(Anthony Esolen en Crisis Magazine)- Un día, cuando estaba en el último curso del instituto, entré en el lavabo y me siguió un alumno de primer curso cuyo nombre conocía, aunque no sabía nada más de él. Era un tipo tranquilo. Mientras me lavaba las manos, se acercó a mí y me preguntó si quería… algo que el lector puede adivinar.
Le dije que no, que no quería. Pero me sacudió un poco. Nunca había oído que a nadie le preguntaran algo así. Así que hablé de ello con mi padre aquella noche. Entonces me contó la historia de cómo, cuando era joven y estaba fuera de casa, trabajando en una fábrica de Nueva Jersey, el capataz pareció tomarle cariño y le invitó un día a cenar a su casa. Mi padre fue, sin sospechar nada, y el hombre le hizo una proposición… y recibió como respuesta un montón de palabras airadas. No recuerdo si mi padre renunció o si el capataz lo despidió, pero ese fue el final de aquel trabajo. «Como puedes ver», me dijo mi padre, «le puede pasar a cualquiera, así que no debes tomártelo como algo personal».
No lo hice. Pero las cosas en el instituto pronto estallaron porque el mismo chico se acercó a otros dos y obtuvo la misma respuesta, y ellos corrieron la voz, lo que hizo que el director y el decano de estudiantes entraran en acción para calmar la situación. Creo que pensaron que había que sacarlo del institutopor su propio bien, y desde luego querían que cesaran las proposiciones.
No sé nada de su vida familiar y no voy a especular. El pobre falleció hace muchos años.
Mientras tanto -aunque nadie de nosotros lo sospechaba entonces-, en muchos seminarios estadounidenses ocurría lo mismo, como se ha documentado ampliamente; pero no con los mismos resultados. Ciertos seminarios se convirtieron en palacios rosas, donde los seminaristas y sacerdotes menospreciaban sus votos de castidad, tratando tales pecados con un guiño y un empujoncito completamente modernos, pensando que todo el mundo lo hacía o algo parecido, y que las antiguas restricciones no debían considerarse vinculantes, y que centrarse en los pecados de la carne no solo no era saludable, sino que era hipócrita y farisaico y no estaba en el espíritu de Jesús, y que la Iglesia estaba en movimiento, etcétera.
¿Qué habrían estudiado en el seminario para protegerse de esas tonterías? No neo-tomismo. Demasiado estirado, intelectualmente sofocante, alejado del espíritu de las Escrituras, y no familiarizado con la investigación secular más actual respecto a la sexualidad humana, como la que había llevado a cabo el evangelista Kinsey.
Se puede percibir el aire de las aulas en Human Sexuality: New Directions in American Catholic Thought (1977), encargado por la Catholic Theological Society of America. No es solo un rechazo de la Humanae Vitae. Es un rechazo de la opinión de que los tipos de acción sexual puedan ser objeto de juicio moral en absoluto; en su lugar, debemos ver la acción sexual como lícita si contribuye a la construcción de una personalidad humana integral. Criticar Human Sexuality es como arrojar una bomba sobre un castillo de naipes, algo demasiado fácil de hacer, si se entiende por crítica un claro compromiso intelectual con las malas ideas y con sus consecuencias, como predijo el papa Pablo y como el editor, el padre Anthony Kosnik, y los colaboradores de Human Sexuality consideraron absurdo.
Nadie diría de un usurero que prestar diez mil dólares al diez por ciento semanal al dueño de una tienda de comida rápida no es gran cosa, e incluso podría ser una virtud si lo vemos a la luz de su actitud general hacia el dinero y sus donaciones a United Way. Nadie diría de un pendenciero que haber golpeado a un camarero hasta dejarlo hecho papilla la noche anterior debe verse a la luz de su escándalo general, que podría, lejos de ser un vicio, contribuir al bien común y a su integración personal como luchador por la causa de la justicia. Solo al sexo se le atribuye el polvo mágico que lo exalta por encima de lo específico de la carne y la sangre, de este hecho aquí y ahora.
Por lo tanto, no es de extrañar que quienes aprueban las conclusiones de Human Sexuality nunca se molesten en defenderlas apelando a la revelación o a deducciones de los primeros principios; tampoco se preguntan qué implica su aprobación de la única ofensa moral que les gusta para muchas ofensas morales menos graves que no les gustan. En cambio, apelan a los sentimientos, nada más que a los sentimientos. Debemos escuchar a las personas que expresan sus sentimientos.
Bueno, yo escucho, pero lo que oigo no es lo que pretenden los oradores. Porque los seres humanos nunca somos tan falsos, ni tan reina de la tragedia o danés melancólico, como cuando lloramos tiernamente o nos ponemos rojos o pataleamos en defensa de algo malo que queremos seguir haciendo. Además, los pornógrafos también tienen sentimientos, al igual que los mentirosos, los traidores, los ladrones, los belicistas, los adúlteros y los blasfemos.
