En la Solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, el Papa Francisco celebró la Santa Misa en la Basílica de san Pedro.
Como es tradicional este día, el Papa bendijo los palios que recibirán los arzobispos nombrados en el curso del año. Allí estaban presentes el arzobispo electo de Madrid, José Cobo; Gil Tamayo, arzobispo de Granada y Enrique Benavent, arzobispo de Valencia.
En su homilía, el Papa Francisco destacó de san Pedro como él «lo dejó todo para seguir al Señor». «Pedro no le dijo a Jesús que se lo pensaría, no hizo cálculos para ver si le convenía, no puso excusas para demorar la decisión, sino que dejó las redes y lo siguió, sin pedir de antemano ninguna seguridad», añadió.
El Papa avisó que a la hora de seguir al Señor «no podemos poner excusas» y alertó de que «algunas excusas se disfrazan de espiritualidad, como cuando decimos «no soy digno», «no soy capaz», «¿qué puedo hacer yo?». Esto es un truco del demonio, que nos roba la confianza en la gracia de Dios, haciéndonos creer que todo depende de nuestras capacidades».
Sobre san Pablo, el Papa reconoció que dedicó «su vida a recorrer tierra y mar, ciudades y aldeas, sin importarle sufrir penurias y persecuciones con tal de anunciar a Jesucristo». «Viendo su historia, parece que cuanto más anuncia el Evangelio, más conoce a Jesús», añadió.
Francisco subrayó como «el anuncio de la Palabra a los demás también le permite penetrar en las profundidades del misterio de Dios; el Pablo que escribió «¡ay de mí si no predicara el Evangelio!».
Les ofrecemos la homilía completa pronunciada por el Papa:
Pedro y Pablo, dos Apóstoles enamorados del Señor, dos columnas de la fe de la Iglesia. Y mientras contemplamos sus vidas, el Evangelio de hoy nos presenta la pregunta que Jesús hace a sus discípulos: «¿Quién dicen que soy?» (Mt 16,15). Esta es la pregunta fundamental, la más importante: ¿quién es Jesús para mí? ¿Quién es Jesús en mi vida? Veamos cómo respondieron a esta pregunta los dos Apóstoles.
La respuesta de Pedro se podría resumir en una palabra: seguimiento. Pedro vivió en el seguimiento del Señor. Cuando Jesús interrogó a los discípulos aquel día en Cesarea de Filipo, Pedro respondió con una hermosa profesión de fe: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Una respuesta impecable, precisa, puntual, podríamos decir una perfecta respuesta de «catecismo». Pero esa respuesta es fruto de un camino. Sólo después de haber vivido la fascinante aventura de seguir al Señor, después de haber caminado con Él y en pos de Él durante tanto tiempo, Pedro llega a esa madurez espiritual que lo lleva, por gracia, por pura gracia, a una profesión de fe tan lúcida.
De hecho, el mismo evangelista Mateo nos cuenta que todo empezó un día en que, a orillas del mar de Galilea, Jesús pasó por allí y lo llamó, junto con su hermano Andrés, e «inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron» (Mt 4, 20). Pedro lo dejó todo para seguir al Señor. Y el Evangelio subraya que los hizo “inmediatamente»: Pedro no le dijo a Jesús que se lo pensaría, no hizo cálculos para ver si le convenía, no puso excusas para demorar la decisión, sino que dejó las redes y lo siguió, sin pedir de antemano ninguna seguridad. Todo lo iría descubriendo día a día, al seguir a Jesús y caminar tras Él. Y no es casualidad que las últimas palabras que Jesús le dirige en los Evangelios sean: «Tú sígueme» (Jn 21,22), es decir el discipulado.
