“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro, 3: 10-13)
A lo largo de la vida de la Tierra se han producido diversos eventos de extinción, es decir, grandes catástrofes que han supuesto la desaparición de la mayor parte de la vida existente en ese momento. Tanto la ciencia como los mitos y leyendas y, por supuesto, la Biblia, nos hablan de tales eventos.
La ciencia nos ha relatado el ya sobradamente conocido evento de la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno, que supuso la desaparición de tres cuartas partes de las especies animales y vegetales, respetando solamente a los pequeños animales (de peso inferior a 25 kilos) que fueron los predecesores de las especies que conocemos hoy.
Los mitos y leyendas de todos los continentes nos hablan de eventos de ese tipo mucho más recientes. La epopeya sumeria de Gilgamesh, el mito azteca de Coxcoxtli, el Popol Vuh de los mayas, antiguas leyendas chinas, tradiciones orales griegas recogidas por Hesíodo, todo ello nos habla de un gran cataclismo geológico, un gran diluvio o inundación que destruyó la humanidad antes de nuestro tiempo, dejando unos pocos supervivientes que iniciaron nuestra actual humanidad.
Mucho más conocida que las anteriores, encontramos la leyenda egipcia de la Atlántida, transmitida por Platón en el Timeo, que nos habla de una gran civilización guerrera y conquistadora destruida también por una gran inundación.
Y, por supuesto, el diluvio universal relatado en la Biblia, que exterminó “toda carne que tiene hálito de vida bajo el cielo”, excepto el pequeño número de los que se refugiaron en el Arca.
Podemos pensar que se trata “únicamente” de leyendas, pero el hecho de que los mismos relatos se encuentren, en términos prácticamente idénticos, en todos los continentes y todas las culturas, nos invita a pensar que esos mitos y leyendas son el recuerdo de acontecimientos reales sucedidos antes de “nuestra” historia.
Si los asumimos de ese modo, cabe que nos preguntemos si tales acontecimientos se deben al puro azar, si son el resultado de leyes de la naturaleza desconocidas hasta el momento, o si son la consecuencia de la acción de una Voluntad divina.
El hombre postmoderno, que sólo cree en lo que puede ser objeto de experimentación, puede admitir las dos primeras explicaciones, pero nunca la tercera. Los creyentes, o al menos algunos de ellos, podrán defender, por el contrario, la tercera hipótesis. A este respecto me parece interesante escuchar la explicación que ofrecen para esos acontecimientos algunas de las fuentes indicadas más arriba.
El Popol Vuh relata un pavoroso diluvio desencadenado por la ira divina contra sus criaturas, caídas en desgracia porque “no se acordaron de su Creador”.
Las antiguas tradiciones chinas hablan del caos creado en el universo por “la rebelión de los hombres contra los dioses supremos”.
Refiriéndose a la destrucción de la Atlántida, el Timeo de Platón refiere que, “cuando se agotó en los hombres el carácter divino (…) y preponderó la parte humana, (…) se corrompieron, (…) porque estaban llenos de injusta soberbia y de poder. Zeus entonces tomó la decisión de castigarlos para que fueran más ordenados y lograran la prudencia”.
Finalmente, según el relato bíblico sobre el diluvio universal, “Dios miró a la Tierra, y he aquí que estaba viciada, porque toda carne tenía una conducta viciosa sobre la Tierra. Dijo, pues, Dios a Noé: ‘He decidido acabar con toda carne, porque la Tierra está llena de violencias por culpa de ellos. Por eso, he aquí que voy a exterminarlos de la Tierra”.
Criaturas que olvidan a su Creador, que se rebelan contra los dioses, que se corrompen y se llenan de soberbia y afán de poder, cuya conducta es viciosa y llena de violencias… Y el Creador decide por ello castigarlos mediante el exterminio, salvando únicamente a un pequeño remanente que dará inicio a una nueva humanidad.
Parece, por lo visto, que, en lo que se refiere a mitos, leyendas y relatos bíblicos, existe unanimidad en el planteamiento: la extinción es una acción de la Voluntad divina, no un producto del azar ni de las leyes físicas (aunque, evidentemente, éstas pueden ser utilizadas por el Creador para su propósito), sino un castigo debido al olvido del origen y a la degradación moral de los hombres.
¿Y respecto a la extinción del Cretácico-Paleógeno? Es evidente que entonces no había hombres, por lo que no puede ser aplicable en ese caso el mismo razonamiento. Sin embargo… La ciencia admite cada vez en mayor medida lo que llama “diseño inteligente”, en contraste con el materialismo radical que achaca todo al azar. La ciencia ha descubierto que la Tierra ha sido preparada para el hombre de una forma tan exquisita, en condiciones tan extremadamente calculadas, que las posibilidades de que se hayan dado por azar son totalmente despreciables, puesto que su probabilidad en términos estadísticos es prácticamente nula. Tales condiciones han tenido que ser buscadas con la finalidad de albergar la vida humana. Y la extinción del Cretácico-Paleógeno forma parte de ese delicado proceso de preparación de la Tierra y de sus especies animales y vegetales para recibir al hombre. Es, también, resultado de un acto de la Voluntad divina.
