El darwinismo como ideología

Creación y evolución
|

InfoVaticana les ofrece algunos de los mejores extractos de los libros de la editorial Homo Legens. Puede comprar todos los libros en www.homolegens.com

Hoy les ofrecemos este extracto del libro Creación y evolución de José Ramón Ayllón. Con un enfoque interdisciplinar y haciendo gala de su personal ameno estilo, Ayllón desarrolla estas tres ideas en pequeñas perlas, lo que aumenta el interés de las páginas de este volumen. En ellas se dan cita personajes como G.K. Chesterton y Charles Darwin; Edwin Hubble y Georges Lemaître; Voltaire, San Agustín y Aristóteles; Wittgenstein y Hawking; Cervantes, Descartes, Miguel Ángel… Anécdotas curiosas, hechos sorprendentes, reflexiones de maestros y sabios y muchas preguntas se entrelazan unas con otras formando un encantador y completo relato.

El darwinismo como ideología

A la ciencia del siglo XIX le costó mucho renunciar a la generación espontánea y al éter. La biología actual tampoco se ha desprendido de la selección natural y la adaptación al medio, a pesar de ser intentos fallidos de explicación, superados por el enorme protagonismo de la biología molecular y la genética. Darwin no hubiera tenido empacho en tirar ese lastre por la borda del Beagle, pues era un investigador tan honesto como práctico, pero gran parte del darwinismo, contaminado por las ideologías, no ha heredado esas cualidades.

En el siglo de Darwin, el XIX, surgen y triunfan las ideologías: filosofías revolucionarias que aspiran a cambiar el mundo de forma rápida y profunda. Entre las más importantes, los nacionalismos, la masonería ilustrada, el positivismo, el capitalismo y el marxismo. Mientras unas se imponen por la violencia, otras prefieren ganar las batallas de la educación y la opinión pública. El darwinismo ideológico pertenece al segundo grupo y es responsable de haber secuestrado y traicionado a Darwin.

En El origen de las especies se refiere Darwin a «leyes impresas por el Creador en la materia», que hacen posible la sucesiva y asombrosa aparición de las diversas especies. Sin embargo, ya en vida del famoso naturalista, darwinistas radicales tergiversaron sus ideas con la intención de convertirlas en la gran alternativa atea al relato bíblico del Génesis. En esa línea, cuando en 1959 se celebró en Chicago el centenario del citado libro, Julian Huxley, el orador más aplaudido, resumió en tres líneas la esencia del darwinismo convertido en ideología:

«La Tierra no fue creada: evolucionó. Y lo mismo hicieron los animales y las plantas, al igual que el cuerpo humano, la mente, el alma y el cerebro».

Nos puede parecer un planteamiento dogmático y simplista, poco o nada científico, pero en él se apoya una de las controversias más ruidosas e interminables de la historia de la ciencia y del pensamiento. Y es que la explicación puramente evolucionista de los seres vivos comprometía el papel de Dios como creador de la vida y del hombre, suprimía la espiritualidad humana y su libertad, así como la responsabilidad moral y el destino después de la muerte. Dicho en pocas palabras, ponía crudamente de manifiesto la gran diferencia entre verse como hijos de Dios o considerarse primos del mono.

Evandro Agazzi resume admirablemente el propósito del darwinismo ideológico:

«La novedad del paradigma darwiniano (y la razón de la fascinación y del entusiasmo que suscitó y suscita hoy todavía) consiste en el hecho de que se muestra como la única manera de excluir el finalismo del ámbito de las ciencias de la vida. Tal expulsión se obtiene sustituyendo por el azar la finalidad o el proyecto. Se trata de mostrar que en el mundo de los seres vivos la presencia de un fin o de un diseño es solo aparente, y que el resultado alcanzado no estaba previsto, sino que es tan solo el producto de circunstancias fortuitas y fuerzas físicas normales».

Por su honradez intelectual, Darwin no sería hoy darwinista. Sin embargo, el darwinismo ideológico ha traicionado a su padre y ha conformado la forma de pensar de nuestros contemporáneos, divulgado con pedagogía incansable en libros de texto y ensayos, en museos de ciencias naturales, en entrevistas y documentales televisivos, en clases y conferencias. Ese inmenso esfuerzo divulgativo lo ha convertido en clave imprescindible de interpretación del ser humano, de la sociedad y de la historia. Sabemos que se trata de una clave equivocada, pero la opinión pública no lo sabe.

La plataforma Illustra Media, en sus excelentes vídeos sobre los orígenes del universo y la vida, accesibles en YouTube, lo explica admirablemente. Más sencillos y rotundos, los padres de la ciencia —Copérnico, Kepler, Galileo, Leibniz, Descartes, Newton— tuvieron claro que Dios era el autor de dos libros incomparables: la Biblia y la Naturaleza. Darwin nunca lo puso en duda.

***

Este fragmento ha sido extraído del libro Creación y evolución (2023) de José Ramón Ayllón, publicado por Bibliotheca Homo Legens.

Este título y muchos más pueden adquirirse a un precio especial como parte de las ventajas exclusivas del Club del Libro, un servicio de suscripción por el que podrá conseguir hasta veinticuatro libros del catálogo de Bibliotheca Homo Legens —valorados hasta en 500 euros— al año, sin gastos de envío. Puede encontrar más información en https://homolegens.com/club-del-libro/.