«Newman es Newman»

Newman Newman
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(The Pillar)Por 240 votos a favor y 2 en contra, los obispos de Estados Unidos votaron [en noviembre] a favor de escribir una carta de apoyo al papa Francisco para que san John Henry Newman sea nombrado Doctor de la Iglesia.

El obispo Daniel Flores, que preside el comité de doctrina de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, explicó durante la reunión plenaria de otoño de los obispos que la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales había pedido a la de Estados Unidos que escribiera una carta en apoyo de sus esfuerzos para que Newman recibiera el título [de Doctor de la Iglesia].

Las conferencias episcopales de Irlanda y Escocia también apoyan esta iniciativa.

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Flores explicó que el comité de doctrina de los obispos estadounidenses concluyó, tras un estudio realizado en 2019, que los escritos de Newman son «eminentes y de gran relevancia para la Iglesia actual» en diversas áreas, como el desarrollo doctrinal, los fundamentos morales de la educación, el papel de los laicos, la búsqueda de la verdad y la primacía de la conciencia.

«Doctor de la Iglesia» es un título concedido por la Iglesia a ciertos santos cuyas vidas ejemplifican una santidad extraordinaria y cuyos escritos o enseñanzas contribuyen significativamente a la vida de la Iglesia.

Nacido en 1801, Newman fue un célebre académico de Oxford y teólogo anglicano. Una amplia investigación sobre los Padres de la Iglesia le condujo finalmente a la Iglesia católica, en la que ingresó en 1845. Fue ordenado sacerdote dos años más tarde.

Su conversión no fue bien recibida por muchos de sus conocidos en Inglaterra. Perdió a muchos amigos por esta decisión, entre ellos a su hermana, que no volvió a dirigirle la palabra. Y su carrera eclesiástica estuvo marcada por frecuentes dificultades dentro de la Iglesia.

Aun así, en 1879, Newman fue nombrado cardenal. Adoptó como lema «Cor ad cor loquitur«, que significa «el corazón habla al corazón».

Murió en 1890, a la edad de 89 años.

Autor prolífico, Newman dejó tras de sí miles de cartas y numerosos libros y ensayos, entre ellos Esperando a Cristo y Meditaciones y devociones sobre la doctrina cristiana.

También fue autor de La idea de la universidad, y hoy su nombre está unido a centros católicos de pastoral universitaria en campus universitarios de todo el mundo.

Fue beatificado por el papa Benedicto XVI en 2010, y canonizado en 2019 por el papa Francisco. Su fiesta es el 9 de octubre.

The Pillar ha hablado con el obispo Daniel Flores sobre Newman, su predicación y su sabiduría perdurable para la Iglesia. [Esta entrevista ha sido editada por extensión y claridad].

¿Por qué san John Henry Newman debe ser doctor de la Iglesia?

Creo que, en primer lugar, su erudición es incuestionable. Como su fidelidad a la Iglesia, incluso en medio del sufrimiento, en una época muy difícil y a menudo con mucha incomprensión.

Ese sufrimiento no hizo sino espolear una reflexión aún más profunda, especialmente sobre el misterio eclesial, que supo dilucidar no solo porque era muy leído, sino también porque había experimentado una especie de movimiento personal, eclesial.

Para Newman, la teología era un movimiento de vida, y creo que la profundidad de su obra y la complejidad de la misma, fue un signo de que hay cosas reales que fue capaz de dilucidar con sus escritos.

Dicho esto, ser declarado doctor de la Iglesia es un reconocimiento por parte de la Iglesia de la importancia de uno como voz docente en la Iglesia. Es un gran honor, y no hay garantía de que el Santo Padre lo conceda en este momento, y tal vez solo lo haga más adelante. 

Pero al menos para nosotros haber hecho la petición, y unirnos a los obispos de Inglaterra y Gales en ello, fue una señal de que percibimos que hay una marca de aplicabilidad y de profundidad [en la obra de Newman]. 

Es una petición al Santo Padre. Puede que él decida que es el momento oportuno, o puede que no. Pero nos llegó como una petición para apoyar una petición, y eso hicimos.

