Lício de Araújo Vale, sacerdote de la diócesis de São Miguel Paulista, cuenta en Vatican News que de agosto de 2016 a junio de 2023, cuarenta sacerdotes se suicidaron en Brasil.
En la presentación de su libro ‘Y fueron abandonados’, el padre Lício afirma que el suicidio es una epidemia «silenciosa y silenciada». No se habla de ello porque «no nos gusta hablar de la muerte», y porque las familias no quieren remover la herida. Pero cree que es «imprescindible» hablar de ello, porque 9 de cada 10 suicidios podrían prevenirse. Sin «información cualificada» no se puede prevenir nada, por eso es «fundamental» conocer el asunto y hablar de él. Dice que su obra no es técnica, sino «el libro de un sacerdote católico para un público católico común al que quiere dar información sobre el tema, en la perspectiva de prevenirlo».
«El suicidio es un fenómeno complejo y multifactorial», afirma en el artículo: «En el caso de los sacerdotes, varios estudios apuntan que los principales factores de riesgo son el estrés, la soledad y la sobrecarga de exigencias». Se enfrentan al desafío de actuar en un sociedad «cada vez más individualista, secularizada y basada en el espectáculo, con grandes exigencias deducidas de los cambios sociales y la pluralidad de valores».
Esto influye de manera determinante sobre la vida de los religiosos, porque la evolución de la sociedad postmoderna «ha cambiado la imagen que las personas tienen de la Iglesia».