El enredo de la “Fiducia”

Por Jorge Rivera
Papa y Víctor Manuel Fernández
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La ola de protestas ya parece un tsunami; las manifestaciones de rechazo abundan; las respuestas y justificaciones de la Santa Sede se multiplican pero no convencen, ni satisfacen, ni aclaran lo que está bajo la oscuridad de la duda, de la ambigüedad e incertidumbre; la inquietud y la inseguridad y falta de certeza permanecen, el desasosiego y el descontento también.

Todo desde que uno de los “dicasterios” del Vaticano sacó a luz “Fiducia Supplicans”, documento que, avalado con la firma del papa Francisco, promueve las bendiciones a las parejas homosexuales y de divorciados vueltos a casar. Respecto a las parejas del mismo sexo que, tomados de la mano, llegan a pedir una bendición, el papa ha salido en su defensa. “La homosexualidad no es un delito, dice el Pontífice, sino una condición”.

Obviamente, saliéndose del ámbito de su competencia, ya que el delito corresponde a los abogados y a la ciencia de la Criminología. A un Pontífice, a un Pastor de alma, lo que le debiera interesar es sacar a las almas de la torpeza, desatino y error del pecado. La meta de un apóstol sería alentar los a que se esfuercen para que con la gracia de Dios y cumplan sus mandamientos, animarlos a que superen las tentaciones mediante una vida de entrega a Dios y a los demás. Pero no, no hay ni una sola palabra para que los que andan desviados pongan los medios de siempre para que vuelvan al camino que es Cristo. Nadie aconseja al papa la indiferencia oo la hostilidad hacia esas personas, sino lo que la misma Iglesia recomienda en su Catecismo: tratarles con respeto, compasión y delicadeza, lo cual en ninguna manera significa aprobar su comportamiento mediante la sola bendición que solicitan, sin ningún propósito de conversión.

Así como muchos afirman que la homosexualidad es un comportamiento aprendido, Francisco asegura que es una “condición”; lo que suena a algo cerrado, definitivo, que no tiene marcha atrás; que es, como diríamos en Derecho, “caso cerrado” o “cosa juzgada”. Veíamos arriba que, para el Pontífice, la homosexualidad no es un delito, sino una condición. La opinión generalizada de cardenales y obispos de opiniones sólidas es que un Pontífice no debe tratar de convertirse en criminólogo, ni en sexólogo, ni su meta debe ser su meta aprobar las modas o tendencias del momento, ni acomodar la doctrina de la Iglesia a los dictados del momento actual para ser “modernos”, ni mucho menos adaptarse al protestantismo y al anglicanismo, como hemos visto con sorpresa y estupor en los últimos días. Su misión es doble: la primera, ser pescador de hombres, lo cual significa tratar de lograr que el reino de Dios y de Cristo se extienda cada vez más. La segunda dar el bien alimento de la doctrina, virtud y santidad al rebaño del Señor. Falta en estos días, por donde reside el gobierno de la Iglesia, un afán de cambiar al mundo dándole a conocer las enseñanzas y exigencias del evangelio. Falta, quizás se puede decir, vibración de eternidad,

Volviendo al trato hacia los homosexuales, una mirada atenta al Catecismo de la Iglesia Católica y la voluntad de poner en práctica sus enseñanzas sería suficiente para que todos estuviéramos contentos acerca de esta materia. Veamos cómo lo ha abordado la Iglesia antes de la Fiducia Supplicans. El trato que propone y manda el Catecismo hacia estas personas es de respeto, compasión y cariño. Sin exclusión, discriminación y sin “broncas”. Las enseñanzas morales de la Iglesia, como de cualquier otra institución, deben ir de acuerdo a la doctrina. Se está priorizando el dar una bendición a las parejas mencionadas, pero quién garantiza que las bendiciones se interpretarán o se podrán interpretar como una alabanza, elogio, autorización, pero sobre todo aprobación, de algo que es intrínsecamente desordenado.

A quienes están en las situaciones a las que se refiere la “Fiducia”, los pastores de almas les deben hace ver que su conducta es desordenada, informarles sobre lo que las Sagradas Escrituras dicen al respecto de su situación para que luchen por apartarse de un comportamiento que es constitutivo de pecado. La Fiducia Supplicans eso ni lo menciona. Por eso ha recibido tanto rechazo, pues ha salido a causar revuelo, controversia, molestia, incomodidad, incertidumbre, desasosiego y escándalo. No es cierto que una minoría es la que se opone, tampoco que la oposición se deba a razones ideológicas. La crítica es de proporciones importantes y se basa en la contradicción que “Fiducia” conlleva. Porque Dios no puede bendecir algo que su palabra y por medio de los profetas y autores sagrados, ha condenado.

Jorge Rivera