Sale a la luz un libro ‘oculto’ del cardenal Víctor Manuel Fernández: «La Pasión Mística, espiritualidad y sensualidad»

Víctor Manuel Fernández Víctor Manuel Fernández
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«La Pasión Mística, espiritualidad y sensualidad», es el libro oculto de 1998 escrito por Víctor Manuel Fernández y que desde hoy corre como la pólvora por todo el mundo.

En la primera parte del libro, Víctor Manuel Fernández escribe relatos de experiencias íntimas o sensuales de santos y místicos.

Sobre Ángela Hadewych relata «que su experiencia no es sólo espiritual, sino también física, corpórea. Su gozo místico tenía todas las características de un orgasmo: La mística Hadewych de Amberes describe, sin pudor alguno, el modo eminentemente sensual como experimentó su unión con el Señor».

En el libro, el cardenal hace un relato de cómo sería un encuentro apasionado con Jesús: «Acaricio tus manos, Señor, entrelazo tus dedos con los míos, siento el calor y la delicadeza de tu piel. Acaricio la yema de tus dedos, mientras contemplo esa herida santísima que conservas en la palma de la mano. Beso esa herida, Señor, y así te amo. Aquí donde nadie más lo sabe, donde se descubren ante ti todos los secretos de mi alma, sin miedo, sinvergüenza. Para que tu amor lo sane todo, ilumine todo, ordene todo. Acaricio tus labios, y en un inaudito impulso de ternura tú me permites que los bese suavemente. Me pareció oír tu invitación que aparece en la Biblia: «Bésame con los besos de tu boca». Pero sólo ahora me atrevo a obedecerte, y en este delicado beso no eres tú el que recibe algo; es mi pequeña humanidad que recibe todo, todo de ti».

Sin duda, lo más llamativo del libro son los capítulos 7,8 y 9. Nosotros ya nos hemos leído el libro por ustedes y le ofrecemos algunos trozos del libro para que puedan juzgar ustedes mismos:

(Capítulo 7. orgasmo masculino y femenino): 

«Nos preguntamos ahora si esta experiencia mística, donde todo el ser es tomado por Dios, si esta especie de “orgasmo místico», es vivido por cada uno de acuerdo a su sexualidad. Es decir, si el varón lo vive como varón y la mujer de un modo femenino. Para eso, veamos primero cómo viven el orgasmo el varón y la mujer, y cuál es la diferencia entre un orgasmo masculino y un orgasmo femenino».

«Normalmente, la mujer, más que el hombre, considera muy insatisfactorio el sexo sin amor y necesita condiciones adecuadas para sentirse excitada sexualmente. Le atrae menos que al hombre mirar fotos con escenas sexuales violentas, imágenes de orgías, etc. Pero esto no significa que se sienta menos excitada por la pornografía fuerte, sino que la disfruta y la valora menos y, en algunos casos, le despierta temor».

«Disfruta más con las caricias y los besos, y necesita que el varón juegue un poco antes de penetrarla. Pero a él, en pocas palabras, le interesa más la vagina que el clítoris. En los momentos del orgasmo, él suele emitir gruñidos agresivos; ella, un balbuceo infantil o suspiros».

«No olvidemos que la mujer tiene un rico plexo venoso alrededor de la vagina, que mantiene un buen flujo sanguíneo después del orgasmo. Por eso suele ser insaciable. Necesita descargar la congestión pelviana, y mientras esto no suceda, después del orgasmo puede tener ganas de más. La mujer requiere más tiempo, más dedicación; le hace falta que el varón le dedique un plus después que él haya alcanzado su propia satisfacción. Pero él normalmente se descarga bien en la eyaculación y queda satisfecho y agotado. Termina, y pasa a otra cosa, como si quedara vacío por dentro. Después de la eyaculación quiere descansar o busca reposo en otra parte. Ella, en cambio, se queda pegada, en una mezcla de descanso y regocijo que necesita la compañía atenta del amado».

«Cuando el varón llega al clímax, desciende bruscamente su interés por ella, queda exhausto, mientras ella lo necesita más que nunca. Antes de la eyaculación él hace un gran esfuerzo, y en el proceso hacia el orgasmo es cada vez más el dueño de la situación, hasta que llega un punto en que ella cede completamente, deja de ser dueña de sí y pierde la conciencia de su libertad. A eso se debe que la mujer, en el fondo, tenga miedo a la posesión total y no siempre acepte con facilidad esa entrega. Siente un oscuro respeto al poder del varón, y le inquieta la pornografía violenta».

