¿Cómo luchar contra el diablo?

Tentación demonio al Señor
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«A través de toda la historia del hombre se extiende una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día, según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin grandes trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr la unidad en sí mismo (GS 37,2)» (CIC 409). Pero ¿de qué armas dispone para este combate?

(Padre Christophe Beaublat, exorcista, diócesis de Fréjus-Toulon)

Releamos Génesis 3,15 para estar absolutamente convencidos de la bondad de esta batalla, querida por Dios. Si, por razones pedagógicas, los santos nos muestran dos campos enfrentados, a saber: las dos ciudades (san Agustín) o los dos estandartes (san Ignacio), esto no significa que haya maniqueísmo alguno.

El Señor Jesús, Alfa y Omega, está en el centro de nuestra vida, y es el único que merece nuestra mirada confiada y amorosa. Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre, nuestro Creador y Salvador, nuestro mayor benefactor, el general en jefe, es ya y definitivamente vencedor. ¿Cuál es la naturaleza de la batalla, quiénes son nuestros amigos y enemigos, cuáles son nuestros recursos y vulnerabilidades? Esto es lo que debemos considerar. Nuestro principal y último enemigo es el Diablo. No puede atacar a Dios directamente, sino indirectamente en su Creación, y especialmente en los seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios, llamados a la vida eterna, tratando de obtener su condenación.

Las Directrices para el ministerio del Exorcismo (elaboradas por la Asociación Internacional de Exorcistas y aprobadas por Roma) nos invitan a tomarnos muy en serio la cuestión de la tentación. Por ejemplo, como afirma la Conferencia Episcopal italiana en la presentación del nuevo rito de exorcismo (Roma, 17 de mayo de 2001): «La tentación es precisamente el peligro más grave y dañino, en cuanto se opone al designio salvífico de Dios y a la edificación de su Reino. Satanás logra apoderarse realmente de lo más íntimo y precioso del hombre cuando, por un acto libre y personal, este se somete a su poder pecando […]. Por otra parte, los fenómenos diabólicos extraordinarios de posesión, obsesión, vejación e infestación son posibles, pero en realidad, según los expertos, son raros. Es cierto que causan grandes sufrimientos pero, en sí mismos, no alejan de Dios y no son tan graves como el pecado» (cfr. DIR 032).

Nuestros amigos: lo que san Ignacio llama el buen espíritu. Son las tres Personas de la Santísima Trinidad, Nuestra Señora, san Miguel Arcángel, nuestro ángel de la guarda, los ángeles en general, los santos, las personas que nos influyen bien y nos hacen bien tirando de nosotros hacia lo alto.

Nuestros enemigos: lo que san Ignacio llama el espíritu malo. Se trata, por supuesto, de los demonios, pero también de personas que nos apartan de Dios y nos incitan al pecado.

Nuestros recursos: la oración humilde y confiada, los sacramentos y sacramentales, y el desprecio soberano del demonio (cfr. Adolphe Tanquerey, Précis de théologie ascétique et mystique, 1924).

Entremos un poco más en detalle. En general, la misa es la que más honra a Dios y la que más gracias y recursos nos da en la lucha. Necesitamos cultivar la amistad con el Señor para poder comulgar con fruto. También es muy importante el sacramento de la reconciliación, que proporciona muchas gracias preventivas, luz y fuerza, e impide que el demonio se apodere de nosotros. También están la adoración eucarística, la lectura meditada de la Palabra de Dios, el ayuno y otras penitencias, la devoción mariana (rosario, escapulario, consagración, etc.) y los sacramentales (bendición de la morada, agua bendita, medalla de San Benito y Medalla Milagrosa, etc.).

Todo ello iluminará y fortalecerá nuestras virtudes teologales, y dinamizará todo nuestro organismo espiritual. San Pablo describe el equipamiento del combatiente en Efesios 6 (bien comentado por el padre Jean-Baptiste Golfier en Tactiques du diable et délivrances, capítulo 4). En el combate, es evidente que necesitamos estar informados y vigilantes (inteligencia), ser generosos y valientes (voluntad). Ser conscientes de la realidad de la guerra espiritual y de la acción del demonio, sin obsesionarse por él viéndolo actuando en todas partes, lo que es erróneo y le hace demasiado honor. El conocimiento del discernimiento de los espíritus es extremadamente importante.

