moderado de la Alianza Democrática es el primer partido, con el 29,49% de los votos. El Partido Socialista le sigue por un estrecho margen, con el 28,66%, muy lejos del 41% de los votos obtenidos hace dos años, que llevaron al gobierno de Antonio Costa.

El resultado supone una verdadera hazaña de los soberanistas (‘populistas de extrema derecha’, en la denominación que le dan los medios vaticanos) de Chega, que prácticamente duplicaron sus votos del 2022, convirtiéndose potencialmente en el factor determinante para la formación del próximo ejecutivo. Las felicitaciones a Luis Felipe Montenegro, al frente del partido vencedor, llegaron de los partidos moderados y de la derecha europea.

Precisamente la formación del próximo gobierno sigue siendo una incógnita y todos los escenarios de la víspera permanecen abiertos. Sólo en los próximos días se verá si se mantiene el pacto entre todas las fuerzas políticas para evitar que la extrema derecha de Chega sea mayoritaria.

Sin embargo, hay que encontrar un equilibrio entre estas cifras: Alianza Democrática obtiene 79 escaños, 77 los socialistas, Chega, el tercer partido, se hace con 48 escaños. Otros 8 diputados son para Iniciativa Liberal. Por último, otros 13 escaños se reparten entre los partidos de extrema izquierda y los movimientos ecologista y animalista.

Con la victoria de Chega parece consolidarse un avance del ‘frente soberanista’, visible en todo Occidente desde Holanda a Estados Unidos, que se opone frontalmente a ese globalismo de la Agenda 2030 que parece favorecer con escaso disimulo el Vaticano hoy.