Obispo italiano defiende una exposición blasfema en una iglesia de su diócesis

Exposición Italia
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La diócesis italiana de Carpi, de la que es obispo Erio Castellucci, ha reaccionado a una oleada de críticas con motivo de “Gratia plena”, un exposición blasfema en la iglesia del museo diocesano, invitando a observar la obra sin prejuicios y con una “mirada limpia”.

Fue un artículo de La Nuova Bussola Quotodiana el que levantó la liebre: en la iglesia del museo diocesano de Carpi, una exposición de un artista local exponía pinturas blasfemas de Jesús, la Virgen y María Magdalena.

El cuadro que más ha escandalizado representa a un Cristo en la cruz perfectamente reconocible por la inscripción INRI (que da nombre a la obra en yeso, cera y arcilla pigmentada) y las marcas de los clavos en sus pies. Sólo que delante de Cristo hay un hombre cuyo rostro está completamente vuelto hacia las partes íntimas de Nuestro Señor (que Dios nos perdone el atrevimiento de las palabras, pero es lo que hay), que ni siquiera está cubierto con un miserable trapo.

Para que no cupieran demasiadas dudas, además, el autor de las obras, Andrea Saltini, un artista local, no parece muy religioso y en la entrevista del catálogo, titulada “La duda como sistema de creencias”, transita entre el ateísmo, la búsqueda de la espiritualidad, la lucha con lo divino y su atracción, todo ello en un batiburrillo de ideas, muchas y bastante confusas.

Después del revuelo, intensificado por el artículo de La Bussola, la diócesis se vio obligada a emitir un comunicado de prensa para tratar de posicionarse sobre el desafortunado asunto protagonizado por el museo diocesano en la iglesia de San Ignacio.

Para La Bussola, la diócesis de Carpi y su obispo, Erio Castellucci, tenían básicamente tres opciones: hacer como si no hubiera pasado nada, admitir el error o defender la obra, al artista, la exposición y llamar “estirados” a los miles de escandalizados creyentes. Han elegido el camino más deshonroso, el de negar una blasfemia evidente y defender una obra indefendible, y para ello han tenido que agarrarse a un clavo ardiendo, pero como única salida pensaron que lo mejor era culpar a los fieles, ofendiendo su sensibilidad.

La nota, de hecho, acaba con lo que solo puede calificarse de recochineo e insulto a los fieles alarmados: “Con este fin se preparará un anexo al catálogo de la exposición, presentando las obras individuales desde el punto de vista del artista que ilustra su búsqueda religiosa y espiritual, proporcionando los elementos culturales y personales para comprender su significado”.

Es una excusa a la que nos tienen acostumbrados, no meramente los escándalos artísticos relativos a la fe, sino muchos otros que insultan las sensibilidades más elementales: es que no entendéis el arte. Pero el hecho de que el pueblo vea algo y sólo el artista decida ver otra cosa es problema del artista, no del pueblo. De hecho, para confirmar que el pueblo tiene la última palabra en esto, el propio Magisterio de la Iglesia nos lo dice. Existe un principio moral que asigna la primacía de la ética sobre la estética en las obras sagradas.

Esto es precisamente lo que dice el Concilio Vaticano II, que se suele citar a cada paso como excusa para la revolución, mientras se ignora su letra. Por ejemplo, el decreto sobre los instrumentos de comunicación social “Inter mirifica” (también citado por Evangelii Gaudium en la nota 130) dice en el punto 6 sobre los derechos del arte: “El Concilio proclama que la primacía del orden moral objetivo debe ser respetada absolutamente por todos”. Por tanto, si el pueblo se siente herido, hay que escuchar al pueblo porque la teoría estética está subordinada a la ética.

En la exposición hay también otras pinturas altamente ofensivas para la sensibilidad religiosa, y el hecho de que la guía admita la provocación del artista no es sino desvelar que hay una intención precisa. De hecho, que la intención de provocar es inherente a la voluntad del pintor Andrea Saltini lo confesó el propio guía al periodista de La Bussola.

No es menos grave el cuadro “Gratia plena”, que -según la explicación del artista- muestra a María despojada de su concepción virginal por los incrédulos fariseos. Tampoco lo es el cuadro “Noli me tangere”, que muestra a una santa Magdalena semidesnuda que acoge en su seno a un Jesús harapiento y exhausto.