Y si volvemos a ese cuadro descrito más arriba, olvido del origen, rebelión, corrupción, soberbia, afán de poder, vicio, violencia… ¿no está acaso describiendo con precisión el mundo en el que vivimos?
¿Acaso el hombre no ha olvidado hoy a su Creador? ¿Acaso no se ha rebelado contra Él, pretendiendo establecer por sí mismo el bien y el mal sobre la base de su propia voluntad, de sus propios deseos? ¿Acaso tal olvido y rebeldía no son la manifestación de una soberbia sin medida? ¿Y acaso tal olvido, tal rebelión y tal soberbia no han llenado el mundo de corrupción, afán de poder, vicio, violencia…?
El hombre ha decidido librarse de Dios para ocupar su lugar, haciéndose dios a sí mismo y rehaciendo la Creación de Dios mediante su inversión satánica: frente al Dios de la vida, el hombre ha ‘creado’ la cultura de la muerte con el aborto, la eutanasia, la esterilización, la anticoncepción… Frente al hombre creado por Dios varón y mujer, el hombre ha ‘creado’ la multiplicidad de sexos y su ‘intercambiabilidad’. Frente a la ley moral de Dios, el hombre dice: “el pecado no existe, todo es admisible, todo lo que el hombre pueda desear es legítimo”. Frente al “pobre de quien escandalizare a uno de estos pequeños…”, el hombre sexualiza a los niños y pretende legitimar la pederastia. Dios dice: “multiplicaos y llenad la Tierra”, pero el hombre legitima las uniones estériles…
En su soberbia desmedida, el hombre ha llegado finalmente al límite de pretender arrebatar a Dios su condición de Creador, pero como no puede crear de la nada, se lanza a “crear” un hombre nuevo, mezcla de carne, sangre y tecnología, controlado por implantes que ‘sustituyen’ su mente y su alma, el hombre ‘transhumano’, el hombre ‘más allá de la humanidad’, sólo que más allá de la humanidad, en esa dirección, sólo está el infierno.
Y no satisfecho todavía, pretende crear ‘humanos’ en úteros artificiales, monstruos con aspecto humano y sin alma, el extremo límite de la aberración.
Si lo que hemos visto más arriba con relación a los mitos y leyendas establece una ‘pauta de conducta divina’, ¿podemos esperar que Dios permita mucho tiempo más esta corrupción de su criatura sin decidir exterminarla mediante un nuevo evento de extinción?
En su segunda carta (citada al inicio de este escrito), ¿no está San Pedro narrando precisamente un evento de estas características? Alguien podría decir que el apóstol se refiere en esa carta al fin del mundo, pero el texto es claro: “esperamos cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia”, es decir, “esperamos un nuevo inicio en el que finalmente reine la justicia”. Y el mismo apóstol advierte, en la misma carta: “en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2 Pedro, 3: 5-7)
Por lo tanto, y como medida de razonable prudencia, haríamos bien en meditar sobre el consejo del apóstol: “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios…”
Andar en santa y piadosa manera de vivir, mediante la conversión, la penitencia, el sacrificio, la oración, los sacramentos, es la única forma de entrar en la nueva Arca incombustible que puede atravesar el fuego del día de Dios, María Santísima.
Pedro Abelló.
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Nota: las referencias a mitos y leyendas antiguas están basadas en el capítulo “Mitos, Diluvio y Amnesia Colectiva” del libro de Luis Eduardo López Padilla Ío-Eros, las copas de la ira divina.
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Muy buen artículo!!!!
También en los eventos anteriores la mayoria de las personas vivían como si aquellos eventos de extinsión no fueran a suceder nunca….hasta que se concretaron en forma repentina o casi repentina…previo aviso de Dios….
Enrique Arnoldo TaillerEnrique
Precioso artículo, Don Pedro, y muy cierto. Mucho.
Se agradece hallar personas que como Ud. saben analizar nuestra situación a la luz de la Palabra de Dios, la experiencia de la historia humana y la Sabiduría que viene desde arriba.
Tiene Ud. toda la razón, debemos por Amor y Temor santos estar alerta, orando, haciendo penitencia, procurando obedecer al Señor en todo momento. Acudiendo a los santos Sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía frecuentes, amando a Dios y al prójimo como programa de vida. Si así lo hacemos, aquel Dia del Señor no nos pillará empecatados hasta las cejas, sino esperanzados y confiados en Su infinito Amor, con María, siempre.
Luis Eduardo López Padilla es uno de los tantos charlatanes “apocalípticos” que pululan por la red, como Antonio Yahue.
