(Gavin Ashenden/Catholic Herald)-La cámara nunca miente; excepto cuando lo hace. Una fotografía tomada fuera de contexto puede ser totalmente engañosa. Un vídeo no tanto, ya que proporciona contexto. El Sínodo de octubre en Roma ha provocado dos respuestas contradictorias en los observadores.
Los que miran la fotografía fija han dicho “nada ha cambiado. Los catastrofistas estaban equivocados. Vean, ni mujeres sacerdotes, ni bendiciones homosexuales, ningún cambio”.
Pero ocurre lo contrario. El vídeo cuenta una historia diferente. Si no hay ningún cambio, ¿para qué ha servido el Sínodo? ¿Por qué tanto esfuerzo? ¿Realmente todo era para dar a un par de cientos de personas elegidas a dedo la oportunidad de desahogarse y participar en una terapia de grupo eclesiástica?
Es evidente que no. El Instrumentum Laboris ofrecía una clara indicación de que se estaba utilizando un nuevo tipo de lenguaje teológico, y con un propósito: facilitar la evolución hacia un nuevo tipo de Iglesia. La salvación fue sustituida por la política y la terapia. La periodista católica Jeanne Smits argumentó que “evolución” era un término equivocado para referirse a lo que estaba sucediendo: “Estamos ante una revolución que abandona fundamentalmente la definición de la Iglesia como cuerpo místico de Cristo, para verla como… una nueva Iglesia”.
Para los observadores que han seguido otros organismos eclesiales en los últimos 50 años, las estrategias empleadas por los partidarios de la nueva sinodalidad resultan muy familiares.
Los episcopalianos de Estados Unidos recorrieron este camino en la década de 1980, al igual que los anglicanos de Inglaterra en la década de 1990. Cuando los anglicanos recurrieron al recurso de separar la teología de la tradición y trasladarla a grupos de encuentro, eligieron el término «indaba».
Indaba es un concepto zulú que describe una reunión para debatir con una intención. Se concibió para facilitar “tanto la escucha como la palabra y la emergencia de la sabiduría y de una mentalidad común”.
¿No les suena familiar? Tanto más cuanto que se añade el latiguillo “escuchando a o en el espíritu”.
Los anglicanos no supieron definir lo que entendían por “espíritu”, exactamente del mismo modo que los miembros del reciente Sínodo utilizaron la palabra como si fuera el modo de desviar todas las críticas o de evitarles la responsabilidad de examinar lo que querían decir con ella. Eso de discernir bien no estaba en la agenda ni de los progresistas anglicanos y ni de los católicos. El cristianismo tradicional, por otra parte, siempre ha puesto un énfasis considerable en ser capaces de distinguir entre los diferentes espíritus.
Incluso Hegel sabía lo suficiente como para definir lo que para él significaba “espíritu”, pero el cristianismo político o terapéutico no tiene experiencia ni habilidad en esto. La estrategia era tan clara como pneumáticamente incompetente.
Se pretendía deslocalizar la epistemología que define a la Iglesia -desprenderla de la Escritura, la Tradición y el Magisterio y reubicarla en el nuevo contexto autoritario del “encuentro de grupo” terapéutico- precisamente para poder afirmar que el “espíritu” había dado forma a esta nueva Iglesia. Pero todo indica que no se trata aquí del Espíritu Santo. ¿De qué otro modo podría explicarse que el Espíritu Santo contradijera lo que había realizado en el pasado?
Por el contrario, este “espíritu” parece ser el espíritu de la época, ya que los valores que estimula y promueve son los opuestos a los de la Iglesia apostólica. ¿Cómo se logrará la revolución esperada, dado que en esta ocasión no se llegó a ninguna decisión significativa?
Respuesta: estableciendo dos mecanismos eficaces para cambiar lo que la Iglesia cree y practica; la creación del principio y proceso de la sinodalidad y el uso tramposo del concepto del sensus fidei.
En la práctica, este Sínodo es sólo el comienzo de un proceso. Se nos ha prometido que le seguirá otro en 2024. Es, por supuesto, un principio bien conocido de la caza que uno no asusta a su presa demasiado pronto. Nunca hubo intención de que este Sínodo tomara decisiones heterodoxas.