Newman ha sido ampliamente traducido. Es leído en casi todos los idiomas.

Mucha gente nos lo ha dicho. Yo he oído hablar de mucha gente, al menos anecdóticamente. 

Pero al mismo tiempo, creo que el cardenal [Daniel] DiNardo hizo una observación importante durante nuestro debate sobre este tema. La obra de Newman necesita más estudio. Necesitamos adentrarnos aún más en su profundidad. Y realmente, nadie es nombrado doctor de la Iglesia porque le entendamos [completamente], y para que pueda estar siempre en un pedestal.

La designación es la Iglesia diciendo que esta persona es digna de confianza. Pero eso no significa que sea infalible en cada una de sus opiniones o posiciones teológicas, sino que esta persona es digna de confianza, y se invita a la Iglesia a profundizar en lo que es su enseñanza.

Así, san Juan de la Cruz es doctor, santa Teresa de Ávila es doctora, y ambos han alcanzado un cierto nivel de influencia en la vida de la Iglesia, pero también son personas a las que seguimos leyendo, para intentar comprenderlas todavía. 

Así que, de todos modos, creo que pase lo que pase con esta petición, es importante que avancemos en el proceso. 

Creo que por lo mucho que se ha estudiado a Newman en Estados Unidos, y por lo influyente que ha sido, y también porque no es fácil encasillarlo en una determinada forma de pensar, no encaja en nuestras categorías.

Es algo muy bueno para nosotros, porque vivimos en una época a la que le gusta vivir en sus propias categorías. Pero Newman rompe con eso. 

La historia de su vida personal es un espejo de lo que escribe. Creo que nos ayudará a pensar fuera de nuestras propias categorías, [a nuestra tendencia] a pensar que él es esto o aquello. 

¡Soy consciente de que es una respuesta larga a una pregunta corta!

Aunque fue hace más de 150 años, me parece evidente que la Iglesia sigue intentando comprender el Concilio Vaticano I y sus implicaciones, especialmente en lo que se refiere a la Pastor aeternus, y a la primacía e infalibilidad del papa.

Newman tenía reservas sobre el planteamiento del Concilio Vaticano I respecto a esa cuestión, aunque finalmente aceptó lo que dijo el concilio.

¿Hay algo que Newman pueda aportar a nuestros propios esfuerzos por leer el Concilio Vaticano I?

Creo que podría ayudarnos a acercarnos no solo al Concilio Vaticano I, sino también al ambiente teológico anterior al Concilio Vaticano I. 

Newman se anticipa a lo que se llamará en el siglo XX, el movimiento ressourcement [resurgimiento], porque está muy interesado en los Padres, como parte de su patrimonio anglicano, y en entenderlos históricamente – es decir, ¿en qué consistieron las controversias, o cómo se convierten en signos de desarrollo, cuando una cosa es aceptada y otra es rechazada? 

No le asustaba el desorden de la historia.

Esto se abre después del Concilio Vaticano I, el impulso teológico, incluso después de Aeterni patris [de 1879], que devuelve al tomismo a un cierto lugar -que realmente no había ocupado hasta ese momento, especialmente en la investigación filosófica y teológica-, lo que le permitió pasar por un resurgimiento propio.

Fueron necesarias un par de generaciones, pero volvió al texto y volvió a la tradición y a entenderla históricamente.

Etienne Gilson fue un gran teólogo histórico, y no habría sido posible para él sin Aeterni patris. Fue capaz de mirar la voz histórica de Tomás de una manera que no se había mirado antes. 

Pero Newman también hacía eso, al escuchar la voz atronadora de Cirilo de Alejandría y oírla en el contexto de la confusión de la historia.

Creo que, en ese sentido, abre algunas puertas que muchos teólogos pudieron cruzar en el siglo XX, hasta el Concilio Vaticano II. Hay un amplio respiro que el consigue gestionar. Pero también es un gran poeta, y un gran escritor de prosa…., lo que no me parece irrelevante. Porque la forma en que hacemos teología es también una cuestión de estética.

La gente realmente no podría escribir hoy en día como escribe Newman y salirse con la suya. Digamos que tiene una cierta majestuosidad que eleva a la temática.

