La ley de obsolescencia de los superhombres

La ley de obsolescencia de los superhombres
|

InfoVaticana les ofrece algunos de los mejores extractos de los libros de la editorial Homo Legens. Puede comprar todos los libros en www.homolegens.com

Hoy les ofrecemos este extracto del libro «Juana y los poshumanos» de Fabrice Hadjadj. El autor traslada al lector a la ‘Democracia Mundial’, un régimen distópico fundamentado en el rechazo de la carne y la exaltación del espíritu. Las diferencias de los sexos ya son sólo aparentes, las relaciones humanas no se dan sino en el ámbito de lo virtual y el coito ha sido abolido, sustituido por un programa tecnológico que conecta a miles de personas y que permite explorar el universo entero del goce.

En esta obra de teatro, que es un retrato de la dictadura entre gnóstica y eugenésica que está por venir, el lector español se encontrará con un Hadjadj sublimado. En cada frase, en cada párrafo, en cada página, en cada acto, ese estilo fresco y ágil tan característico en él aparece entreverado de una causticidad más lírica que de costumbre. Lo exige, quizá, el género literario elegido: Hadjadj no expone aquí su filosofía abiertamente, sino a través del drama de unos personajes tiranizados por un sistema que se cimienta sobre la negación de la naturaleza humana.

La ley de obsolescencia de los superhombres

Cuando el profesor Frydman 21 descubrió la manera de bloquear los genes del envejecimiento y de hacer que los humanos, por así decir, fueran inmortales, los cronistas advirtieron casi unánimemente de los peligros de una mutación tan radical: iríamos de cabeza a la superpoblación, se impediría la renovación de las generaciones… Ahora bien, no hubo nada de eso. Hay que rendirse a una rara evidencia: desde que los hombres han logrado la inmortalidad sobre la tierra, la tasa de mortalidad no ha decrecido. Ha detenido, incluso, cierta tendencia a aumentar, aunque no a causa de nuevas enfermedades, y tampoco porque haya habido más guerras o más muertes naturales…

Entre las causas de este fenómeno está, en primer lugar, esa ley que conocen bien los sociólogos y que se llama «Ley de Obsolescencia de los Superhombres». Desde que se mejoró al humano en función de los últimos avances tecnológicos y se reemplazó su nacimiento por una producción libre de defectos, se temía que su existencia estuviese sometida por completo al juego de la moda y a la necesaria renovación del parque industrial. De hecho, su salida del envejecimiento físico supuso también su entrada en la obsolescencia de las máquinas. Su perfeccionamiento tuvo como contrapartida entregarlo a una caducidad diferente. Lo mismo que el ordenador de nueva generación confiere un aspecto de dinosaurio al ordenador del año anterior, lo mismo que una funcionalidad que esté de moda está anticuada al año siguiente, así, los descubrimientos más recientes hacen que el hombre nuevo esté en desuso rápidamente, porque está fabricado según procedimientos y modas propias de su tiempo. Los paleo humanos, que no podían hacer nada contra la senilidad, al menos podían resistir a esa caducidad: los desarrollos técnicos y sociales no les afectaban más que en sus vestimentas o, como mucho, en sus accesorios exteriores. En el momento en que esos desarrollos nos afectaron en nuestra misma estructura, es decir, cuando nos convertimos en transhumanos, no nos quedó más remedio que estar forzados a obedecer la dura ley de la tendencia y la innovación. Por eso, muchos de entre nosotros deciden generosamente, dejar a otros su lugar, como un ábaco se desvanece ante una calculadora o un motor de explosión ante una batería de fusión fría. Pero nada impide que algunos permanezcan y sean apreciados por los recién llegados, de la misma forma que la gente aprecia los coches antiguos de colección.

De todas formas, aún sin esa ley de obsolescencia de los superhombres, hay que reconocer que los inmortales se suicidan con más facilidad que los mortales. Hay quienes hablan de desesperanza. Nuestros psicólogos han demostrado que se trataba, más bien, de una emoción gozosa, incluso de un espíritu de sacrificio. Además, no hablemos de suicidio, como los reaccionarios detractores de la DeMo. Hablemos de culminación de la libertad. Aunque el hombre nunca podrá darse a sí mismo la vida, siempre tiene la opción de darse la muerte, y la más elevada virtud de la inmortalidad es, al fin y al cabo, permitirnos dejar este mundo cuando queramos, como queramos…

Por eso, las Casas Azules se han multiplicado en estas últimas décadas: en ellas, animadores cualificados le proporcionan a cualquier ciudadano libre, de forma gratuita, lo que se denomina una «retirada anticipada» y, más aún, el «éxtasis supremo»…

***

Este fragmento, ha sido extraído del libro Juana y los poshumanos (2019) de Fabrice Hadjadj, publicado por Bibliotheca Homo Legens.

Este título y muchos más pueden adquirirse a un precio especial como parte de las ventajas exclusivas del Club del Libro, un servicio de suscripción por el que podrá conseguir hasta veinticuatro libros del catálogo de Bibliotheca Homo Legens —valorados hasta en 500 euros— al año, sin gastos de envío. Puede encontrar más información en https://homolegens.com/club-del-libro/.

Ayuda a Infovaticana a seguir informando

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 caracteres disponibles