Lo importante era que se estableciera como un foro alternativo con el mandato de “escuchar al espíritu” y proponer a la Iglesia que cambiara su enseñanza en consecuencia. Ahora que el mecanismo está instalado y el precedente se ha establecido sin haber sido impugnado con éxito, la consecución del cambio de doctrina puede esperar unos meses.
El sensus fidelium es fundamental para ello y, cuando nos preguntamos qué es, nos encontramos con que se define en términos tremendamente vagos.
El documento del Sínodo afirma: “Todos los creyentes poseen un instinto para la verdad del Evangelio, el sensus fidei. Consiste en una cierta connaturalidad con las realidades divinas y en la aptitud para captar intuitivamente lo que se ajusta a la verdad de la fe”.
Si bien esto puede ser cierto en el sentido más general, no funciona en la aplicación práctica en cualquier contexto histórico. Si fuera cierta en el sentido que se indica, habría pocos o ningún cisma en la historia de la Iglesia. Se trata de una ingenuidad o de un revisionismo políticamente útil.
“Los procesos sinodales potencian este don y permiten verificar la existencia de ese consenso de los fieles (consensus fidelium), que es un criterio seguro para determinar si una determinada doctrina o práctica pertenece a la fe apostólica”.
La audacia que se esconde tras esta afirmación es tan pasmosa como amenazadora. En un texto de gnosticismo progresista se reivindica la autoridad “intuitiva” de un grupo escogido a dedo de personas que tienen en común que apoyan los valores progresistas seculares por encima de los ortodoxos tradicionales.
Pero esa es exactamente la estrategia que se está adoptando para lograr una revolución del dogma y la enseñanza en la Iglesia.
Se ha asumido el curioso argumento (exactamente igual que se hizo entre los anglicanos) de que sólo nuestra cultura es suficientemente competente para comprender las complejidades del sexo y la sexualidad, a diferencia de sus predecesores, más primitivos e inexpertos científicamente.
En una sección titulada “Discernimiento eclesial y cuestiones abiertas”, el documento del Sínodo propone que “para evitar refugiarse en la comodidad de las fórmulas convencionales” (lo que presumiblemente significa la teología ortodoxa y la consolidada enseñanza de la Iglesia) “es necesario considerar las perspectivas de las ciencias humanas y sociales, la reflexión filosófica y la elaboración teológica”.
“Ciertas cuestiones, como las relativas a la identidad de género y la orientación sexual… son controvertidas no sólo en la sociedad, sino también en la Iglesia, porque plantean nuevos interrogantes”.
Y ahí se encuentra presentada tanto la plataforma como el mecanismo para cambiar la enseñanza de la Iglesia sobre la ordenación de mujeres y la bendición de las relaciones homosexuales.
Es evidente que esta estrategia se ha estado preparando desde hace bastante tiempo y se está desarrollando paso a paso, como un plan de acción cuidadosamente concebido.
Ha sido precedida por una serie de declaraciones de portavoces progresistas que han preparado el terreno para los cambios.
Dentro de un año, la siguiente etapa -la reconsideración del sexo y la sexualidad de una manera que esté alineada con los valores mejor informados científicamente de la secularidad- será instituida por los nuevos árbitros autorizados de la fe abducidos a la nueva sinodalidad.
La revolución está en marcha según lo previsto. Lo que queda por descubrir es cómo responden los católicos fieles y tradicionales al secuestro de la Iglesia ante sus ojos por un dogma formado a partir de los preceptos de la ética progresista y las obviedades de la psicología terapéutica.
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Parece una pesadilla en la que vuelve «lo peor de mi niñez»: esas «catequesis» de hacer grupos y cada uno que diga su opinión sobre cuál es el mejor cantante, y cómo comentas esta foto de un hippy tocando la guitarra… Así se iban las horas, dd tortura intelectual para quien lo que quería era aprender. Lo llamaban «catequesis» . Y ahora, ¡esa pesadilla vuelve, ese lenguaje, esas memeces!!!
