Laica en el sínodo: No hay que poner demasiado énfasis en el sacerdocio femenino

Reneé Ryan, profesora de teología y filosofía en la Universidad de Notre Dame en Australia Reneé Ryan, profesora de teología y filosofía en la Universidad de Notre Dame en Australia
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A Reneé Ryan, profesora de teología y filosofía en la Universidad de Notre Dame en Australia y ‘madre sinodal’, no le gusta que nos fijemos demasiado en la cuestión del sacerdocio femenino ni, en general, en aspectos particulares debatidos en el sínodo.

«Se pone demasiado énfasis en la cuestión del sacerdocio femenino», aseguró ante los periodistas Renée Ryan, profesora de Oceanía, sobre el Sínodo sobre la sinodalidad.

Ryan subrayó la importancia de «no distraernos con cuestiones individuales, sino preguntarnos qué es lo que realmente quieren las mujeres, como un mayor apoyo a la familia, incluso económico, para no vernos obligadas a elegir entre la familia y el trabajo». La ordenación de las mujeres al sacerdocio no es ciertamente su primer problema». “La igualdad en la Iglesia es unidad en la diversidad”, aseguró, recurriendo a una originalísima fórmula.

En una nota personal, me resulta imposible dejar de señalar, después de haber leído tantos textos, declaraciones y pronunciamientos sinodales, que en situación tan alarmante para el futuro de la Iglesia resalta el uso y abuso de expresiones vagas y biensonantes, sospechosamente cercanas al lenguaje de la demagogia política dominante en el mundo: el «nuevo comienzo», «una evangelización sanadora», «vamos hacia adelante en la sinodalidad», «somos canales activos de la paz», «enriquecidos por la experiencia de la escucha», «las mujeres son elementos dinámicos de misión»…

El contraste con lo que ha sido el lenguaje acostumbrado en Roma, preciso como un cuchillo, no puede ser más notorio.

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Comentarios
7 comentarios en “Laica en el sínodo: No hay que poner demasiado énfasis en el sacerdocio femenino
  1. Sólo un poquitín, no más. Una «migita» como decimos en Andalucia. Yo en cambio, como católico integrista, estimo que el Sínodo había que tirarlo a la basura en su totalidad, sin dejar un poquito siquiera. Todo se andará.

  2. No es preciso que se molesten en nada, ustedes que ya ha ha metido el hocico en todo, porque ustedes no representan a la iglesia ni «jartos» de vino. Ustedes están preparando un chiringuito donde se pasearan y tomarán chocolate con churros para distraerse; pero muy lejos de la Iglesia de dos mil años. Su iglesia,para que sigan haciendo elmoso. No han contado con qué, la última palabra la tenemos los que amamos a Jesucristo y su Iglesia. Estamos de ustedes hasta por encima de muchas cosas. Váyanse con Satanás que lo llevan claro.

  3. Ese lenguaje me recuerda a mi infancia (dicho sin nostalgia, al contrario. Me recuerda a lo peor, esas «catequesis » bobaliconas, aduladoras, y esas homilías comentando el telediario). Luego las cosas parecieron mejorar un poco (al menos daba alegría escuchar/leer al Papa, Juan Pablo II o Benedicto). Y ahora, ¡hala! el retroceso a la memez de siempre (desde mi punto de vista sí, es la de siempre. Ys sé que históricamente fue distinto).
    Vaya cruz. En vez de consuelo y ayuda, la Iglesua jerárquica es la mayor cruz.
    Pero yo seguiŕé siendo católica.

  4. Desde luego en cuanto la no ordenación de mujeres ha sido decisión de Cristo avalada por la tradición de milenios, entra en la categoría de lo sagrado inmodificable. Pero fijémonos en un punto que no se suele mencionar, y es que la decisión del Señor es de total prudencia antropológica: el sacerdote tiene que ser itinerante, incluso si está en una sola parroquia, debe atender llevando los sacramentos a feligreses dispersos, en campo o en ciudad, debe entrar en casas y en vecindarios que pueden ser inseguros, con multitud de hombres-lobo en el entorno, ¿cómo podría el Señor ser tan imprudente como para llamar a las mujeres al sacerdocio, que no es sólo celebrar misa, a una vida ya de por sí con peligros para un hombre, y con la condición femenina mucho más? Y todavía gente con muchos galones en Roma va diciendo que con esto de las mujeres el Señor demostraba una simple dependencia de la cultura de su época.

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