¿Será que somos indietristas?

Misal altar
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DIARIO DE UNA FILOTEA

10 junio 2023

*Indietrista: del italiano “in dietro” (hacia atrás). Dícese del católico rígido y nostálgico, obsesionado con el pasado, especialmente con la liturgia tradicional.

Años antes de ingresar en la vida religiosa, acudía diariamente a Misa de 8 am en la parroquia de mi pueblo. Era lo mejor del día. Sacerdote en el confesionario, celebración de 30 minutos en la capilla del Santísimo, canto de entrada, breve homilía y canto final a la Virgen. Bien. Bella. No sabía nada más sobre el rito que el hecho de que había sido modificado tras el Concilio Vaticano II porque anteriormente, en latín, “la gente no entendía nada”, y sí había leído el Summorum Pontificum; Benedicto XVI era “mi papa”, así que leía todo lo que escribía. Sin más. “La Misa era la fuente y culmen de la vida cristiana”; así lo dice la Iglesia y así se vivía – o así lo vivía yo – cada día en la celebración. 

Fue al ingresar en la vida religiosa cuando mi atención a la liturgia comenzó a cambiar. Comencé a fijarme en la manera de celebrar del sacerdote, en las homilías, y a darme cuenta de detalles que hasta entonces me habían pasado desapercibidos. Sacerdotes que omitían partes de la Misa; otros que celebraban sin casulla; otros que no rezaban el Credo el domingo; y un largo etcétera. Pero el shock litúrgico fue aún más grande tras el “traslado” a la Cataluña rural (para que nadie se escandalice con la grafía, en adelante lo escribiremos así, con ñ). Habíamos imaginado que la vida rural es más tradicional que la vida urbana y, por tanto, habría “vidilla” en la Iglesia. La sorpresa fue ver que sólo las personas más ancianas, poquísimas, acudían a Misa, domingos incluidos, y que en este entorno la figura del sacerdote presente entre los fieles a diario era, no solamente un lujo, sino una especie en vías aceleradas de extinción.

Un territorio extensísimo, donde cada templo está a kilómetros de otro; con poquísimos sacerdotes si consideramos la relación número de poblaciones / sacerdotes. Lo habitual aquí es que un sacerdote sea responsable de entre cinco y dieciocho pueblos. Así: “el párroco de X tiene 18 pueblos”. Al principio, impresiona. Parece que estos sacerdotes estén muy ocupados en sus quehaceres: tantos pueblos, tantas Misas; y ¡los funerales! Siempre a disposición de la funeraria, que dicta los horarios y, claro, con la población tan envejecida, se cuentan unos dos entierros a la semana aproximadamente. Al ser nuevas en el lugar, una asume que ningún sacerdote puede venir a diario a celebrar la Misa en el santuario porque son pocos, están muy ocupados, etc. No importa. Misa dominical y de días de precepto aquí, y el resto de días vamos a Misa a la parroquia. Somos afortunadas: en nuestra parroquia se celebra Misa diariamente. Perdón, “diariamente” excepto los sábados, en que es posible que solamente se celebre una misa de sábado ¡en toda la diócesis!, en un monasterio de clausura; las demás misas “del sábado” son en realidad ya del domingo. Idiosincrasias de cada lugar… En muchísimos pueblos no tienen la fortuna de la Misa diaria, sino que se encuentran con una iglesia cerrada toda la semana y un párroco ausente. El templo se abre para la Misa semanal, allí donde la hay, o mensual, o anual… porque esto es lo que se va descubriendo con el tiempo, y es que los dieciocho pueblos del párroco de X no son iguales y no celebra Misa en ellos todos los días, ni todas las semanas ni todos los meses; en bastantes, de hecho, sólo se celebra la Misa anual del patrón. Y en algunos de estos ya ni la Misa, sino que asiste un diácono permanente que celebra liturgias de la Palabra. 

