Arzobispo Aguer: El sínodo está alejando a las almas de Cristo

Arzobispo Aguer
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«El Sínodo conduce a la aprobación implícita del pecado y a la tolerancia viciosa que simpatiza con él», asegura el arzobispo emérito de La Plata, Héctor Aguer, en un texto que reproduce LifeSiteNews.

Asegura el arzobispo emérito que “el reciente sínodo propuesto por Roma tiene características novedosas e inusuales. Desde hace dos años, la consulta se ha extendido, a través de las diócesis, a toda la Iglesia. Todo esto es una exageración, imposible de realizar; la supuesta democracia oculta la realidad: los resultados los decidirá el Pontífice, y le resulta difícil renunciar a la gestión voluntaria de las directrices que desea”.

“A estas alturas del pontificado de Francisco -continúa Aguer- ya se saben qué inclinaciones y tendencias se registrarán en el sínodo. Que parezca democracia; Yo decido, ¿a quién se puede engañar? El tiempo sinodal lleva varios años gestándose. Otra novedad es la participación de laicos y, según la “perspectiva de género”, también de mujeres. Esta es la primera vez que esto ha pasado; Los obispos no son los únicos participantes”.

Aguer teme que el sínodo se ‘contagie’ de su correlato alemán, “que huele a herejía. Roma guarda silencio, se puede sospechar que el silencio es su acuerdo. El sínodo alemán está obsesionado con dos cuestiones principales: la comunión de los divorciados que han entrado en una segunda unión y la exigencia de una mayor inserción de los homosexuales en la comunión eclesial. No me refiero aquí a los muchos eclesiásticos que son homosexuales. También –y esto ya es una cuestión histórica– la oposición a la encíclica Humanae vitae del Papa Pablo VI . Como señala el diario bonaerense La Prensa recuerda: “Francisco hizo de la crisis climática uno de los pilares fundamentales de su liderazgo de una década”. Es muy probable que el Sínodo en curso aborde también este tema e insista en él”.

Le preocupa al prelado la aquiescencia vaticana con respecto a la Agenda 2030 de la ONU, a la que en realidad debería oponerse pública y proféticamente, al tratarse de “un proyecto globalista de las Naciones Unidas y agencias asociadas, que presiona a los estados para que adopten políticas de aborto y “educación sexual integral”. Los objetivos de esta agenda están relacionados con la “perspectiva de género”; en realidad es una ideología, que es el fundamento educativo por excelencia”.

Llama la atención del purpurado la “obsesión por adoptar la cuestión sexual como base de todos los debates, lo que repercute en la política demográfica, como se vio en la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (Bucarest, 1974). En la edición de 1994 de la misma conferencia, convocada en El Cairo, Egipto, se pidió a los estados que aprobaran el aborto legal y medidas educativas para reducir la tasa de natalidad. En realidad, la petición resultó difícil de resistir”.

Finalmente, se pregunta: “¿Hacia dónde conduce el camino sinodal? Conduce a la aprobación implícita del pecado y a la tolerancia viciosa que simpatiza con él. El Catecismo de la Iglesia Católica es muy claro sobre las desviaciones que amenazan el orden de la verdad y del bien. El mundo necesita que el Oficio Apostólico se ejerza con solicitud: no se debe confundir la meta, no se debe equivocar el camino”.

Y concluye: “El progresismo del actual pontificado reaparece en medio de las ruinas que ha producido y despliega así sus últimos recursos. Desde esta perspectiva podemos interpretar la vida de la Iglesia, en la que también se manifiesta la providencia de Dios. Seamos humildes ante el misterio de los designios insondables del Señor de la historia”.