«El varón, que produce permanentemente espermatozoides, es más capaz de gozar con variedad de mujeres, mientras la mujer, que emite pocos óvulos y sólo en un período determinado, valora más la segura intimidad. Ella pone todo en cada hijo que se gesta en su cuerpo; mientras que él puede fecundar cientos de úteros más».

 

«Preguntémonos ahora si estas particularidades del varón y de la mujer en el orgasmo, se dan también de algún modo en la relación mística con Dios. Podríamos decir que la mujer, por ser más receptiva, también está mejor dispuesta a dejarse tomar por Dios, está más abierta a la experiencia religiosa. Será por eso que en los templos predominan las mujeres».

«Pero digamos, más precisamente, que en la experiencia mística Dios toca el centro más íntimo del amor y del placer, un centro donde no interesa demasiado si somos varón o mujer. Y en ese centro, todos somos receptivos y vivimos una experiencia en la que no somos plenamente dueños de nosotros mismos. Por eso, los científicos suelen decir que las diferencias entre el varón y la mujer se viven en la etapa previa al orgasmo, pero no tanto en el orgasmo mismo, donde las diferencias entre lo femenino y lo masculino ya no son tan claras y parecen desaparecer».

(Capítulo 8: camino hacia el orgasmo)

«Sin embargo, también tenemos que decir que, si esa experiencia amorosa y apasionada de la presencia de Dios es algo plenificante, algo que armoniza y serena maravillosamente nuestra afectividad y nuestra sensualidad, entonces todos tenemos al menos el derecho de desearlo. Si esa experiencia apasionada de Dios libera nuestra sicología de tantos sentimientos de insatisfacción, de tantas heridas que hemos recibido por faltas de amor, entonces tenemos el derecho de anhelar que Dios nos conceda esa experiencia liberadora. Si sabemos que nuestra emotividad herida e insatisfecha nos lleva muchas veces a causar daño a otros, a no entregarnos con alegría al servicio de los demás, entonces es lícito que nos atraiga esa experiencia de Dios que nos permitiría ser más disponibles, más serenos, más generosos, menos pendientes de nosotros mismos».

«Es muy posible que, haciendo un camino adecuado, todos podamos tener una experiencia más plena del amor de Dios, una experiencia que sane nuestra afectividad enferma, nuestra emotividad lastimada, que nos haga más alegres en nuestra entrega cotidiana, que nos haga más libres y felices».

«Pero esto tampoco significa necesariamente que esa experiencia gozosa del amor divino, si la alcanzo, me liberará de todas mis debilidades psicológicas. No significa, por ejemplo, que un homosexual necesariamente dejará de serlo. Recordemos que la gracia de Dios puede coexistir con debilidades y también con pecados, cuando hay un condicionamiento m uy fuerte. En esos casos, la persona puede hacer cosas que objetivamente son pecado, pero no ser culpable, y no perder la gracia de Dios ni la experiencia de su amor».

(Capítulo 9: Dios en el orgasmo de la pareja)

«Dios también puede hacerse presente cuando dos seres humanos se aman y llegan al orgasmo; y ese orgasmo, vivido en la presencia de Dios, puede ser también un sublime acto de culto a Dios».

«Esto es indudable si partimos de un presupuesto elemental: Dios ama la felicidad del hombre, por lo tanto, también es un acto de culto a Dios vivir un momento de felicidad».

«El placer sexual puede perder toda su belleza cuando es sólo búsqueda de satisfacción personal y no se tiene en cuenta al otro, cuando se usa al otro sólo para beneficio personal de cada cual».

«Cuando se alcanza el placer sexual en un acto de amor, cuando los que hacen el amor son dos personas que se quieren, que se acompañan, que se ayudan, que han decidido ante Dios compartir todo para siempre y a pesar de todo, entonces el placer sexual es también un acto de culto a Dios, que ama la felicidad de los que se aman».

«Tampoco queremos decir que todo lo que tenga que ver con el cuerpo sea santo, porque una pareja puede quitar al sexo su finalidad más preciosa, y los amantes pueden convertirse sólo en dos ególatras que se masturban mutuamente».

«El sexo sólo por el sexo es de hecho la forma de sexualidad más común del adolescente que se masturba, porque en la masturbación alcanza placer y escapa del compromiso con el otro, se protege de los demás y no da nada de sí».

«Y un venerable teólogo egipcio del siglo X V hacía la siguiente alabanza a Dios: Alabado sea Alá, que afirma los penes duros y rectos como las lanzas para hacer la guerra en las vaginas (Al Sonuouti)».