El cardenal McElroy, uno de los purpurados más progresistas del episcopado estadounidense, hace balance del Sínodo en una entrevista con American Magazine.
Sobre el documento emanado de la Asamblea del Sínodo, el cardenal McElroy sostiene que «en gran medida, resume hacia dónde han conducido las discusiones, pero está orientado hacia el futuro, de dos maneras diferentes. Uno es para cuando volvamos a reunirnos [en octubre de 2024], pero también, mientras tanto, para tener conversaciones con personas a nivel de base, en las diócesis y parroquias locales, sobre estos temas tal como se han fermentado y desarrollado dentro del documento».
El obispo de San Diego reconoce que el texto tiene «un lenguaje muy técnico», por lo que han pedido a la oficina del sínodo «que nos ayude a elaborar materiales que hagan posible el diálogo y la retroalimentación reales en los próximos meses».
Lo cierto es que el concepto «sinodalidad» sigue siguiendo un gran quebradero de cabeza para muchos. Nadie sabe lo que significa y cada interesado da una respuesta distinta. En el caso de McElroy, afirma que para él «la sinodalidad es una manera de dialogar unos con otros en la presencia del Espíritu de Dios. Pero también es una cultura dentro de la iglesia. La cultura sinodal está fundada en la Eucaristía, la palabra de Dios, la escucha orante de unos a otros, el diálogo, el discernimiento, la colaboración, la corresponsabilidad, la inclusión y la humildad».
El cardenal de Estados Unidos ha mostrado una posición disruptiva sobre lo que debe ser un Sínodo. «No creo que deba volver a haber un sínodo de obispos que no incluya a los no obispos como miembros con derecho a voto y a los laicos como miembros con derecho a voto». Es decir, al cardenal le ha gustado el invento del Papa de mezclar laicos con obispos en un Sínodo que como su propia nomenclatura indica, es de «obispos».
Sobre la formación de los sacerdotes en los seminarios y la inclusión de la mujer en las tareas de la Iglesia, el purpurado afirma que «hubo mucha reflexión y preocupación sobre la formación de los sacerdotes, y eso se relacionó con la cuestión de involucrar a las mujeres en la formación en los seminarios».
Sobre la cuestión del diaconado, McElroy reconoció que «hubo mucha discusión [sobre si] el diaconado permanente [debería] reimaginarse y centrarse más en las necesidades de los pobres, los desposeídos, los marginados y, en ese contexto, tal vez desvincularse de la ordenación al sacerdocio para que la admisión de mujeres al diaconado fuera mucho más posible en ese tipo de contexto».
McElroy destacó el amplio apoyo que hay sobre la apertura del diaconado femenino y manifestó su apuesta por no convertir el diaconado principalmente en un ministerio litúrgico, «sino uno de extensión a los pobres y marginados, que es lo que es en muchos lugares, pero no lo es en otros».
Sobre la cuestión «LGTB» que al parecer no apareció en el documento por la presión que ejercieron principalmente los obispos africanos, McElroy avisa que esta cuestión se volverá a abordar en octubre del año que viene.
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Vale, sr. McElroy. Gracias por recordárnoslo. Espero la invitación al próximo Sínodo.
Madre mía, qué poca vergüenza tienen… Y encima, lo dirán sacando pecho y todo.
Sínodo de la sinodalidad. En clave significa: sanedrín de los sanedrines.
¿Y cómo lo sabe? ¿Lo ha visto en su bola mágica? Qué cuadrilla, Señor.
Eso es lo que él y muchos de su cuerda quisieran. Pero teniendo en cuenta el poco éxito que está teniendo el actual, estos sínodos dedicados a democratizar la Iglesia serán hojarasca que se llevará el viento, por lo inanes.
Demagogia, el sínodo siempre es de OBISPOS,
lo que tienen que hacer es salir de sus palacios, predicar y ser Santos.
El cardenal McElroy no reconoce que no volverá a haber un sínodo sin laicos sino que manifiesta que no cree que deba volver a haber un sínodo de obispos sin laicos con derecho a voto. Que uno crea que algo deba o no deba volver a suceder no es garantía ni de que vaya a volver a suceder ni de que no vaya a volver a suceder y, en caso de que fuera a volver a suceder, no garantiza tampoco que lo vaya hacer siempre.
«…sino que manifiesta que no cree que deba volver a haber un sínodo de obispos sin laicos con derecho a voto»
Bueno, puede creer lo que le dé la gana; algo bastante habitual entre el clero actual. Pero es que no existen sínodos en los que voten laicos. Que dejen de engañar y se inventen otro nombre, porque un sínodo es otra cosa: está formado exclusivamente por el clero (sacerdotes con su obispo, si es a nivel diocesano), o sólo por los obispos (cuando es general). Quien no se lo crea, que consulte el diccionario de la Real Academia Española.
«Pero es que no existen sínodos en los que voten laicos.»