Pedro, por tanto, nos dice que a la pregunta «¿quién es Jesús para mí?» no basta responder con una fórmula doctrinal impecable, ni siquiera con una idea que nos hayamos construido de una vez por todas. No. Es siguiendo al Señor como aprendemos a conocerlo cada día; es haciéndonos sus discípulos y acogiendo su Palabra la manera en que nos convertimos en sus amigos y experimentamos su amor transformador. Ese «inmediatamente» resuena también para nosotros: si podemos posponer tantas cosas en la vida, el seguimiento de Jesús es inaplazable; ahí no podemos dudar, no podemos poner excusas. Y cuidado, porque algunas excusas se disfrazan de espiritualidad, como cuando decimos «no soy digno», «no soy capaz», «¿qué puedo hacer yo?» Esto es un truco del demonio, que nos roba la confianza en la gracia de Dios, haciéndonos creer que todo depende de nuestras capacidades.
Despojarnos de nuestras seguridades terrenales, inmediatamente, y seguir a Jesús cada día: ésta es la encomienda que Pedro nos confía hoy, invitándonos a ser Iglesia en seguimiento. Una Iglesia que desea ser discípula del Señor y humilde servidora del Evangelio. Sólo así podrá dialogar con todos y convertirse en lugar de acompañamiento, cercanía y esperanza para las mujeres y los hombres de nuestro tiempo. Sólo así, incluso aquellos que están más alejados y a menudo nos miran con desconfianza o indiferencia, podrán finalmente reconocer, con el Papa Benedicto: «La Iglesia es el lugar del encuentro con el Hijo de Dios vivo, y así es el lugar de encuentro entre nosotros» (Homilía en el II domingo de Adviento, 10 diciembre 2006).
Y ahora llegamos al Apóstol de los gentiles. Si la respuesta de Pedro consistió en el seguimiento, la de Pablo fue el anuncio, el anuncio del Evangelio. También para él todo comenzó por gracia, con la iniciativa del Señor. En el camino de Damasco, mientras llevaba a cabo con determinación feroz la persecución de los cristianos, atrincherado en sus convicciones religiosas, Jesús resucitado le salió al encuentro y lo dejó ciego con su luz, o, mejor dicho, gracias a esa luz Saulo se dio cuenta de lo ciego que estaba: encerrado en el orgullo de su rígida observancia, descubrió en Jesús el cumplimiento del misterio de la salvación. Y, comparado con la sublimidad del conocimiento de Cristo, considera en adelante como «desperdicio» todas sus certezas humanas y religiosas (cf. Flp 3,7-8). Así, Pablo dedica su vida a recorrer tierra y mar, ciudades y aldeas, sin importarle sufrir penurias y persecuciones con tal de anunciar a Jesucristo. Viendo su historia, parece que cuanto más anuncia el Evangelio, más conoce a Jesús. El anuncio de la Palabra a los demás también le permite penetrar en las profundidades del misterio de Dios; el Pablo que escribió «¡ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1Co 9,16) es el mismo que confiesa «para mí la vida es Cristo» (Flp 1,21).
Pablo, entonces, nos dice que a la pregunta «¿quién es Jesús para mí?» no se responde con una religiosidad intimista, que nos deja indiferentes ante la inquietud de llevar el Evangelio a los demás. El Apóstol nos enseña que crecemos en la fe y en el conocimiento del misterio de Cristo cuanto más somos sus heraldos y testigos. Esto sucede siempre: cuando evangelizamos, somos evangelizados. Es una experiencia diaria, cuando evangelizamos, permanecemos evangelizados. La Palabra que llevamos a los demás vuelve a nosotros, porque en la medida en que damos, recibimos mucho más (cf. Lc 6, 38). Esto también es necesario para la Iglesia de hoy: poner el anuncio en el centro. Ser una Iglesia que no se cansa de repetir «para mí la vida es Cristo» y «ay de mí si no predico el Evangelio». Una Iglesia que necesita el anuncio como el oxígeno para respirar, que no puede vivir sin transmitir el abrazo del amor de Dios y la alegría del Evangelio.
