Una ‘solución pastoral’ para el debate sobre las diaconisas

Diaconado femenino
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Once años son más que suficientes para advertir patrones de conducta. Y lo que vemos en la acción de la jerarquía para introducir novedades es que su método consiste en esquivar los pronunciamientos doctrinales e incidir en planteamientos ‘pastorales’. Ese podría ser el modo de introducir ‘sacerdotistas’ que lo serían en todo menos en lo sacramental.

Quien tenga ojos para ver advertirá que, de unos pocos años a esta parte, el Mundo (en su sentido teológico) tiene prisa por imponer su pensamiento único hasta el último rincón de la tierra y medios para lograrlo: se niegan créditos y ayudas a los países que se niegan a imponer el aborto libre, la ideología de género, la glorificación de la secta LGTBI, el feminismo radical, se alista a las multinacionales para que lo promuevan, a los medios para que repitan incansablemente el mensaje.

Pero el éxito de esta empresa diabólica quedaría siempre truncado si enfrente, oponiéndose a estas modas ideológicas, tienen a la Iglesia católica, la principal autoridad moral del mundo.

Y aunque el estamento eclesial esté en manos de jerarcas más que abiertos a colaborar con el Mundo, hay un problema evidente: el mensaje de la Iglesia es revelado, no deducido o consensuado, y cambiar a las claras la doctrina equivale a destruir el edificio entero.

Y aquí es donde entra ‘lo pastoral’. Ya saben: el tiempo es superior al espacio y la realidad es más grande que la idea y lo importante es ‘abrir procesos’. Lo pastoral se plantea cada vez más, no como aplicación de la doctrina al caso concreto, sino en oposición dialéctica a esa doctrina, sin necesidad de negarla. Luego ya el tiempo y la costumbre harán variar la doctrina en el sentido ‘pastoral’, al menos a ojos de los fieles: lex vivendi, lex credendi.

Lo vemos literalmente por todas partes, y desde antes de este pontificado. Ningún documento magisterial ha abolido, ni podría abolir, el dogma según el cual fuera de la Iglesia no hay salvación. No hace falta: se impone la necesidad ecuménica, pastoral, del ‘diálogo’ y, en no mucho tiempo, apenas quedará nadie en el rebaño que recuerde o crea el dogma en cuestión. Se banaliza la liturgia eucarística y al cabo encontramos que, por ejemplo, tres de cada cuatro católicos en Estados Unidos descree de la Presencia Real. Es fácil, y no hace falta cambiar una tilde de la doctrina que, en teoría, sigue siendo la misma.

Lo hemos visto en Amoris laetitia, lo vemos en Fiducia supplicans. Todo pastoral, con acompañamiento, con discernimiento. En teoría, el permiso para bendecir parejas irregulares exige que la bendición sea espontánea, no litúrgica, breve. Ya hemos asistido a casos en que no ha sido en absoluto así, y que ha encontrado la aprobación tácita de los prelados. En su momento veremos ‘bodas católicas’ que tendrán todos los elementos que solemos asociar al matrimonio, pero que si alguien protesta se recordará que no es matrimonio.

Y ahora llega el momento de las ‘sacedortisas’, una exigencia de larga data del sector más progresista de la izquierda en el Primer Mundo. La doctrina, incluso el magisterio reciente, hace imposible la ordenación sacerdotal de mujeres, y oponerse frontalmente a ella no solo supondría un claro ‘casus belli’ para el cisma, sino una ocasión para el despertar de muchos, algo que no conviene al cocinero empeñado en cocer la rana viva.

De modo que, si tengo que apostar, apostaría a que esa va a ser la ‘solución’, la respuesta al sector que demanda la creación de sacerdotisas: un diaconado no sacramental. Todo muy pastoral. Cargos y encargos, puestos de poder, nuevas figuras jurídicas, vestiduras. Cuando los tradicionalistas recalcitrantes denuncien, se les recordará que no se ha cambiado nada, que no es sacerdocio sacramental. Luego solo habrá que esperar a los inevitables abusos, que se aceptarán tácitamente por el procedimiento de no castigarlos ni denunciarlos, hagan su labor en la conciencia de los fieles.

Emplatar y servir.