El ‘apóstol LGTB’ James Martin ha escrito un artículo en Outreach en donde defiende que un católico pueda celebrar y defender el mes del orgullo gay.
Mientras la Iglesia trata de centrar el mes de junio en la devoción al Corpus Christi o al Sagrado Corazón de Jesús, el controvertido jesuita prefiere poner el foco en la celebración del orgullo gay.
«Para la persona religiosa, este mes también es un recordatorio de que las personas LGBTQ son hijos amados de Dios. El Mes del Orgullo les recuerda a los católicos que deben tratar a las personas LGBTQ con el “respeto, la compasión y la sensibilidad” que ordena el Catecismo, la “ cercanía, la compasión y la ternura ” que ha enseñado el Papa Francisco, y el amor y la misericordia que Jesús mostró a todas las personas, especialmente a aquellas en los márgenes, durante su ministerio público», escribe el jesuita.
James Martin afirma que «es especialmente importante que las iglesias celebren el Mes del Orgullo, ya que gran parte del rechazo que han enfrentado las personas LGBTQ ha sido motivado por el cristianismo, al menos lo que muchas personas creen que enseña el cristianismo».
«Las iglesias también han sido lugares donde las personas LGBTQ se han sentido insultadas, rechazadas y no bienvenidas, como resultado de las palabras y acciones no solo de algunos obispos y pastores, sino también de líderes laicos católicos y fieles. Por lo tanto, es importante que las iglesias celebren el Mes del Orgullo y les recuerden a nuestros amigos LGBTQ que son bienvenidos en lo que, después de todo, también es su iglesia», argumenta el jesuita.
Martin asegura que «para la persona LGBTQ, el orgullo no se trata de vanidad sino de dignidad humana» y defiende que celebrar el mes del orgullo y el mes del Sagrado Corazón es «complementario».
El sacerdote estadounidense concluye su artículo diciendo que «tal vez la mejor manera de pensar en el Mes del Orgullo es imaginar lo que le dirías a un joven que finalmente se armó de valor para decirte que es LGBTQ. Sabes que Dios los creó. Sabes que Dios los ama. Y sabes que Dios quiere que sean quienes son. Entonces, probablemente dirías: «Estoy muy orgulloso de ti por poder decir eso».
La verdadera respuesta católica
Como apuntaba Martin al principio, las personas homosexuales han de ser «acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta» tal y como reza el punto 2358 del catecismo de la Iglesia católica. En cambio, se equivoca en pedir que los católicos aplaudamos lo que la Iglesia no aprueba.
En estos debates de brocha gorda, es necesario diferenciar bien entre la tendencia homosexual (no pecaminosa) y el acto sexual (intrínsecamente desordenado y por tanto pecado mortal). James Martin hace una generalización y colectivización de las personas homosexuales bajo las siglas ‘LGTB’ que no representan más que a unos pocos con intereses claramente perversos y contrarios a la naturaleza humana creada por Dios.
Dice Martin que si una persona te dice que es homosexual debes decirle que «Dios quiere que sean quienes son» del mismo modo que siguiendo esa argumentación habría que validar y aplaudir cualquier decisión que tome una persona, ya sea en cuanto a su orientación sexual, sexo, edad o color de piel porque así lo ha decidido y por tanto así lo quiere Dios.
Llegar a este absurdo ocurre cuando se pierde la conciencia del pecado; del bien y del mal; de lo bueno y virtuoso frente a lo malo y pecaminoso. El mismo punto del catecismo que hemos citado antes, el 2358 termina de la siguiente manera: «Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición».
Mientras Martin apuesta por la vía fácil, que pasa por decir que sí a todo y asumir los postulados que nos vende este mundo desnortado, la Iglesia tiene una respuesta para todas aquellas personas homosexuales que quieran vivir verdaderamente su fe cristiana hasta las últimas consecuencias, y que pasa por la unión íntima con la cruz del Señor. Se trata de una respuesta que no tiene cabida en nuestra sociedad del bienestar, de la autodeterminación y del libertinaje. Martin no se da cuenta de que la solución para quien siente atracción hacia personas del mismo sexo no pasa por el camino fácil y ‘avalar’ su condición. Demasiado sufrimiento padecen muchas de estas personas- hijos de Dios- como para que se les prive de un acompañamiento espiritual correcto aunque el camino sea arduo.