Si el espiritu sinodal nos ira guiando segun cada epoca hacia una nueva iglesia sinodal, segun Francisco la iglesia catolica y su deposito de la fe apotolica quedarian al margen. Y usted que se cree el depositario de una nueva revelación desues de 2000 años de sucesion apostolica, noconfunda
Mi instinto para la verdad dice que bergoglio es un hdlgp
El primero de los enemigos del alma es el mundo. Y ahora resulta que la sinodalidad consiste en adaptarnos a él. Y me temo que a los dos siguientes enemigos, tampoco les hacen ascos.
El espíritu de la época, y de todas ellas, es Cristo Rey. La iglesia modernista sin embargo apuesta por el espíritu del mundo que es el maligno y abreva en las aguas turbias de la masonería..
El Señor reina, tiemblen las naciones, sentado sobre querubines, vacile la tierra.
El Señor es grande en Sión, encumbrado sobre todos los pueblos.
Reconozcan su nombre grande y terrible, El es el Santo.
Reinas con poder y amas la justicia, tú has establecido la rectitud.
Ensalzad al Señor Dios nuestro, postraos a sus pies. El es el Santo. Santo es el Señor nuestro Dios. Viva Cristo Rey
Jesús dijo: mi Reino no es de este mundo,y Francisco nos quiere convencer que la tierra es nuestra madre y que esta es nuestra morada.Hay que ser necio o ateo para no escuchar la voz de la Escritura: » no tenemos morada permanente aquí»…»Os conviene que me vaya a prepararos una morada porque en la Casa de mi Padre hay muchas estancias.Se diría que Papá,Obispos y muchos sacerdotes han perdido la fe en la vida eterna después de la muerte. El espíritu del mundo,material,lujurioso con todos los pecados capitales es el que está invadiendo la Iglesia.Como dijo Pablo VI : El humo de Satanás está invadiendo la Iglesia.Necesitamos creer en Dios,en la Vida post mortem.Sino la Iglesia ha perdido su sentido.
Bergoglio es el que ha afirmado que no se puede ser masón y cristiano y cómo se puede calificar lo que él está queriendo convertir a la Iglesia. Una Iglesia en la que el » Espíritu» tiene que renovarse con la época, vamos que tiene que estar » a la moda», según dicte la mentalidad del mundo. A otro perro con ese hueso..
Completamente de acuerdo con el comentario de Infovaticana. El mal enquistado en la Iglesia seguirá en su afán de destruirla. Cristo tiene la última Palabra… sigamos rezando por la verdadera Iglesia Católica de la Tradición
Es hacer como que se hace, en lugar de salir y hablar con todos y decir las cosas claras, concretas y concisas.
Yo creo que Francisco tiene una bola de cristal, en la que se le presenta el maligno con falso brillo de luz y le susurra a diario como ir destruyendo la Iglesia de Jesucristo.
Deslumbrado por el luciferin poder se ha olvidado de que Cristo vence, y todo lo que no es de Cristo lo encadenará en el infierno de la muerte eterna, donde sus dientes rechinarán y sus almas se retorcerán de dolor y la psicosis y la locura desbordará de sus cabezas, y así quedarán, encadenados allí por siempre. Porque Dios es el Justo, y que injusticia sería que los buenos siervos de Dios compartieran el mismo banquete con los soberbios que no han creído y han querido hacer la Iglesia a su propia semejanza mundana.
Que se arrepientan, y recubran con el manto de la humildad, porque allí donde es el fuego eterno y el rechinar de dientes estará lleno de soberbios, y el único que tendrá el mando allí será el propio demonio, que habiendo conseguido su objetivo se mostrará al fin con su imagen más maléfica.
Por supuesto que el sinodo no es una foto. No publicaron cambios en el 2023 porque están haciendo el acostumbramiento. Y van a trabajar mucho y con apuro en gestos y reuniones, como la comida con los transvestidos en Roma, sin exhortación contra el pecado, ni predica de las virtudes.
Van a hacer puros gestos, acciones prácticas, ‘pastoral’ le llaman; todas ellas que denoten el apoyo a la sodomía y al transvestismo. Porque se codean con esos desórdenes sin enseñar que está mal, sin tener la caridad de condenarlos.
Todo así hasta próximo rejunte en 2024, cuando saquen conclusiones por escrito.