Catecismo y pena de muerte, la vía para abrir las puertas a la homosexualidad

Catecismo
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(Tommaso Scandroglio/La nuevo bussola quotidiana)-El pasado 23 de octubre, el cardenal Christoph Schönborn, en la rueda de prensa sobre el Sínodo de la Sinodalidad, fue preguntado sobre la posibilidad de que el Catecismo sea modificado en el futuro en el apartado relativo a la condena de la homosexualidad. Schönborn respondió: “El Catecismo es obra de la Iglesia y lo promulga el Papa.

Desde su publicación sólo ha habido una modificación, por parte del Papa Francisco, sobre la pena de muerte. No es ningún secreto: Juan Pablo II ya quería que se condenara explícitamente la pena de muerte, y la Madre Teresa también había instado a Juan Pablo II a condenarla. Dos santos exigieron enérgicamente este cambio y el Papa actual lo hizo modificar”. ¿Habrá pues otros cambios? “No lo sé, es el Papa quien lo promulgó y la última palabra la tiene él, sólo él puede modificarlo”.

La pena de muerte es una sanción aprobada por la Escritura, la Tradición y el Magisterio hasta el Papa Francisco. Ya hemos explicado en el pasado cómo la pena de muerte, bajo ciertas condiciones, es moralmente lícita. Muy brevemente: para que la pena de muerte sea una sanción justa, debe cumplir cuatro finalidades o funciones. La finalidad retributiva: el sufrimiento del delincuente es necesario para reparar el mal causado. La finalidad disuasoria: que esté prevista en los códigos penales y la imposición efectiva de la pena sirven para disuadir a los ciudadanos de cometer determinados delitos especialmente graves. La finalidad reeducadora o, mejor, pedagógica: el condenado, en previsión de la ejecución de la pena, tiene la posibilidad de recuperar la humanidad que perdió al cometer el hecho delictivo. La cuarta finalidad es en la que el Magisterio ha insistido especialmente en los últimos tiempos: la pena de muerte debe servir para proteger a la comunidad de futuras agresiones por parte del reo. Se funda, pues, en el principio de la legítima defensa. Este principio, sin embargo, se funda a su vez en el principio de proporción: si existen otras soluciones más eficaces para contrarrestar la agresividad del reo, como por ejemplo la prisión, deben adoptarse. En resumen: la pena de muerte, en principio, es legítima, pero sólo debe utilizarse como último recurso, extrema ratio.

El Papa Francisco en 2018 revocó esta enseñanza bimilenaria de la Iglesia, eliminando del Catecismo la sección que la calificaba como una sanción lícita e insertando una nueva que declara que la pena de muerte es siempre inadmisible. De este modo, la pena de muerte ha pasado de ser un acto lícito a convertirse en un malum in se, una acción intrínsecamente mala. En resumen, según Bergoglio, la Iglesia se ha equivocado durante dos mil años.

Veamos ahora lo que ha dicho Schönborn sobre la voluntad de Juan Pablo II de declarar siempre ilícita la pena de muerte. Esta afirmación carece de toda credibilidad, dado que Juan Pablo II se expresó así en Evangelium vitae: “la medida y la calidad de la pena deben ser valoradas y decididas atentamente, sin que se deba llegar a la medida extrema de la eliminación del reo salvo en casos de absoluta necesidad, es decir, cuando la defensa de la sociedad no sea posible de otro modo” (56). Como se ve, el Pontífice no la excluía en sentido absoluto. Además, fue Juan Pablo II quien promulgó ese Catecismo en el que se declara lícita la pena de muerte (cf. n. 2267). Sobre la Madre Teresa de Calcuta, por otra parte, no nos pronunciamos porque no tenemos datos para sostener una u otra tesis, tan sólo recordar que los santos, si no son pontífices, no hacen magisterio.

Volvamos a Schönborn y a su peligrosa alusión: si el Catecismo ha cambiado sobre la pena de muerte, nada excluye que en el futuro pueda cambiar también sobre la conducta homosexual. Y así tendríamos que un acto lícito pasaría a ser un acto intrínsecamente malo y un acto intrínsecamente malo podría convertirse en lícito. En un intento de proporcionar un punto de apoyo para tal revolución, en la respuesta a la conferencia de prensa antes mencionada, Schönborn preguntó retóricamente: “¿Puede algo que no corresponde al plan de Dios entenderse subjetivamente como una imputabilidad que se reduce o que no existe? Estas son cuestiones de teología moral”. He aquí el posible resquicio: afirmar en el Catecismo que la conducta homosexual es objetivamente reprobable, pero que desde un punto de vista subjetivo es siempre excusable por ignorancia o por falta de libertad, es decir, porque es imposible que la persona homosexual haga voto de castidad o vuelva a su heterosexualidad perdida. Tal cambio haría de la homosexualidad una condición censurable en abstracto, pero excusable en concreto. Un mal del que nadie tendría la culpa.

