La diócesis de Palencia respira tranquila tras la marcha de Manueluco

Manuel Herrero Fernández Manuel Herrero, obispo emérito de Palencia
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Nuestro corresponsal en Palencia ha participado este sábado en la toma de posesión del nuevo obispo de Palencia, monseñor Mikel o Miguel Garciandía Goñi. Después de la misa de despedida de monseñor Manuel Herrero, agustino, alias Manueluco, uno de los más pésimos obispos españoles de los últimos años, el clima que se respiraba era de alivio y esperanza. 

Herrero se despidió de Palencia con una homilía a la altura de las de San Agustín de Hipona. Juzguen ustedes mismos: “He querido no tanto presidir, como proexistir, servir, como dice san Agustín. No quiero hacer ninguna valoración de mi servicio y estancia aquí, entre vosotros, porque nadie es buen juez en causa propia; que la haga el Señor y vosotros, aunque me acojo a la misericordia de Dios y a la vuestra. (…) Vosotros sois mis conciudadanos, mis padres, mis hermanos, mis hijos, mis miembros, mi cuerpo y mi luz, una luz más agradable que esta luz material. Porque para mí ninguna luz es mejor que la de vuestra caridad”.

Nuestro corresponsal en Palencia se ha tomado en serio esto de hacer una valoración del paso de Herrero por esa diócesis Castellana. No hay que olvidar que Manueluco ha sido el único obispo, exceptuados sus auxiliares, que hay que atribuir a Osoro en sus mejores momentos, cuando era “el peregrino”. Manueluco llegó a la diócesis de Palencia ya talludito con la idea de disfrutar del episcopado, que es lo que venía acariciando desde tiempo ha. Lo que no quiere decir que llegara a trabajar, porque para trabajar hay que dedicar tiempo y esfuerzos a todos, a todos, a todos, no sólo a los suyos. Lo que de verdad hizo fue poner la diócesis en manos de Nicolás Castellanos y su camarilla. Hasta le dejó a Castellanos que presidiera la Asamblea diocesana como si siguiera siendo el obispo titular. 

Nuestro corresponsal en Palencia insiste en que, de lo que de verdad se trató, era acabar con la memoria de monseñor José Ignacio Munilla, el último obispo que le dio a Palencia algo de vida, por desgracia  del interregno de monseñor Esteban Escudero, preso de sus problemas personales. Un nombramiento con el que el lince del Nuncio Renzo Fratini se lució, como todo lo suyo. 

Fruto de esa vuelta al pasado en Palencia ha sido un pésimo balance: la fuga de los sacerdotes más jóvenes y menos contaminados ideológicamente a Madrid y a otras diócesis españolas, el traslado del Seminario a Salamanca, al teologado de Ávila, y su casi cierre, la pérdida de vida apostólica, el fin de varias casas de religiosos y religiosas, los problemas económicos de la diócesis, la obsesión de meter en todo a los sacerdotes secularizados.

En la ceremonia de ordenación y toma de posesión de monseñor Garciandía a los de Palencia se nos llenaron los ojos de lágrimas escuchando al obispo citar a Benedicto XVI, o escuchando que “en nuestro tiempo, las amenazas físicas y la persecución a los cristianos y otros credos son terribles y numerosas en muchas naciones de África, Asia y América. Pero entre nosotros, aun no siendo tan evidentes, tan externas, son también profundas, de modo que la frágil barca de Pedro sigue sufriendo los embates del mal, en primer lugar, por nuestros pecados propios y, en segundo lugar, porque el mal se establece bajo figura de bien en nuestra sociedad llevándonos de la mano de la indiferencia. Cada vez nos encontramos con más comunidades cristianas sumidas en la perplejidad y el desconcierto, necesitadas de retomar con vigor y esperanza la visión, el sueño, la causa de Jesucristo. El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. No valen los extremismos de quienes se refugian en un pasado dorado que nunca existió, ni en un futuro ideal que llegará a golpe de programas ideológicos con pretensiones absolutas y totalitarias. Lo que vale es la radicalidad del Evangelio de Jesús, sin glosas ni falsas adecuaciones”.

Monseñor Manueluco dijo en su despedida que se iba a Santander y que “volveré a Palencia en ocasiones, porque formo parte de esta Iglesia y presbiterio y no quiero que esto se olvide ni se me olvide”. Esperemos que no haga lo mismo que hizo Nicolás Castellanos con los que le sucedieron. 

 

Diego Lanzas