¿Estamos escribiendo todo esto para criticar a los sacerdotes? Claro que no. Es que duele, y mucho. En primer lugar, debe doler al Señor. Templos cerrados, poblaciones huérfanas de líderes espirituales, escasas confesiones. Es una especie de círculo vicioso en que sacerdotes y fieles se culpan mutuamente de la poca asistencia a las celebraciones. Es cierto que hay en muchas celebraciones una sensación de tibia costumbre, y que la demografía del lugar es la que es, pero también es cierto que hay un buen número de sacerdotes funcionarios (“mercenarios”, “asalariados” los llama el mismo Jesucristo en Jn 10, 11-18) que sólo trabajan los fines de semana. Gracias a Dios, nosotras contamos desde nuestra llegada a esta diócesis y hasta 2021 con un magnífico director espiritual y confesor; sacerdote muy formado – y vetado en la Facultad de Teología de Cataluña por haber refutado en su tesis doctoral en la Gregoriana la cristología de un sj-, con una profundísima fe y un gran amor a la Iglesia. Párroco en una capital de comarca con unos 6000 habitantes, un templo impecable, abierto muchas horas al día, con confesiones, Misa diaria. Y qué belleza de Misa. Con él comprendimos por qué hubo tantas personas que recorrieron muchos kilómetros para asistir a Misa del santo cura de Ars. Porque, aunque el sacramento sea válido, aprovecha al fiel en función de su disposición y de la manera de celebrarse. Qué unción, qué delicadeza, cuánto amor. Y qué homilías… Nos decía que todos los sacerdotes deberían fijarse en cómo celebraba la Misa Benedicto XVI, y sufrió mucho durante la pandemia, cuando tantos sacerdotes cerraron – aún más – los templos y se marcharon de los pueblos (a otros lugares, con sus familias). Se preguntaba amargamente cómo un sacerdote podía vivir sin celebrar a diario el sacrificio del altar. El Señor debía tenerle reservada una importante misión junto a Él, porque se lo llevó de repente el verano de 2021, a los cincuenta y nueve años de edad. Además de echarle mucho de menos, recordamos las importantes lecciones de vida de fe que aprendimos de él. 

Había una cuestión particular sobre la que volvíamos a menudo: el rito. Hartas de la creatividad y las prisas de algunos sacerdotes, habíamos empezado a leer mucho sobre la liturgia; sobre el Novus Ordo y el rito extraordinario. Parecía que la única solución a tantos desmanes era el Vetus Ordo. Gracias a nuestro director espiritual pudimos celebrar en diversas ocasiones la Misa por este bello rito, así como también el Novus Ordo ad orientem. Formaba parte de un reducidísimo grupo eclesial que está convencido de que el Novus Ordo puede celebrarse en continuidad con la larga tradición litúrgica de la Iglesia si se hace de manera solemne, sin prisas, con silencios, campanas, Kyrie, Sanctus, canon romano, Agnus Dei… Lo que uno acostumbra a encontrar es o bien a personas muy convencidas de la asistencia a la misa por el rito extraordinario (sé que se puede llamar de otras maneras y que ninguna es la más acertada) o a personas convencidas de lo contrario. Casualmente o causalmente, en el segundo grupo es donde pueden apreciarse los desmanes…

Yo la verdad es que a estas alturas no lo tengo aún claro… Leer sobre cómo se elaboró el nuevo ritual, los tejemanejes de Bugnini y compañía, las incomprensibles tragaderas del Santo Padre; al comparar con la belleza del Vetus Ordo, aun en sus versiones más sobrias, y la poca capacidad del sacerdote para ser creativo, yo lo tengo claro. Pero también veo a Benedicto XVI, a nuestro director espiritual y a otros poquísimos compartir ese punto de vista de continuidad, y celebrar con toda solemnidad y unción el novus ordo que, estando mucho más formados y siendo mucho más sabios que yo, me hacen pensar en la necesidad de orar mucho más al respecto y, por supuesto, amar y dar gracias por cada Misa a la que pueda asistir, que no es poco en estos tiempos que corren. 

Filotea