Celebrar: conmemorar, alabar, reverenciar.
Después de varios años de discusión con mi hija mayor debido a que en su clase todo el mundo celebra Halloween. Hoy ya no me he podido controlar. Este artículo va al grupo de padres del colegio sí o sí.
Desde finales de septiembre, no se puede entrar en un centro comercial, una tienda o un supermercado sin encontrarte con la cara de alguna bruja, una calabaza o un fantasma. Y es que la celebración de Halloween es una de las fiestas más rentables que existen. Hay que comprar decoración, golosinas, disfraces… es la gran celebración del año. Poco a poco va ganando en popularidad y se acerca peligrosamente al top 1, compitiendo con la fiesta de Nochevieja.
Pero ¿por qué lo celebramos? ¿Qué nos importa a nosotros el final de la cosecha de los celtas de hace 2000 años? ¿Qué tenemos que ver con Samhain? Absolutamente nada. Los celtas creían que durante este día los espíritus de los muertos regresaban a la tierra y se disfrazaban para ahuyentar a los espíritus malignos.
Si los españoles creyéramos eso, ese día habría colas kilométricas en los confesionarios de toda España. Y todos iríamos chorreando agua bendita y con cruces de plata a modo de escudo. Porque somos así. Viva la vida, hasta que nos “cagamos vivos y lloramos”.
La realidad es que no tenemos ni idea de por qué lo celebramos. Ni siquiera sabemos qué celebramos. Es divertido, te disfrazas, bebes y te lo pasas bien. ¡¡Genial!! Eso lo puedes hacer cualquier sábado, subnormal.
Pero conmemorar así y disfrazarte de cosas malas, coqueteando con lo maligno y lo sobrenatural no tiene nada de divertido. Hay niños pequeños disfrazados de demonios. No le veo la gracia en jugar así con lo que uno no entiende.
Nuestra tradición es mucho más bonita y mucho más alegre que todo eso. En España siempre se ha celebrado el Día de Todos los Santos y el Día de los Difuntos.
El 1 de noviembre se celebra el Día de Todos los Santos. Un día donde desaprovechamos la oportunidad de que nuestros hijos se fijen en Juan Pablo II, Teresa de Calcuta o Francisco de Asís. En lugar de promover querer ser como ellos y disfrazarse de estos personajes heroicos y animarles a seguir su ejemplo, les disfrazamos de demonio, bruja o fantasma. ¡¡Bravo!! Os aplaudo.
El 2 de noviembre celebramos el Día de los Difuntos. Tradicionalmente, es el día para ir a los cementerios a rezar por nuestros difuntos, porque necesitan nuestros rezos para poder ir al cielo si siguen en el purgatorio. No quiero ni pensar en el cabreo monumental de nuestros abuelos en el purgatorio cuando recorremos las calles durante horas con Spiderman de la mano buscando caramelos pero somos incapaces de acercarnos a su tumba y rezar un misterio del rosario. Yo estaría super enfadada. Supongo que a eso se referían los celtas cuando decían que los espíritus bajaban a la tierra. Si pudiera, mi abuelo bajaría a darnos un par de collejas.
No os dejéis engañar.
(Tomado del blog A mi amiga primeriza)
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Bueno…. A los que fuimos niños y adolescentes en años 70 y 80, en colegios religiosos, y sin faltar a misa ni un domingo… no se nos habló de lo de Todos los Santos ni de los Difuntos. Silencio silencio. Es en años recientes, «gracias» a Halloween, que algunos curas y catequistas quieren reivindicarlo a toda prisa.
Hubo CULPABILIDAD nuestra, de crear un vacío en el tema difuntos.
Lo de no hablar a los niños de la muerte data de los años 70. Así estamos.
Quiero decir: el verdadero culpable no son «los comercios, los americanos…» sino nuestra dejadez. Un macro pecado de omisión.
Y como foto del artículo… ¡una de Halloween! Es hacerle más propaganda, aunque sea para criticarlo
No se predica, no se enseña, la gente se nutre del televisor o de las canciones populares, algo tiene que consumir. Como dijo Amalia, prado de omisión de no enseñar la doctrina, desde el vaticano II. Sin duda.