Hermanos y hermanas, celebremos a Pedro y a Pablo. Ellos respondieron a la pregunta fundamental de la vida “¿quién es Jesús para mí?”, viviendo el seguimiento y anunciando el Evangelio. Es hermoso si crecemos como Iglesia del seguimiento, como Iglesia humilde que nunca da por sentado la búsqueda del Señor. Es hermoso si nos convertimos en una Iglesia en salida, que no encuentra su alegría en las cosas del mundo, sino en anunciar el Evangelio al mundo, para sembrar la pregunta sobre Dios en el corazón de las personas. Llevar al Señor Jesús a todas partes, con humildad y alegría: en nuestra ciudad de Roma, en nuestras familias, en las relaciones y en los barrios, en la sociedad civil, en la Iglesia, en la política, en el mundo entero, especialmente allí donde anidan la pobreza, la degradación y la marginación.
Y, hoy, en el momento en que algunos de nuestros hermanos arzobispos reciben el palio, signo de comunión con la Iglesia de Roma, quisiera decirles: sean apóstoles como Pedro y Pablo. Sean discípulos en el seguimiento y apóstoles en el anuncio, lleven la belleza del Evangelio a todas partes, junto con todo el Pueblo de Dios. Y, por último, quisiera dirigir un afectuoso saludo a la Delegación del Patriarcado ecuménico, enviada hasta aquí de parte de mi querido Hermano Su Santidad Bartolomé. Gracias por su presencia, gracias: avancemos juntos, avancemos juntos, en el seguimiento y el anuncio de la Palabra, creciendo en fraternidad. Que Pedro y Pablo nos acompañen e intercedan por todos nosotros.
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Francisco vuelve a incurrir en el error de defender la «pura gracia», lo que está condenado por la Iglesia. Dios nos da la gracia, pero quiere que ejercitemos nuestro libre albedrío cooperando con nuestro esfuerzo a la gracia recibida.
No olvides que la homilia no es es una cátedra de teología, una clase de catecismo, es un compartir para que la palabra proclamada ilumine la vida del pueblo de Dio. Si tú crees que tus homilias son mejores que las del Papa no te vendría mal un poquitín de humildad.
Tampoco es una tribuna política o una cátedra de sociología, psicología, o de heterodoxia, que, en vez de iluminar, confunda; o, peor aún: que engañe. Y deje ya de repetir los mismos mantras, con las palabras exactas, pues por más que cambie de nick es usted inconfundible, así como su dislexia y las majaderías de troll de cuarta regional que escribe siempre. Abandone su obsesiva persecución a los sacerdotes que escriben en esta página y sométase a un exorcismo, farsante.
Qué facilidad para andar a diestra y siniestra recomendando exorcismos… Quiero ahora pensar que es una payasada que intenta ser jocosa.
Por qué no da la cara y deja de esconderse en seudónimos que no le van?
Deje la cobardía y asuma lo que escribe.
No sé de que se sorprende: no hay nada mejor contra la posesión diabólica que un buen exorcismo.
«Por qué no da la cara y deja de esconderse en seudónimos que no le van?»
Yo sólo empleo uno, con el cual me basta y me sobra. No necesito fingir que más gente adhiere a la verdad, pues ésta no depende del número de personas que la aceptan (usted, en cambio, con esos infantiles cambios de nick, debe de pensar que una falsedad suya se va a convertir en verdadera si hace creer a los demás que la sostienen más personas).
«Deje la cobardía y asuma lo que escribe»
No sea usted cobarde y realice su petición aportando: nombre y apellidos, número de DNI o pasaporte, dirección, teléfono, email… Si no, déjese de gaitas y de ser tan hipócrita, y sométase a un exorcismo, farsante.
La evangelización que promueve Francisco está falseada, pues para él, la Iglesia no ha de hacer proselitismo sino «dialogar» y acompañar», mientras que Cristo manda lo contrario, no dialogar sino predicar, no acompañar consintiendo el error y el pecado, sino corrigiéndolo, y en definitiva, haciendo «discípulos de todas las naciones» (=proselitismo) como dice Mt 28,19.
