El mediático jesuita estadounidense James Martin, ‘padre’ sinodal y autodesignado apóstol del pueblo que peregrina bajo la bandera arcoiris, se ha mostrado decepcionado con el documento final de esta primera parte del interminable sínodo de la sinodalidad.
Ha pasado como con el Sínodo de la Amazonia, que prometía mucho para satisfacer al sector revolucionario y al final quedó en nada: ni curas casados ni sacerdotisas ni nada revolucionario en la exhortación postsinodal Querida Amazonia de Francisco.
Tanto como ha figurado en los runrunes parasinodales el tema de la bendición de parejas del mismo sexo y, en general, la ‘acogida’ de las personas LGTB, para luego vérselas con un documento final indigerible de prosa burocrático-empresarial que no dice nada y no menciona siquiera a los protegidos de Martin, como tampoco dice esta boca es mía de las diaconisas.
Y Martin, que se las prometía tan felices, ha expresado su decepción en el británico The Tablet: “Sospecho que la mayoría de los católicos LGBTQ estarán decepcionados de que ni siquiera se les mencione en la síntesis final”. El texto contrasta, dice, con las numerosas discusiones de mesa y peticiones de palabra en las sesiones plenarias del sínodo, en las que el asunto salía una y otra vez.
Cierto que en el documento hay dos pasajes que apuntan a diferentes puntos de vista entre los miembros del sínodo sobre cuestiones de sexualidad. Por ejemplo, la asamblea afirma que algunos temas, como la cuestión de la identidad de género y la orientación sexual, son controvertidos no sólo en la sociedad sino también en la Iglesia porque plantean nuevas preguntas. Pero eso es todo.