Cuando el Papa Francisco cambió el Catecismo sobre la pena de muerte, ya advertimos del peligro: había sentado un precedente muy peligroso. Schönborn y otros padres sinodales están pasando del precedente al consecuente.

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Comentarios
43 comentarios en “Catecismo y pena de muerte, la vía para abrir las puertas a la homosexualidad
    1. España, al menos, da ahora una lección de dignidad tratando sacudirse al traidor; frente a los años que llevan los católicos viendo cruzados de brazos cómo unos golfos trufados de vicios les secuestran desde dentro la fe que ahora se ve que no tenían.

  1. El cambio que ha hecho el Papa en el Catecismo no tiene ningún valor y no debemos aceptarlo, porque la doctrina no puede cambiar.
    Precisamente monseñor Schneider acaba de publicar un catecismo en el que refuta algunos errores de Francisco.

  2. Ni Juan Pablo II ni la Madre Teresa de Cálcuta ni Francisco tiene autoridad de cambiar la doctrina de la Iglesia, expresada tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento, y a lo largo de dos mil años de Tradición. Francisco no puede anular lo que hay en la Sagrada Escritura ni la Tradición. La doctrina moral de la Iglesia no se basa en el buenismo ni el sentimentalismo. Ha habido casos de condenados a la pena capital en EEUU que han pedido que les apliquen la pena capital debido a los crímenes horrorosos que cometieron y lo recocieron. Me parece que la mejor explicación sobre el tema lo presenta Santo Tomás de Aquino. También, más recientemente Pío XII lo confirma.
    ¿De qué sirve el Catecismo cuando Bergoglio piensa que puede anular lo que se encuentra en la SE y dos mil años de Tradición. NO SE PUEDE CAMBIAR ESTA DOCTRINA.

  3. «Si crees lo que te gusta en los Evangelios y rechazas lo que no te gusta, no crees en el Evangelio, sino en ti».
    San Agustín

    El clero de hoy está lleno de aquellos que han dejado de creer en Cristo para creer en si mismos. Empezando por Francisco.

      1. Si claro. Yo igual me refería a que se los pone en la misma balanza. Podríamos decir que son dos penas de muerte, la una le quita la vida terrena, la otra la vida eterna.

  4. Cuando en un documento de 10 páginas alguien se fija sólo en lo que hace referencia al sexo, yo me hago una pregunta ¿Tiene el autor algún trauma de tipo psiquiátrico que tenga que tenga que ver con el sexo?

    1. No, no lo tiene. Es que pecar contra el sexto mandamiento es muy fácil, si lo comparamos con otros pecados, como robar, matar o violar. Además, a diferencia de éstos últimos, que a nadie se le ocurre decir que estén bien, algunos están empeñados en que el sexo fuera el matrimonio (que es el contraído entre un hombre y una mujer) sí es algo «bueno». La obsesión o trastorno psiquiátrico lo tendrán, en todo caso, quienes quieren abolir el Decálogo, y, en concreto, el sexto y noveno mandamientos, para dar rienda suelta a sus bajas pasiones, pero sin mala conciencia, así como aquellos que lo utilizan de ariete para socavar la moral católica y tratar así de destruir la Iglesia, a la que odian.

    1. Y no rezarle a un santo que no es de la devoción de uno, o abstenerse de creer en apariciones aprobadas por la Iglesia, tampoco es pecado. Pero imagínate que vengan el papa de turno y su corte a imponer doctrinalmente la increencia en santos y apariciones. Pues una sinvergonzonería, amén de una impiedad.

      1. Creo recordar que fue Juan Pablo II el primero que reformó el artículo sobre la pena de muerte de su propio catecismo al incorporar la enseñanza de la EV. Hizo más incapié en el asunto de otras sanciones con las que la sociedad podía protegerse.

        1. No, no lo hizo. Dicho artículo, que es de su autoría, siempre ha dicho lo mismo, que es lo que siempre ha sostenido la Iglesia, de acuerdo con la Revelación. Al único que se le ha ocurrido decir el disparate de que la pena de muerte siempre es ilícita y un pecado (contra la Palabra de Dios, los Padres y Doctores de la Iglesia y el magisterio de todos los Papas hasta llegar a él, incluyendo a JPII y BXVI), ha sido Francisco, que cree poseer algún tipo de súper poder para subvertir la verdad y adecuarla a sus (erradas) ideas personales, a golpe de borrador y reescritura.