Así es, pero Bergoglio está muy insistente en criminalizar e incluso ya lo querrá llevar al terreno de «pecado» a los que «hagan proselitismo»… EN Radio.María ya estoy advirtiendo esa tendencia, es curioso, una radio que se supone «evangeliza», aunque ahora están con la «nueva evangelización».. si siguieran tanto la adulación que dan a Bergoglio, deberían cerrar la radio ¿no? ¿Qué es eso de dar a entender que hay que creer en Jesucristo y venerar a su Madre, la Virgen María? ¿No es eso puro proselitismo? SE tiran piedras contra su propio tejado, pero ahí siguen, en el error de la adulación al destructor.
Sacerdote Católico. Tal vez no sea una cosa importante para la fe, pero me di cuenta que este necio la palabra seguimiento fue la que más pronunció.
Esta alocución ni siquiera puede ser llamada sermón u homilía, como todo lo que pronuncia.
Habla como si nunca hubiera estado en un seminario, desconociendo las enseñanzas de la Iglesia.
Preciosa y atinada homilía sobre S.Pedro y S. Pablo.
Y es que cuando vivimos el encuentro con Cristo ya no podemos dejar de hablar de Él, de su obra de salvación, de su entrega, su sacrificio. Vivimos la Biblia y esta sucede en nosotros también. Pero la Palabra viva…nos convierte el corazón en carne. Da luz a nuestros ojos. En el encuentro no se le puede decir que no porqué Él es aquello que nos falta, lo que nos completa, lo que buscamos toda nuestra vida y no pudimos encontrar. «Toda rodilla se dobla» en el encuentro, toda! Y se le sigue, ni siquiera se lo plantea uno, no se pregunta ¿le sigo o no? no! se le reconoce y se le sigue. Es nuestro Pastor. En un instante se le sigue. Y se le proclama! se llena uno la boca de Él pues es nuestro enamorado: el Esposo.
Es también nuestro maestro, que por el Esp.Santo, nos pule y nos enseña.Su luz nos revela nuestra oscuridad. Nos nfunde al amor al prójimo,
Gloria a Dios
ACS Araceli Campos Sarmiento, la que nunca se digna responderme.
¿Pero cuándo demonios te dejarás de decir tantas estupideces?
¡Eres una egoísta! Hablas de Jesucristo como si fuera de tu propiedad. ¿NO comprendes que debemos convertir a los demás? Todo lo que dices son palabras que se lleva el viento.
Es repugnante todo eso.
ACS y su tostonazo de telepredicador protestante, es como el desayuno, no puede faltar.
«Si alguno dijere que la revelación divina no puede hacerse creíble por signos exteriores, y que, en consecuencia, sólo por la experiencia individual o por una inspiración privada deben ser movidos los hombres a la fe, sea excomulgado» (Concilio Vaticano I, De fide can.2.)
El conocimiento de Dios no debe destruirse en un falso altar de las emociones, ni ser pulverizado en sentimientos, “enamoramientos sobrenaturales», sensiblerías humanas, demasiado humanas. Las emociones, sin el freno de la razón, sin el control de la gracia, sin el imperio de la ascética, tiranizan la vida cristiana y la hacen empatizar con el pecado.
¿He sido bloqueada por Infovaticana? No salen mis comentarios. Yo no soy de las que ofenden o hacen comentario de burlas a usuarios… En fin…
Aliseya,
Nos pasa a todos. Al menos a mí . A veces, se me abre una ventana que dice:
No tiene permiso para continuar etc. Con una mano en señal de stop.
En fin…
A mí también a veces me ocurre. Cuando queda sujeto a moderación, se pueden cambiar ciertas palabras que el sistema automático no acepta. Pero cuando niega el permiso para continuar, no hay nada que hacer, salvo continuar en otro momento.
Maravillosa homilia del Santo Padre, bellísimo gesto de pedir a los nuevos arzobispos que sean discípulos en el seguimiento y apóstoles en el anuncio.
Sí, es tan «maravillosa» que merece el elogio de un troll endemoniado como usted (lo cual es prueba de justo lo contrario; cuando el río suena…). Con amigos como usted, ¿quién necesita enemigos? Cada uno tiene los fans que se merece. Déjese de hacer el indio con esos ridículos cambios de nick y sométase a un exorcismo, farsante.