Los acaba de inventar el Papa Francisco con el Sínodo de la sinodalidad este que se está celebrando. Otra cosa es que a este sínodo con participación de laicos con derecho a voto, y a los futuros que pudiere haber con las mismas características, haya que llamarle sínodo de obispos como hace el cardenal McElroy. Bueno, también sería discutible que hubiera que llamarle sínodo, pero me temo que, a estas alturas, eso ya no va a cambiar.
«Quien no se lo crea, que consulte el diccionario de la Real Academia Española.»
Es imposible que el diccionario de la RAE recoja algo que no existía. Y si no se vuelve a hacer otro sínodo de estas características, tampoco lo recogerá en el futuro.
«Los acaba de inventar el Papa Francisco»
Lo que acaba de inventar es otro tipo de reunión, al que de manera impropia (aposta) llama «sínodo» (sin serlo) para tratar de darle una legitimidad que no tiene, además de unos presuntos «poderes» que tampoco tenían los verdaderos sínodos, pues no pueden tenerlos (como la capacidad de subvertir la realidad y hacer que la verdad cambie de forma «democrática»).
«Es imposible que el diccionario de la RAE recoja algo que no existía»
Más bien es imposible que el diccionario de la RAE recoja algo que no existe ni puede existir. O, mejor dicho, que modifiquen el significado de las palabras para darle gusto a Francisco. ¿Usted se cree que si a Francisco mañana se le ocurre decir que el bolígrafo con el que escribe es una bicicleta, los académicos van a modificar el diccionario para adaptarlo a las ocurrencias pontificias? Un bolígrafo es lo que es; lo mismo que una bicicleta, y lo mismo que un sínodo.
«O, mejor dicho, que modifiquen el significado de las palabras para darle gusto a Francisco.»
Si a partir de ahora la Iglesia (no solo Francisco) llamase sínodos a estos encuentros en los que participan tanto clérigos como laicos con derecho a voto, seguramente acabarían reflejándolo en el diccionario. No sería la primera vez que se actualiza una entrada para adaptarla a la realidad de los tiempos que corren. Le recuerdo que en su día añadieron una nueva acepción a la entrada matrimonio (la que en la actualidad es la número dos si consulta esa entrada en el diccionario de la RAE) para adaptar la entrada a los tiempos que corren. Lo que aún no está claro, a pesar de lo que piensa el cardenal McElroy, es que en el futuro siga habiendo laicos con derecho a voto que participen en encuentros que reciban la denominación de sínodo.
«Si a partir de ahora la Iglesia (no solo Francisco) […] seguramente acabarían reflejándolo en el diccionario»
Y, si a partir de ahora, Francisco y su cla llamasen bicicletas a los bolígrafos, la RAE, sin duda, reformularía el idioma español y cambiaría cualquier definición que se le antojase, naturalmente.
No sé si es usted muy consciente de que no solo Francisco y sus turiferarios no son la Iglesia, sino que el grueso de los católicos tanto practicantes como no practicantes pasan de sus chorradas y, muy especialmente, de los «bergoglemas». Y, aunque no fuera así, tampoco la mayoría podría cambiar la realidad: puede comenzar a decir que el cielo es verde, pero con ello no va a cambiar el color del cielo, sino sólo la palabra empleada. Y, en el caso que nos ocupa, todo el mundo emplea la palabra «sínodo» para referirse al bodrio inventado por Francisco, solo para entenderse, no porque realmente sea un sínodo, que no lo es.
Su defensa de la burda manipulación del lenguaje por parte de Francisco, que tiene como única finalidad justificar lo que quiere plasmar en el documento final y eludir su responsabilidad («no he sido yo; ha sido el ‘sínodo’, inspirado por él ‘espíritu’»), resulta de lo más pueril: las palabras ya no significan lo que son las cosas, sino lo que quiera Francisco (o usted), que es como el Sr. Huevo en «Alicia en el País de las Maravillas», pero en más «rústico»:
«–Cuando yo uso una palabra –dijo H u m p t y D u m p t y
con un tono burlón– significa precisamente lo que yo decido que signifique: ni más ni menos.
–El problema es –dijo Alicia– si usted puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
–El problema es –dijo H u m p t y D u m p t y– saber quién es el que manda. Eso es todo».
«Le recuerdo que en su día añadieron una nueva acepción a la entrada matrimonio»
¿Y consiguieron cambiar la realidad? No: el matrimonio sigue siendo sólo la unión de un hombre y una mujer. El diccionario, en la acepción que dice, se limita a señalar cómo llaman en algunos países a las uniones homosexuales, a las que han otorgado privilegios sin exigirles las obligaciones que comporta el verdadero matrimonio: «En determinadas legislaciones, unión de dos personas del mismo sexo». La RAE tiene razón: así lo denominan ciertas legislaciones. Pero ninguna ha conseguido que realmente lo sea.
Pido disculpas de antemano por la (futura) repetición de la segunda parte de mi comentario, que he tenido que publicar varias veces, modificándolo, porque el sistema no reconocía el nombre del «Sr. Huevo» (no sabía si era esa la palabra problemática), y cuando publiquen esos comentarios manualmente (ahora mismo están ocultos, porque han quedado automáticamente «en moderación»), aparecerá varias veces lo mismo.