          1. Y usted un ignorante y un hipócrita, que defiende la vida de criminales a los que, según usted, no se puede aplicar la pena de muerte incluso si son CULPABLES de crímenes horrendos (que además pueden seguir cometiendo en el futuro contra INOCENTES, cuyas vidas a usted le importan una higa), pero en cambio es partidario del aborto «en legítima defensa» perpetrado contra los nonatos, que son SERES HUMANOS INOCENTES, como usted defendió aquí una vez sin que se le cayera la cara de vergüenza.

    2. Atahualpa: es grave ignorar que la doctrina sobre la pena de muerte está en la Escritura, en la Tradición y en el Magisterio auténtico plurisecular. Donde no está es en el recentísimo «magisterio» (por llamarlo de modo que me entiendas). Y eso es compatible con estar contra de la pena de muerte -no contra su doctrina-; es decir, con entender que en la actualidad es difícil que pueda estar justificada la aplicación de esa pena, porque hay otras alternativas que hacen justicia y defienden a la sociedad. Sostener esto último no es «cometer pecado». Negar lo primero, ¿qué quieres que te diga? Tú mismo.

      1. Estando de acuerdo con su comentario, solo una matización a esta frase:

        «en la actualidad es difícil que pueda estar justificada la aplicación de esa pena, porque hay otras alternativas que hacen justicia»

        ¿Cuál? ¿La cárcel? Eso no es una alternativa. Lo primero, porque siempre ha existido, lo mismo que la pena de muerte. Y, lo segundo, porque ni satisface la Justicia, aplicando un castigo retributivo equivalente, ni protege a la sociedad de crímenes futuros (los reos cumplen la pena y salen de la cárcel, otras veces escapan, otras cometen crímenes en la cárcel u ordenan cometerlos desde ella, etc.).

        Además, la doctrina católica sobre la pena de muerte están basada en la Revelación, no sólo en el magisterio, que siempre ha reconocido su licitud hasta llegar Francisco. Esto es lo que decía al respecto Benedicto XVI cuando aún era cardenal:

        «Si, por ejemplo, un católico no estuviese de acuerdo con el Santo Padre en cuanto a la…

        1. …aplicación de la pena capital o la decisión de hacer la guerra, no se lo consideraría por ello indigno de acercarse a recibir la Sagrada Comunión. Si bien la Iglesia exhorta a las autoridades civiles a procurar la paz y no la guerra, hacer uso de la prudencia y discreción y tener misericordia con los reos, puede ser lícito empuñar las armas para repeler a un agresor o recurrir a la pena de muerte».

          Y dicha los licitud ha estado recogida en el catecismo hasta que Francisco lo ha manipulado para sustituirlo por su errada opinión personal. ¿Ha cambiado, pues, la doctrina? No: sólo ha cambiado el texto del catecismo (que ahora dice algo falso), porque la verdad no cambia ni puede cambiar, por más que se recurra al Tipp-Ex.

          1. Recuerdo que un cardenal de Ceilán, o Sri Lanka, pedía la pena capital para no sé qué criminal de su país que era en plan Pablo Escobar allá.
            Unos meses después el papá Francisco reescribió esa sección del catecismo, y el cardenal quedó con el culo al aire.
            Pero estoy convencido de que el cardenal sabía más de la situación de su tierra que el Papa de Roma.

            https://www.vidanuevadigital.com/2018/07/13/el-cardenal-de-sri-lanka-a-favor-de-la-pena-de-muerte/

            Aquí lo he encontrado.

            Pero cuando hubo este cambio es exactamente lo que pensé. Que un código se cambia al arbitrio de quien lo hace, pero que el catecismo no es un código de este estilo, sino que está basado en la ley natural.
            Y que el Papa pretendía dar carta de naturaleza a los actos sexuales ilícitos.

            Veritatis splendor.
            Fides et ratio.

            ¿Por qué Dios Padre nos prueba con estos pastores y esta curia romana?

            Si yo me condeno por adherirme a la tesis nueva, ¿los autores de este engaño irán también al infierno?

  5. No caigáis en la trampa de la pena de muerte. El NO MATARÁS es prioritario, salvo en legítima defensa. Otra cosa es declarar lícita la sodomía, el vicio nefando contrario al Génesis y a los mandamientos de la Ley de Dios. Lo que quiere el modernismo masónico eclesial es precisamente eso, que se defienda aquí la pena de muerte y se ataque la mariconería, para poder atacarnos como cavernícolas a placer.