San Ignacio es el maestro al que debemos referirnos habitualmente (cfr. Ejercicios Espirituales [ES] 313ss.). El acompañamiento espiritual es también muy recomendable. Escuchemos esta advertencia del Santo Padre: «El camino de la santidad es una fuente de paz y de gozo que nos regala el Espíritu, pero al mismo tiempo requiere que estemos ‘con las lámparas encendidas’ (Lc 12,35) y permanezcamos atentos: ‘Guardaos de toda clase de mal’ (1 Ts 5,22). ‘Estad en vela’ (Mt 24,42; cf. Mc 13,35). ‘No nos entreguemos al sueño’ (1 Ts 5,6)» (Gaudete et Exsultate, n. 164). Francisco continúa describiendo nuestros recursos: «Para el combate tenemos las armas poderosas que el Señor nos da: la fe que se expresa en la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la celebración de la Misa, la adoración eucarística, la reconciliación sacramental, las obras de caridad, la vida comunitaria, el empeño misionero» (Gaudete et Exsultate, n. 162).

Si nos tomamos en serio los adagios «solos vamos más deprisa, juntos llegamos más lejos», o «el cristiano aislado es un cristiano en peligro», nos damos cuenta de la importancia de tener una vida social fuerte y nutrida, y ante todo una vida eclesial, centrada en la parroquia. Para iluminar la mente, por supuesto, pero también para fortalecer la voluntad. La santidad reside en la regularidad. Es muy recomendable tener una regla de vida, con horarios, puntos de paso obligatorios, rituales… El retiro anual nos permite poner la barca en carena y hacer balance (releer nuestra vida y fijarnos nuevos objetivos de progreso).

Nuestras vulnerabilidades: el diablo no puede crear nada, ni hacer nada de la nada. Encuentra material para atacarnos amplificando realidades que ya existen. Puede tratarse de debilidades físicas, psíquicas o espirituales que nos afectan única y directamente, o pueden haber sido heredadas, más o menos, de nuestros antepasados. Se desaconseja vivamente la introspección enfermiza sobre el tema de las hipotéticas maldiciones transgeneracionales, tan de moda. La Conferencia Episcopal francesa ha elaborado un documento de advertencia muy esclarecedor (cfr. Protection, délivrance, guérison (2017), nota 6). Como nos dice san Ignacio, hay que luchar sobre todo contra el defecto dominante (cfr. ES 327). ¿Quién, leyendo estas líneas, puede afirmar sinceramente que ha tomado realmente las medidas necesarias para identificar este defecto dominante, y luego poner en marcha, de manera metódica y organizada, una vigilancia y una lucha eficaces (cfr. examen particular, ES 24 ss.)?

En conclusión, tomémonos en serio la lucha contra el demonio y, siguiendo a Cristo y con su gracia, sigamos acogiendo y ayudando de buen grado a los que están particularmente afligidos.

Si el ministerio del exorcista se tomara más en serio en todas las diócesis, no habría tantas personas abandonadas a su suerte, víctimas de las derivas sectarias y de la charlatanería. «La Iglesia es Jesucristo difundido y comunicado» (Bossuet), que continúa admirablemente su ministerio de misericordia. Seamos clarividentes y entusiastas en la lucha, ¡si Dios quiere!

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana

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Comentarios
2 comentarios en “¿Cómo luchar contra el diablo?
  1. Vaya, como ya he dicho en el artículo «Control, posesión y exorcismo», el troll multinicks, que es el perejil en todas las salsas, no aparece por aquí ni por dicho artículo, a pesar de ser el único tema que realmente domina (o, más bien, del que es dominado), y del que podría hablar por propia experiencia. Curioso, ¿verdad? Entre que aquí no puede atacar a los católicos (especialmente a los sacerdotes, obispos y cardenales de sana doctrina), y que no hay que mentar la soga en casa del ahorcado, no hay peligro de que asome la patita por aquí (la patita… o la pezuña).

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