Mientras tanto, en la práctica, lo que se llama la posición liberal es totalmente incoherente. Ni siquiera el obispo más blando del país se atreverá a decirle a una chica a la que se le ha insinuado un chico que debería acostarse con él y ver qué se siente. Ni siquiera se atreverá a decírselo a personas de más de treinta años. El consejo de probar un poco de fornicación por tu salud le parecería una violación demasiado flagrante de las claras enseñanzas de las Escrituras. Jesús mismo tiene cosas duras que decir sobre el asunto, al igual que Pablo.
Pero el niño y la niña, el hombre y la mujer, no tienen la ventaja que tienen los habitantes de Sodoma. No pueden vestirse con el atuendo de una minoría despechada. Ese es el punto arquimédico para mover todo el mundo de la enseñanza moral en materia de sexo. Así, el obispo puede, verbalmente, negarse a aprobar los hechos, mientras que, mucho más que verbalmente, defiende los supuestos derechos de los autores. Sin decir expresamente: «Id y fornicad, dando gloria a Dios con vuestro sexo», utiliza el pecado antinatural para interferir en el pecado natural, y el pecado natural para sentar las bases del pecado antinatural. Es levantar una bandera sobre las puertas de Sodoma, que diga: «Satisfacción para todos».
Pero, ¿por qué hacerlo? ¿Por qué sancionar la revolución sexual y la confusión, amargura y alienación que conlleva? Volvamos a la escena del seminario: un dormitorio, un gimnasio, una ducha, un lavabo. Estamos tratando con muchos hombres que dijeron sí, claro, por qué no, o con hombres que miraron hacia otro lado mientras sus compañeros tenían su aventura con, bueno, la Human Sexuality: Old Paganisms Garbed as New Directions in American Catholic Thought, la edición del seminario.
Ahora bien, como todos sabemos por experiencia, hay arrepentimiento y «arrepentimiento». Arrepentirse de un pecado grave es avergonzarse hasta de pensarlo y, de no ser por la gracia de Dios, desear haber muerto antes que cometerlo. «Arrepentirse» es lo que comúnmente hacemos con los pecados en general, y es arrepentirnos de ellos, formalmente, e incluso intentar no volver a practicarlos, pero mirarlos con una sonrisa indulgente, rememorarlos, animar sutilmente a las personas que los practican, ya que obtenemos un placer vicario de lo que ya no hacemos, pero que podríamos volver a hacer si estuviéramos en la situación anterior.
Y eso, me temo, explica los devaneos episcopales y sacerdotales con Sodoma.
Por supuesto, hay una alternativa peor, y es que los viejos pecadores no se arrepientan en absoluto, y que estén presionando con todas sus fuerzas para que se derribe por completo toda la enseñanza católica sobre el sexo y el matrimonio y la naturaleza creada del hombre y la mujer. Supongo que no es así.
Sin embargo, ¿qué habría sido del reciente Sínodo sin estas cuestiones? Una tarde de charla sobre economía, con un pequeño condimento de ecologismo; pero toda la fuerza residía finalmente en lo que quería aquel joven atribulado de mi instituto allá por 1977. La fe está siendo asaltada en todos los frentes, y en Occidente se está desvaneciendo rápidamente; la cultura se está marchitando al calor de los fenómenos de masas; las máquinas del antihumanismo siguen rodando; y todo lo que atienden algunos de nuestros líderes está garabateado en la pared de un cuarto de baño.
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Horrible
Es a lo que los del bodorrio de la foto han venido a este mundo: a reducir a cenizas lo que alzó el denuedo evangelizador de decenas de generaciones. Que Dios se lo demande.
Esto tendrá la respuesta que merece por parte de Dios y no tardando demasiado; las puertas del infierno no prevalecerán y así sea.
Debemos de orar por nuestros pastores y especialmente por el Santo Padre, en estos tiempos difíciles y convulsos, y el bien de la Iglesia.
Señor! Personales, porque no saben lo que dicen.
Anda, que repetir la misma majadería y encima escribirla mal… Qué troll tan incompetente.
Al principio de leer el artículo, me vino a la mente lo que ese «chepas», el repugnante comunista que le gusta el dinero fácil y se compró un chalet en Galapagar custodiado por guardias civiles etc, etc, hacía con las «nenas» de la complutense… «me voy al baño a» «» «refrescarme» «» «»… Bien dos cositas :
– Los Mandamientos de Dios son 10 y todos debemos CUMPLIRLOS , pese a sus consecuencias, DIOS nos da su Gracia
-aprender artes marciales, fomentar la mala leche y el hispan@ /indi@ que llevamos dentro y aprender a sacudir fuerte al que ose insinuar eso para satisfacer su depravación y utilizando su poder económico y social.
Grupos de mesas aisladas, lo dice todo.
La «Iglesia de Francisco» es una «Iglesia rosa», pues el Papa, en su larguísimo pontificado, todavía no ha condenado ni una sola vez la homosexualidad, ni ha escrito ningún documento contra la ideología de género, ni ha destituido a ningún pastor de los que defienden esos pecados, mientras está cancelando a los obispos y demás sacerdotes que predicamos la doctrina católica sobre este tema.
Oremos para que el Señor nos envíe pronto un pontífice fiel.