  6. No caigáis en la trampa de la pena de muerte tendida por los renegados modernistas, para que la Santa Causa Tradicionalista aparezca como retrógrados a superar. El NO MATARÁS prevalece salvo en casos de legítima defensa de propios, extraños o de la patria. A la pena de muerte se le debe aplicar la misericordia como nos dijo el Salvador. La sodomía está dentro de los mandamientos de la Ley de Dios y de toda la biblia en especial el Génesis. Si permitimos que nos metan el matrimonio homosexual iremos contra el diseño divino y no tendremos perdón de Dios.

    1. Mire, aquí no nos regodeamos en la pena de muerte ni nos encanta ni es tema agradable para nadie. Pero hay que citarla (tristemente) para decir que el Papa no puede «cambiar el Catecismo» a su gusto. No puede. Como no puede cambiar los 10 mandamientos.

  7. No me parece un artículo especialmente fino en sus análisis. Por ejemplo, no entiendo cómo, aplicando la pena de muerte al delincuente, se puede reparar el daño causado. Eso ni es reparación ni es retribución, es venganza y aplicación del «ojo por ojo», que sí está en el AT, pero que Jesucristo corrige en Mt 5, 38-39. La finalidad pedagógica tampoco me parece que la justifique, pues se puede alcanzar igualmente con una adecuada reeducación en prisión. Lo mismo me parece que ocurre con la disuasoria: bastaría una cadena perpetua. Y con esta, también se evita la posibilidad de reincidencia. Sinceramente, creo que las razones que la hacían excepcionalmente legítima en otro tiempo ya no se dan hoy, por lo que no considero que haya habido un cambio sustancial de doctrina. Cuestión muy distinta es la de la homosexualidad, pues aquí se habla de un acto intrínsecamente malo, no de algo que, no siendo deseable, podía tener en otro tiempo legitimidad en ciertas circunstancias y condiciones.

    1. De todo lo que plantea, lo que no es falso, es pura demagogia que lleva refutada siglos. Usted no es que no lo entienda: es que no lo acepta. Y la licitud de la pena de muerte no es cuestión de «tiempos», en el sentido de que antes fuera legítima y ya no lo sea: era igual de legitima antes, ahora y lo será en el futuro. Tiene muchísimos textos de apologética católica para informarse: escritos de los Padres y Doctores de la Iglesia, especialmente Santo Tomás de Aquino, y magisterio pontificio hasta 2013. Además, incluso desde el punto de vista meramente humano, a ver si es usted capaz de convencer a las víctimas del Chapo Guzmán (por poner un solo ejemplo), asesinadas por él o por encargo suyo antes, durante y después de su prisión (de la que escapó), de que la cárcel ya protege a la sociedad de los asesinos y que ya no es necesaria la pena de muerte. Claro: muchísimo mejor que mueran inocentes, que ejecutar a un criminal. ¡Cuánta caridad!

        1. ¿Piensas que «catholicus» querría ser juez para poder sentenciar a muerte?
          Está respondiendo a la pregunta, un tanto inculta, de Atahualpa.
          Tu comentario viene de prejuzgar las intenciones de catholicus, y tú sí que no tienes autoridad para hacerlo.

          1. Con la defensa que hace de la pena de muerte…
            ¿ crees que dudaría en aplicarla?
            Yo no tengo dudas al respecto.

          2. Se habrá quedado usted calvo pensando, ¿verdad? ¿Ve algún comentario mío en el que no defienda, como siempre ha hecho la Iglesia, la licitud de la pena de muerte? Lo raro sería que sí tuviese dudas, porque se lo digo yo mismo bien claro y bien alto: si fuera juez y la pena capital formase parte del ordenamiento jurídico vigente, naturalmente que lo haría; como lo harían todos los jueces: si a un delito le corresponde dicha pena, no es opcional para el juez aplicar la ley o no hacerlo, aunque a alguien inmoral como usted, partidario del aborto (que no mata criminales culpables, sino a seres humanos inocentes), la prevaricación también le parezca genial. En vez de dárselas de «vidente» con lo que está a la vista de todos, a ver si estudia un poco y comienza a escribir bien, porque cometer 6 faltas ortográficas en 2 frases (en su deposición del 5 de noviembre a las 9:32 am), y ya que la cosa va de jueces, eso sí que es de juzgado de guardia.

