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Hoy les ofrecemos este extracto del libro Serví a Lucifer sin saberlo de Serge Abad-Gallardo. Con su testimonio personal y su gran cultura masónica, Serge Abad-Gallardo demuestra que, desde hace trescientos años, la masonería especulativa se esfuerza por minar todo lo conseguido en dos mil años de cristianismo, y especialmente de catolicismo, ya que es esta una religión estructurada, jerarquizada y unificada en torno al Papa: se trata de un verdadero «combate espiritual», ignorado hoy en día tanto por muchos católicos como por muchos masones de los tres primeros grados.
El sentido y el alcance de los símbolos masónicos
El símbolo es lo menos anodino que hay en la masonería. Es lo que abre la puerta al esoterismo, como vamos a ver. Arrastra al iniciado hacia un nuevo sistema de pensamiento y valores.
Desde el primer día de su iniciación, el postulante se ve proyectado a ese nuevo universo y en cada grado descubre nuevos símbolos. Los símbolos masónicos son o bien materiales ─mallete, cincel, regla, escuadra, compás, plomada, palanca, mandil también, guantes, cordones masónicos etc…─ o bien inmateriales ─rituales, desplazamientos en la logia, prerrogativas rituálicas de estos, reglas para tomar la palabra, frases y textos, así como gestos durante las ceremonias de iniciación o ascenso a los distintos grados─. Los símbolos pueden ser igualmente representación de una cosmogonía, como los signos del zodiaco, la luna, el sol, o de una metafísica, como, en las logias azules, el Delta radiante, la Estrella flamígera y, en los altos grados, el Sintema (círculo negro sobre fondo azul y dentro un triángulo equilátero blanco con una estrella dorada de cinco puntas, en el grado 4 de Maestro secreto), Júpiter simbolizado por una estrella amarilla colocada detrás del Sublime Gran Maestro (en el grado 12 de Gran Maestro Arquitecto).
Es importante saber que la naturaleza del símbolo masónico no tiene absolutamente nada que ver con la del simbolismo cristiano. Este último no tiene otro objeto que representar una verdad revelada. El símbolo masónico, por el contrario, está destinado a hacer consciente un conocimiento que el iniciado posee sin saberlo: «Los símbolos masónicos intervienen por tanto para poner de manifiesto las verdades que están en nuestro interior. Nos presentan la imagen fiel de lo que encierra nuestra mente».
De ahí que los símbolos masónicos tengan varios niveles de lectura: un nivel exotérico, accesible solo con el secreto iniciático. El primer nivel apela al sentido común del imaginario «profano». Por el contrario, el segundo se acerca a lo oculto, a lo secreto, y únicamente el iniciado puede acceder a él.
Por ejemplo, el mandil que llevan los masones es uno de los símbolos más característicos de la institución iniciática. El significado usual y profano de este accesorio es proteger a aquel que lo lleva. Ese es también el sentido objetivo que le da la masonería. Pero tiene además un sentido oculto que se le atribuye en logia, un sentido más esotérico: el aprendiz lleva un mandil con el babero para arriba. En el sentido profano, como hemos visto anteriormente, este le protege el plexo solar. Ahora bien, por lo que respecta a la simbólica secreta, un autor particularmente iniciado y erudito nos explica que esta parte del cuerpo «corresponde al chakra umbilical del que dependen claramente los sentimientos y las emociones contra las cuales el aprendiz sobre todo debe protegerse para alcanzar la serenidad de espíritu que hará de él un iniciado real». Por este motivo, el compañero y luego el maestro llevan el babero del mandil doblado hacia abajo: gozan ya de unos conocimientos iniciáticos que les hacen no temer que sus emociones o sentimientos rijan su búsqueda.
Desde la ceremonia de su iniciación, en la que le enseñan que «aquí todo es símbolo» y «busca y encontrarás», el masón comprende perfectamente que no existe nada en logia fuera del simbolismo. La propia «verdad» está encerrada secretamente en el símbolo, al tiempo que este símbolo permite el acceso a esta «verdad» masónica.
La importancia del símbolo en esta sociedad secreta es tan grande, que sin él, la masonería se vaciaría de toda substancia: «Hay que comprender y admitir como una premisa fundamental que este universo simbólico es consustancial a la masonería y, aún más, que sin él perdería toda su especificidad cuando no todo su sentido y hasta el mismo principio de su existencia. Por decirlo de forma más precisa, desprovista de sus símbolos y del dinamismo que extrae de ellos, la masonería dejaría de ser.
Durante mi vida masónica, desde el grado de aprendiz hasta el de Gran Maestro Arquitecto, pasando entre otros por los cargos de Gran Experto, Maestro de ceremonias, Segundo Vigilante o Venerable Maestro, he observado que siempre se afirma radicalmente la efectividad del símbolo: el símbolo actúa verdaderamente, en secreto, sobre la mente humana. Es lo que veremos en este libro, con una simbólica organizada en rituales que abren la puerta a verdaderos actos de magia y hacen clara referencia a Lucifer. Tal y como atestiguo ─es el objetivo de esta primera parte─, estos símbolos están destinados a constituir, a medida que el iniciado los hace suyos, una escala de valores, una visión del mundo, un referente de pensamiento propios de la ideología masónica y comunes a todos los masones. Así lo afirman, por cierto, estos autores: «la masonería es un sistema moral expresado bajo el velo de las alegorías e ilustrado por símbolos».
El Pavimento mosaico, por ejemplo, que es un símbolo de los más determinantes en la masonería, lleva a considerar que todas las creencias son válidas, que Dios es a la vez una mezcla del bien y del mal y que el hombre se dicta sus propias leyes.
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Este fragmento ha sido extraído del libro Serví a Lucifer sin saberlo (2018) de Serge Abad-Gallardo, publicado por Bibliotheca Homo Legens.
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El gran triunfo de la masonería es, ni más ni menos, que la Democracia. Este sistema político confiere al pueblo la «soberanía», y lo primero que hace es promulgar unos «derechos». Si lo comparamos con la fe cristiana (y también judía), la soberanía corresponde a Dios y cuando éste se manifiesta al hombre lo hace de una manera «políticamente incorrecta», porque lo primero que le dice no es cuáles son tus derechos, sino cuales son tus obligaciones: Los Diez Mandamientos. La declaración de derechos del hombre es una respuesta desafiante a las palabras del Señor: al «no dirás mentiras» o «no tomarás el nombre de Dios en vano», responde con «libertad de expresión»; al «no tendrás otros dioses ante mi», responde con la libertad de adorar a quien le parezca. Es una declaración retadora, un «non serviam» y no en vano ha sido redactada, e impulsada por los seguidores de Lucifer, «el portador de luz», para los masones.