Pactar con el diablo

100 películas cristianas
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Hoy les ofrecemos este extracto del libro 100 películas cristianas, de José María Pérez Chaves. La influencia del cine en nuestras vidas cotidianas salta a la vista en las modas, en las expresiones coloquiales, en los hábitos personales y en las corrientes de opinión; pero hay un detalle que me pasma. ¿Se han fijado ustedes en la cantidad de parejas que escogen el destino de su viaje de bodas por el escenario en que se rodó una película? Sólo es una anécdota más (también se ponen nombres a los hijos o se escoge la raza de perro), pero me estremece que en la intimidad naciente de un matrimonio se cuele con tanta fuerza un director de fotografía.

La influencia del cine sobre la imaginación y la inteligencia contemporáneas no puede exagerarse. De ahí la importancia de la existencia de películas cristianas. La fe ha buscado sus cauces de expresión en el arte desde el principio, pero ahora resulta, si cabe, más urgente.

Pactar con el diablo

Kevin Lomax es un joven abogado en alza, puesto que, desde que comenzara su carrera, no ha perdido un solo juicio. Es por ello que John Milton, jefe de un gran bufete de Nueva York, se fijará en él para contratarlo como empleado. Pero no todo será lo que aparenta ser.

La película

En 1977, Taylor Hackford sorprendió a propios y extraños con esta película de temática sobrenatural. […] La inminencia del cambio de milenio que se vivía a la sazón, así como el interés que aquello suscitó en medio mundo en torno al apocalipsis y al posible nacimiento del anticristo, le hicieron aceptar este proyecto.

En este sentido, quizá lo más destacable de la película sea el guión, que, mediante sutiles referencias, pretende demostrar que Satanás existe realmente y que actúa entre los hombres. Por ejemplo, John Milton, personaje interpretado por Al Pacino, toma su nombre del autor de El paraíso perdido (1667), libro que versa sobre el problema del mal y la acción del demonio. Se trata, además, de alguien que es capaz de hablar varios idiomas, demostrando así que el maligno desconoce cualquier limitación cultural a la hora de tentar al ser humano. Por último, tiene la costumbre de reírse tres veces cada vez, puesto que, según la tradición espiritista, es el número que usan los entes diabólicos para mofarse de la Santísima Trinidad.

Pero también el personaje de Keanu Reeves es objeto de estas referencias, puesto que encarna a las personas que se dejan seducir por el demonio. . Por ejemplo, se afirma que ha ganado 64 casos antes de aceptar el trabajo que le ofrece Milton, pero como después, y gracias a este, obtiene la victoria sobre otros dos, alcanza un total de 66 (cifra similar al número de la bestia). Además, cuando se reúne con Milton para tratar uno de estos casos, asevera que ya ha invertido en él un promedio de 16.000 horas: si dividimos esta cantidad entre las 24 horas que tiene el día, obtenemos otra vez la cifra 666.[…]

Pero, si el guión es rico en alegorías satánicas, a fin de demostrar que el diablo actúa realmente en el mundo, también lo es en las metáforas contrarias, pues pretende señalar la manera en que puede ser vencido. EN este sentido, cabe destacar dos personajes: la madre y la esposa de Kevin, que simbolizan, respectivamente, la fe y el compromiso cristiano. Así es, la primera acude con regularizas a la iglesia para rezar por su hijo y le ayuda a discernir entre el bien y el mal; la segunda le recuerda una y otra vez que él, cuando ambos contrajeron matrimonio, se comprometió a cuidar amorosamente de ella y no a velar por su propio éxito en el trabajo.

Tal vez por este excelente tratamiento de la naturaleza humana, sumado al interés hacia el anticristo que había surgido en las postrimerías de siglo XX, la película triunfó en taquilla. Sin embargo, ni siquiera obtuvo una sola mención en las grandes galas cinematográficas […]. Por suerte, la que sí alcanzó el reconocimiento que merecía fue Charlize Theron. Hasta el momento, esta actriz solamente había aparecido como secundaria en títulos de poca monta […]. Pero, después del estreno de Pactar con el diablo, lograría que Hollywood se fijara en ella y potenciara su carrera.

En cuanto a su compañero de reparto, Keanu Reeves, debemos indicar que ya había despuntado como actor en Speed. Máxima potencia y Drácula, de Bram Stoker. Sin embargo, esta película lo ubicaría definitivamente en el star-system de Hollywood. Y es que, gracias a ella, fue contratado para actuar en el largometraje más celebrado de su carrera: Matrix (Andy y Larry Wachowski, 1999). Respecto de Taylor Hackford, su director, jamás descollaría de nuevo como lo hizo con este filme, puesto que, después de él, solo rodaría un par de títulos de renombre –Prueba de vida y Ray–, para caer a continuación en la realización de cintas de medio pelo.

¿Qué podemos aprender de ella?

Es indudable que el demonio siempre ha concitado el interés del séptimo arte, puesto que este le ha dedicado varias y grandes películas […]. Sin embargo, estos títulos no han sabido incidir en su acción cotidiana de la manera tan magistral en que lo hace este filme. En efecto, pese a que las cintas mencionadas relatan casos extremos, pero reales, en los que el maligno posee a una persona o se ceba arteramente en ella para lograr sus propósitos, faltaba una que describiese su actuación en la vida ordinaria del individuo, y esa es Pactar con el diablo.

Así es, aunque el largometraje se centre en la vida de un abogado de éxito, lo cierto es que en él se puede ver reflejado cualquier espectador, ya que su caída paulatina hacia el mal ha podido ser experimentada por todo el mundo. La prueba de ello está en el leitmotiv de la cinta: «la vanidad es mi pecado favorito». Esta es una frase que Milton espeta varias veces a lo largo del metraje y que demuestra a las claras que el diablo sabe que el orgullo, el deseo de ser reconocido o el de triunfar sobre los demás, son pecados que siempre están latentes en el ánimo del hombre. Por este motivo, y a través de pequeños acicates, procura que este caiga en la tentación de satisfacerlos.

Evidentemente, dicha caída es fruto de un proceso, en el que uno progresa si se descuida o si se empecina en recorrerlo en compañía del diablo. Por esta razón, debe desoír las sugerencias que le hace este último y escuchar las que Dios le propone (en un momento del metraje, John Milton le asegura a Kevin Lomax que él solo le ha insinuado la senda hacia la oscuridad, a la que el abogado se ha adherido voluntariamente). Es por ello que la cinta ofrece dos armas eficaces para desechar estas sugerencias demoníacas: por un lado, la fe, ya que auxilia al hombre en su discernimiento del bien y del mal, así como a esperar en Dios en vez de confiar en el diablo; por el otro, la generosidad para con el prójimo, especialmente en lo que al matrimonio se refiere, puesto que, cuando uno se entrega al bienestar de su cónyuge en vez de al propio, desprecia su beneficio en favor del de aquel, obstaculizando así el crecimiento del egoísmo.

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Este fragmento, ha sido extraído del libro 100 películas cristianas (2021) de José María Pérez Chaves, publicado por Bibliotheca Homo Legens.

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