De todos modos, sin duda nos incitaría a salir de nuestras categorías, porque él no es fácil de clasificar: liberal, conservador, reaccionario, tradicionalista, etcétera. 

Newman no encaja en esas etiquetas. Newman es Newman. 

Newman es Newman, lo que creo que es uno de los signos de un doctor de la Iglesia fiable. 

Newman es Newman, como santo Tomás es santo Tomás. Mucha gente vino después de él y lo interpretó de ciertas maneras, y se pelean entre ellos, y todavía lo hacen.

Y Agustín es Agustín. Teresa de Ávila es Teresa de Ávila. Teresa de Lisieux es Teresa de Lisieux.

Las tomas por lo que son en el contexto histórico, y tienen mucho que decirnos. Así es como yo lo veo.

Newman es un teólogo consumado, pero no encaja verlo como un académico. Newman es más bien un clérigo. Es un predicador. Y un gran escritor de cartas – gran parte de su mejor teología está en sus cartas. ¿Qué dice esto a los clérigos sobre la relación entre la vida intelectual y la vida pastoral, y el púlpito?

Bueno, eso nos remite al ejemplo patrístico, porque Agustín era muy parecido: sí, escribió la Ciudad de Dios y cosas por el estilo entre sus sermones. Pero el grueso de la obra de Agustín como teólogo es su predicación: sus sermones sobre los Evangelios y sus polémicas cartas.

Esa es la mayor parte, Agustín era un predicador. 

Así que Newman se remonta a eso: creo que es un buen ejemplo para los clérigos, para decir que nuestra teología puede fluir fielmente de una profunda espiritualidad del ministerio sacerdotal. Realmente puede.

Lo que la gente me dice, por supuesto, es, bueno, monseñor, «¿quién tiene tiempo para escribir?».

Pero creo que si vas a escribir un sermón de todos modos, al menos tienes algo con lo que empezar. Creo que la escritura pastoral no tiene por qué no ser teológica y la escritura teológica no tiene por qué no ser pastoral. 

Creo que hay algunos obispos que han conseguido ser escritores… pero muchas veces es ocasional, quiero decir, es de lo que te piden que hables, o te piden que escribas o que hagas.

Me viene a la mente el cardenal Francis George, en nuestra época…

Correcto, exactamente. No sé cuántos de sus sermones escribió, pero tenían ese carácter del que estamos hablando. Y ese es el signo de una mente brillante.

Pienso también en Oscar Romero. Tenemos sus sermones porque lo grababan en la radio. Esos sermones, desde su catedral, duraban de 45 minutos a una hora, porque él sabía que se dirigía a todo un país, y todas esas cosas han sido transcritas.

Y cuando leo los sermones de Romero, pienso: «Ahí hay un teólogo pastoral».

Porque aplicaba lo que tenía fresco en la mente, la enseñanza del Concilio Vaticano II, que era un recuerdo para él, sobre la doctrina social de la Iglesia. Se refería constantemente a Pablo VI. Se refería constantemente a la Gaudium et spes y la aplicaba a la situación en la que vivía.

¡Eso es un teólogo pastoral!

En la canonización de Newman, me conmovió ver su retrato colgado en la fachada de la Basílica de San Pedro – porque en su vida, Newman se enfrentó a pruebas que implicaban sus relaciones con el episcopado. Así que verle honrado de esa manera fue impactante.

¿Cree que las cruces que sufrió dentro de la Iglesia influyeron en su vida intelectual?

Estoy seguro de que sí. Para un alma profunda, es imposible separar esas cosas. 

Muchos grandes santos, sobre todo de tipo teológico, sufrieron en su tiempo. 

Por poner un ejemplo de alguien que todavía no es santo, cuya causa apenas está en marcha, pensemos en Henri de Lubac.

De Lubac tuvo que callarse durante un tiempo, teológicamente hablando, y lo hizo por amor y obediencia a la Iglesia. Y luego, cuando pudo empezar a escribir más, escribió algunas de las expresiones más bellas de lo que son incluso el amor y la obediencia a la Iglesia. Su experiencia estaba vinculada al tipo de teología que hacía.  