Como físico, cuando examino fenómenos climáticos o meteorológicos, me centro en las causas primeras, porque la causa última de todo es Dios. Pues bien, los efectos catastróficos en el clima, que se han constatado con varias extinciones masivas en la Tierra, tienen siempre un denominador común que es la variación del eje de rotación del planeta: impactos de grandes meteoritos, emisiones gigantescas de plasma solar, alteraciones en la rotación del núcleo de hierro-níquel de la Tierra, provocan alteraciones en el eje de rotación del planeta, lo que hace que haya cambios en la orientación del mismo frente al Sol, por tanto, que varíe la radiación y el calor y, como consecuencia, que cambie el clima. Por otra parte, al acabar el año astronómico, la Tierra nunca vuelve exactamente al punto de partida debido a irregularidades gravitatorias, lo que acaba afectando al clima también. Ahora bien, todos estos fenómenos siguen leyes naturales inapelables y, si hay leyes, hay Legislador.
Es físico, pero seguro que no sabe porqué el eje de la Tierra es siempre el mismo en el mismo lugar. ¿Por qué mañana o cualquier otro día el polo norte no se desplaza a Italia y el sur a Chile? Si la Tierra es como una bola de billar por qué rota siempre igual? Esto es absolutamente imposible. El balón de fútbol no podría mantenerse rodando sobre si mismo en el mismo punto de la esfera ¿y la Tierra sí? Algo tan elemental y ni siquiera se discute el porqué. Se desconoce. En realidad nadie sabe dónde está el eje que, como tal, atraviesa la Tierra. Dos ruedas paralelas tienen un eje que las une, ¿Qué une el polo Norte y el polo Sur? Usted no lo sabe y se dice físico. Por lo menos piense, a ver si encuentra la razón y pasará a los manuales de física.
Se le ha olvidado exponer cuál es la relación entre el comentario al que contesta y lo que usted ha escrito. Sir Peter saint James expone que Dios es necesario y explica las leyes que rigen todo lo creado, y usted salta con que «el balón de fútbol no podría mantenerse rodando sobre si mismo en el mismo punto de la esfera». Vale, ¿Y cuál es su conclusión? ¿Que Dios no es necesario, ni explica las leyes del universo, que es lo que ha dicho Sir Peter saint James? No le veo ninguna relación, ni prueba alguna por su parte.
En primer lugar, aprovecho el momento para plantear a un físico un problema evidente que nadie se da cuenta que existe. Y como no lo va a resolver, que se dé cuenta de que algunas de las cosas que dice tampoco son científicas. Ud. no le ve relación. ¿No ve que Sir Peter ha mencionado el eje de rotación de la Tierra? ¿Qué diga, pues, cuál es el eje de rotación de la Tierra? ¿Qué cosa une el polo norte y el polo sur si la Tierra és una bola de acero, poco más o menos ya que se atreven a decir que su núcleo está hecho de níquel y otros materiales super densos? Que diga cuál es la maravillosa ley que hace que la Tierra no dé vueltas a lo loco sobre sí misma y no se produzca en cualquier momento un evento catastrófico si resulta que la tierra se encuentra en una situación sumamente precaria, pues ¡¡¡no tiene eje!!! ¡¡¡Tampoco la Luna!!! En cambio, dice que la Tierra no pasa siempre por el mismo lugar en l movimiento de traslación y que ocasiona cambios climáticos. Esto no es científico. Y
Y dicho de otro modo ¿por qué no cambia de lugar el ecuador? Toda la vida pasando por el mismo paralelo ¿cómo es posible? No hay experimento posible que haga rodar una pelota o bola o canica siempre sobre si mismos sin varia un ápice? Y, si además, resulta que la Tierra está inclinada respecto a la elíptica del Sol, todavía resulta más extraño que no se ponga derecha otra vez. Si la Tierra es como una baldufa ¿dónde está el eje???? Sir Peter tiene un buen reto si quiere dar razón de este misterio. Entonces se le abrirán los ojos.
Recordemos el evento profetizado en Garabandal de un gran CASTIGO por el fuego (así lo describieron las niñas videntes que lo vieron en la “2da. Noche de los Gritos”), acontecimiento de origen Divino y en su momento condicionado a la conversión del mundo después de dos grandes acontecimientos previos, el Aviso Universal y el gran Milagro, que serán dos grandes oportunidades que nos va a dar el Cielo para que el mundo se convierta. Este es sin duda el gran Castigo (por el fuego) que coincide con las sagradas Escrituras.
Mensaje-18-12-1981-El Escorial-
Jesucristo:
Dios Padre va a enviar dos castigos muy grandes. Uno en forma de guerra, revoluciones y peligros revolucionarios. Y el otro enviado por el Cielo: Vendrá sobre la Tierra una oscuridad intensa que durará tres días y tres noches. Nada será visible; el aire se volverá pestilente y nocivo, y dañará, aunque no exclusivamente a los enemigos de la religión; durante los tres días de tinieblas la luz artificial será imposible; sólo las velas benditas arderán durante estos días de tinieblas; los fieles deberán permanecer en sus casas rezando el santo Rosario y pidiendo a Dios misericordia.
Non Nobis.
Efectivamente: San Pío de pietralcina dio muchos detalles sobre este tema.