DIARIO DE UNA FILOTEA
17 junio 2023
Mientras que la expansión del cristianismo en el mundo urbano comportó históricamente el desarrollo de parroquias (etimológicamente, del griego παροικια – παρα οικια, “junto a las casas”), el cristianismo rural a lo largo de la historia europea se articuló alrededor de abadías y monasterios.
El San Ireneo del título es San Ireneo de Arnois que, si la han leído, sabrán que es el pequeño pueblo de la deliciosa novela El despertar de la Señorita Prim, de Natalia Sanmartín Fenollera, en el que vive una “comunidad de exiliados del mundo moderno”.
San Ireneo parece haber sido el tipo de pueblo no lejos de una gran ciudad que iba despoblándose en favor del mundo urbano hasta el momento en que un joven converso al catolicismo y un anciano monje benedictino comenzaron a dar forma a una comunidad basada en valores tradicionales. En pocos años, el pueblo se había convertido en foco de atracción para personas de diversos orígenes y situaciones que decidieron marcharse de un estilo de vida urbano y moderno (o postmoderno). Personas católicas que quisieron educar a sus hijos en casa para que el sistema educativo no los devorase y aniquilase sus almas; pero no sólo católicos: también personas que consideraban que el mundo (en el sentido bíblico de san Juan, un lugar de no-amor) destroza a la mujer y a la familia, y que ha sustituido los valores que nos hacen civilizados (que son de hecho los valores cristianos) por el individualismo, el relativismo y una soterrada agresividad. San Ireneo es un lugar que se auto-abastece, con productos artesanos de gran calidad, con horarios laborales y comerciales que se adaptan a las necesidades de las familias, y con una abadía que es el pulmón espiritual del lugar. Un lugar en que la lectura y el estudio son fundamentales. Una comunidad necesariamente reducida en número.
Tres años después de la publicación de El despertar de la señorita Prim, en 2016, apareció La opción benedictina, de Rod Dreher. Ésta no es una novela, sino más bien un ensayo, en que el autor compara el mundo actual con el hundimiento del imperio romano y considera necesario actuar del mismo modo que lo hizo en su día san Benito de Nursia: alejarse de Roma y dedicarse “a la construcción de nuevas formas de comunidad dentro de las cuales pudiera continuar la vida moral, para poder sobrevivir a la barbarie y oscuridad que se avecinan”. Propone, en fin, la creación de comunidades católicas, donde se pueda vivir la fe en comunidad, para que los creyentes no sean arrasados ni “enfriados” por la apostasía y el ateísmo imperantes. Se dijo en su momento que era el libro sobre religión más importante de la década y, como tal vez recuerden, levantó mucha polémica. L´Osservatore Romano instó a no leerlo, pues según el sj Spadaro proponía el encierro de los católicos en ghettos. Quien escribió la reseña no debía haber leído el libro puesto que, igual que en El despertar de la señorita Prim, no se trata de comunidades exclusivas ni cerradas de creyentes, puesto que una comunidad católica está siempre inherentemente abierta a llevar el mensaje de la salvación a quienes aún no lo conocen. Se trata de crear comunidad para proteger la fe, vivirla sin rebajarla y transmitirla en su integridad.
En La opción benedictina, Dreher ya hablaba de comunidades existentes según estos principios en el sur de Italia y los Estados Unidos de América. Y, en 2021, unos empresarios franceses crearon una inmobiliaria llamada “Monasphere” con el objetivo de poner en contacto a propietarios de tierras en lugares donde existen abadías monásticas y personas que deseen vivir en torno a ellas.
¿Qué les parece? A mí, como a los discípulos de Emaús, me arde el corazón leyendo sobre estas experiencias. Joseph Ratzinger decía a Vittorio Messori en Informe sobre la fe que había tantos caminos a Dios como personas, así que entiendo que no sea el camino al que Dios nos llame a todos. Pero yo sí me siento llamada a esta vida lejos del mundo corruptor, que dice san Jerónimo, en una comunidad que vive según el Evangelio, donde se celebran los sacramentos como Dios manda (según la Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio bimilenario de la Iglesia), se nutre la fe mediante la oración litúrgica y personal y la formación. Y un contacto con el mundo para que las personas puedan conocer a Jesucristo, el único camino al Padre. Una comunidad que acoja a quienes buscan a Dios o, como en san Ireneo de Arnois, a quienes creen que las condiciones sociales dominantes pueden arrasarles. No se trata de buscar una vida fácil; al contrario: si somos milicia de Cristo sabemos que el combate forma parte de la vida y no podemos rehuirlo. Pero sí encuentro necesario un entorno en que la fe pueda oxigenarse y crecer. El ideal de la santidad en el mundo tal vez pueda funcionar para caracteres más fuertes y a la vez templados que el mío, pero yo no puedo soportarlo. Porque, además, ¿qué está ocurriendo con los colegios católicos y con las mismas parroquias? Ocurre, desgraciadamente, que muchos colegios católicos sólo lo son ya de nombre. Y, en las parroquias, es cuestión de que haya un buen párroco y, cuando lo hay, uno tiene que estar prácticamente todo el tiempo pidiendo al Señor que no se lo cambien… porque nunca se sabe si el próximo que llegará se va a preocupar de todo menos de poner a Dios en el centro de la vida de la comunidad y de la salvación de las almas de las personas que el Señor le ha encomendado. En este sentido, la abadía o el monasterio con Eucaristía diaria, posibilidad de confesión, siempre que sean como Dios manda, ofrecen la posibilidad de no vivir con esa posibilidad constante del cambio de párroco.
Se trata de saber a qué nos llama Dios: en qué lugar y de qué manera quiere que seamos testimonios suyos. Y si es en esta especie de fuga mundi, buscar la manera de lograrla. La cuestión, para mí, es el lugar que ocupa la fe y, por tanto, la salvación del alma, en la propia vida. Qué está en primer lugar y en torno a qué articular toda la vida. Y si una ya tiene esposo, cuatro hijos e hipoteca, porque su vocación es el matrimonio cristiano, y Dios ya está en el centro de esa vida, pero se ahoga en la apostasía de esta sociedad, tal vez se puede empezar buscando un San Ireneo de Arnois como segunda residencia, en una pequeña comunidad, cerca de una abadía.
Filotea
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Por lo que observo, todos los que vierten su baba la mayor parte de las veces han llegado a la conclusión de que solamente ellos son perfectos, limpios de corazón, elegidos por el Señor y por tanto asesores de Él, que se permiten en lujo de repartir bulas de salvación eterna. Solamente ellos lo saben y por eso hablan con esta suficiencia tan atrevida.
¿Hay por casualidad en ellos atisbo de humildad y caridad?
Para los inteligentes: «Dios no es madre». ¿De que manera se expresó San Juan Pablo II, el más grande Papa despues de Sanan Pedro? No lo sé Siempre sacan a relucir que besó El Coran, libro sagrado de los ismaelitas, descendientes directos del Patriarca Abrahán. ¿Han leído sus Enciclicas, Cartas pastorales, audiencias y demás documentos?
Ustedes escriben solo aquí,mporque en otros medios no lo harían, al menos con ese lenguaje barriobajero.