  8. En Ex 20, 2 y Dt 5, 17 la Palabra de Dios es muy poco sutil: ¨No matarás». Los intentos que ha habido después, desde muchísimos ámbitos, por justificar las excepciones, atemperar su rigor, etc., no pasan de ser un ejercicio de retórica, en ciertos casos muy notable, pero que deviene vacía cuando se la confronta con el rigor de aquel mandato. Y lo que es mucho más grave: con la admisión de la pena de muerte la Iglesia dejó claro en su día que una regla tan clara como la que establecen esas dos palabras puede atemperarse con la debida justificación. Por tanto, no es que cambiando el catecismo se abra una puerta a introducir cambios en la doctrina moral, sino que esta doctrina en lo tocante a la pena de muerte ya representa un cambio respecto de lo que el Decálogo ordena.

    1. ¿Otra vez lo mismo? Se lo hemos explicado muchas veces: es la propia Palabra de Dios la que justifica la licitud de la pena de muerte, incluyendo el Evangelio y las Cartas Paulinas, reafirmada de forma ininterrumpida por la Iglesia siempre, desde los Padres y Doctores de la Iglesia, al magisterio de los Papas. Hay que tenerlos «cuadraos» para decir que eso son «excusas». ¿Excusas para qué? Excusa la suya, que cita un mandamiento del Decálogo que lleva explicado miles de años, para contradecir al propio Dios, que en otros pasajes del Antiguo Testamento, en el que se enmarca el dictado del Decálogo a Moisés, también manda dar muerte en determinadas ocasiones. Sólo a alguien como usted se le puede ocurrir enmendar la plana al mismo Dios y sugerir que se contradice a Sí mismo, antes que reconocer que quien se equivoca es usted, que malinterpreta dicho mandamiento por ignorancia o mala fe, afirmando que la Iglesia ha mentido 2.000 años.

      1. Conclusión: menos mal que ha llegado Francisco, «el Clemente, el Misericordioso» (y Enrique su profeta), para poner las cosas en su sitio y reinstaurar el Decálogo, incumplido y mandado ser incumplido por la Iglesia durante dos milenios a base de «excusas», incluso por sus inmediatos predecesores, JPII y BXVI, quienes, pese a no ser partidarios de su aplicación en la actualidad, reconocieron la licitud de la pena de muerte, lo cual plasmaron, negro sobre blanco, en el Catecismo de la Iglesia Católica. Estaban equivocados (o mentían), naturalmente: Francisco, que es mucho más sabio, y sobre todo, mucho más bueno que ellos, nos lo ha explicado sin retórica ni excusas: el quinto mandamiento es absoluto en lo que se refiere a la pena de muerte; en cambio, el sexto es flexible y elástico como un chicle si se trata del adulterio, en cuyo caso «hay que discernir».

        1. Para finalizar, transcribo un extracto de lo que sobre este tema expone Catholic.net (nada sospechosa de ser una malvada web rígida, indietrista e infiltrada):

          «La encíclica Evangelium vitae ha formulado de modo definitivo e infalible la siguiente norma negativa: ‘con la autoridad conferida por Cristo a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con los Obispos de la Iglesia católica, confirmo que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano INOCENTE es siempre gravemente inmoral. Esta doctrina, fundamentada en aquella ley no escrita que cada hombre, a la luz de la razón, encuentra en el propio corazón (cfr. Rom 2, 14-15), es corroborada por la Sagrada Escritura, transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal’. Así, el homicidio que es sin excepción gravemente inmoral es aquél que responde a una elección deliberada y se dirige a una persona INOCENTE. Por tanto, la legítima defensa y la…

          1. …pena de muerte no se incluyen en esta formulación absoluta, y son objeto de un tratamiento específico».

            Dicho todo ésto, a quien no lo entienda (más bien a quien se niega a aceptarlo), habrá que dibujárselo o hacerle un mapa, porque por escrito no se puede decir más claro.

    2. «No matarás»

      Como los de las sectas enloquecidas con la Macarena, la Esperanza de Triana o el Gran Poder «todas las primaveras», que diría Machado:
      «¡¡¡’No te harás imagen’, pecador de la praderaaaaa!!!»

  9. (…) «La conducta homosexual es objetivamente reprobable, pero que desde un punto de vista subjetivo es siempre excusable por ignorancia o por falta de libertad, es decir, porque es imposible que la persona homosexual haga voto de castidad o vuelva a su heterosexualidad perdida»
    Nadie está fatalmente determinado a seguir un impulso o una pasión desordenada. La gracia de Dios se nos otorga para que podamos cumplir sus mandamientos. Pero hay que desearla y pedírsela al Señor, ¡dame tu Gracia, que eso me basta. Muchos homosexuales han recuperado así su heterosexualidad perdida
    Hay

  10. A propósito de la violencia institucional , el padre Castellani contestaba al periodista que lo entrevistaba . :

    » Es necesario que el grado de violencia que un hombre tiene derecho de infligir a otros hombres corresponde al
    grado de amor que les tiene . «

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