Sabe, hay veces que la Iglesia tiene una manera de hacer santos precisamente por las cruces que les da. Es fácil decirlo, pero para los santos no era fácil vivir, y aun así lo tomaban con gran amor. Así es como se superan las debilidades humanas de la Iglesia.

Dios es más grande que la decisión de este o aquel superior, en cuanto a la conveniencia de una decisión. Y aún así, la obediencia. Lo único que un superior no puede pedirte que hagas en la teología tradicional es, por supuesto, pecar o romper un mandamiento. Pero salvo eso, el resto lo aceptas.

Monseñor, hoy existe en la Iglesia una teología emergente y en desarrollo de la sinodalidad. ¿Cuál sería la contribución de Newman a la teología de la sinodalidad?

He aquí un aspecto:

Con Newman – y en mi mente, él toma mucho de esto de Agustín – en la Iglesia hay una conciencia de un tipo de relación íntima entre el Cristo que predica, y el Cristo que escucha.

Agustín, especialmente en sus cartas sobre Juan, hablaba de ese eco. Siempre empezaba su sermón diciendo: «Rezad por mí para que el Espíritu Santo me permita hablar la palabra de Cristo y no mi propia palabra, para que encuentre resonancia en el Cristo que hay en vosotros».

Ese es el misterio de la gracia – es una especie de conspiración, y eso es profundamente Newman, creo, la intuición acerca de la reciprocidad y la calidad de espejo de la forma en que la Iglesia enseña y cómo la Iglesia escucha, y que eso es infalible.

Ahora, discernirlo en la vida real es algo difícil, pero eso es lo que hace la Iglesia, que el oído del cuerpo de la Iglesia que escucha a Cristo predicar, reconoce la voz del Pastor.

Y la voz del Pastor logra abrirse paso a través del magisterio de la Iglesia; y a pesar de que es un instrumento imperfecto, tiene cierta garantía.

Por eso, cuando se habla del movimiento del Pueblo de Dios, que se expresa de forma constante -y esto es algo que enseña el Concilio Vaticano II- no puede fallar en la fe.

Esa es la enseñanza del Concilio Vaticano II.

Creo que Newman -a través de Agustín y los Padres de la Iglesia a los que leyó- entendió cómo funcionaba eso como el dinamismo del Espíritu Santo, activo en la Iglesia a medida que actúa en la historia. Aunque es un proceso desordenado, por eso no es tan fácil de discernir.

Ahora bien, yo no soy un experto en Newman. He leído un poco de él, bastante de él, pero hay mucho que leer. Así que ¿quién podría decir que ha leído todo Newman?

Pero de mi lectura de Newman, Newman nos advertiría un poco. No es tan fácil discernir cómo se desarrolla esa reciprocidad en tiempo real, la escucha de la voz del pastor y la respuesta infalible del pueblo. 

La respuesta infalible de fe del cuerpo de la Iglesia, ¿verdad? Que la fe no fallará. 

Eso no es tan fácil de discernir en tiempo real.

Newman analizó la época patrística y la controversia arriana 1.500 años después de que se produjera. Y en su propia reflexión, es capaz de discernir cómo se desarrolló en la historia la infalibilidad de la fe. 

Pero en cuanto a ese misterio de la gracia, y su actuación en la historia, debemos ser muy humildes sobre cómo lo concebimos en el momento actual de la historia de la Iglesia. Es un movimiento.

Así que creo que nos aconsejaría tener mucha humildad a la hora de decir: «Bueno, este es el sensus fidei hoy». 

Quizá deberíamos pensar en el sensus fidei en términos de cómo se relaciona hoy con el testimonio de los siglos, y con humildad y cautela. Pero esa es solo mi impresión de lo que nos diría sobre la sinodalidad.

No es tan fácil discernir cómo se desarrolla en tiempo real.

Traducción de Verbum Caro para InfoVaticana

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Comentarios
3 comentarios en “«Newman es Newman»
  1. Newman es un crack. Y uno de los grandes. En todos sus escritos rebosa una fidelidad incondicional al Magisterio y a la Doctrina Católicos, y un amor hacia lo Divino que te deja sin palabras.

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