(Annie Laurent en La Nef)-¿Qué condiciones son necesarias para que los musulmanes, en su mayoría inmigrantes, puedan desarrollar un «islam europeo» compatible con nuestra civilización? He aquí algunas ideas para el debate.
Hoy está claro que Europa ya no es el continente mayoritariamente cristiano que fue hasta mediados del siglo XX, al menos desde el punto de vista sociológico. A pesar de la descristianización galopante, la identidad del Viejo Continente seguía siendo inseparable del concepto histórico de cristianismo. Sin embargo, ahora se caracteriza por un pluralismo religioso en el que el islam, aunque minoritario, es uno de los rasgos más llamativos, sobre todo porque se afirma con creciente visibilidad, perturbando así un mundo secularizado y necesitado de sentido y espiritualidad. La difusión del velo entre las mujeres musulmanas es signo de una afirmación identitaria que gana cada vez más terreno entre las jóvenes generaciones de todos los países. Un estudio sobre los inmigrantes de todos los orígenes que viven en Francia, publicado por el INSEE el 30 de marzo, muestra la superioridad de la transmisión religiosa en el seno de las familias musulmanas: 91% frente al 67% entre los católicos (La Croix, 31 de marzo de 2023).
En tal contexto, algunos creadores de opinión musulmanes europeos ya no dudan en proclamar la inevitable victoria del islam sobre un cristianismo que se percibe como moribundo; situación que, sin embargo, deploran con valentía algunos pensadores que aman la cultura en la que han intentado echar raíces. Las mujeres ocupan un lugar eminente en esta corriente, aunque no tengan la exclusividad (cf. entre otras: Malika Sorel, Décomposition française; Henda Ayari, Plus jamais voilée; Sonia Mabrouk, Douce France. Lettre ouverte à un pays déboussolé; Razika Adnani, Pour ne pas céder; Lydia Guirous, Ça n’a rien à voir avec l’islam?). No sin razón, dada su experiencia. Sin embargo, sus posiciones son más dignas de interés cuando no se inscriben en un feminismo ideológico.
Un fenómeno minimizado
Los dirigentes europeos han minimizado durante mucho tiempo el fenómeno, al que también han contribuido adoptando medidas que favorecen la comunitarización: ampliación de la reagrupación familiar, derecho a la tierra por la nacionalidad, aplicación de la sharia por algunos tribunales, creación de escuelas y capellanías musulmanas, etc. El escritor argelino Boualem Sansal lo atribuye a la ignorancia. «[La Unión Europea], al mantenerse en la idea de que la religión es una cuestión personal, no sabe que el islam tiene una misión divina, que es la de islamizar el mundo y gobernarlo mediante la sharia» (Cf. Revue des deux Mondes, marzo de 2023, pp. 11-24).
De hecho, la prioridad concedida a los enfoques sociológicos y secularizados, combinada con el declive de la fe y la práctica cristianas, nos ha hecho olvidar que las personas están moldeadas por una cultura que es tanto más prevalente cuanto que es religiosa. Ahora bien, lo admitamos o no, el islam contiene disposiciones incompatibles con los valores que han conformado la civilización y las tradiciones europeas y han inspirado su Derecho, basado en gran medida en las aportaciones de Atenas y Roma, así como en el Evangelio y la doctrina social de la Iglesia.
No se puede negar que el islam es uno de los principales retos a los que se enfrentan Europa y sus cristianos. Además de algunos intelectuales y responsables políticos, varios eclesiásticos llamaron la atención sobre este punto a finales del siglo XX y principios del XXI. El cardenal Paul Poupard, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, declaró en vísperas del Sínodo de los Obispos para Europa, que se celebró en Roma del 1 al 23 de octubre de 1999, que «el islam es un desafío formidable»y se hizo eco de algunas preocupaciones sobre la voluntad conquistadora de algunos musulmanes y el relativismo doctrinal en aumento en algunos medios católicos (Le Figaro, 30 de septiembre de 1999). El cardenal Giacomo Biffi, arzobispo de Bolonia, desarrolló este tema el 30 de septiembre de 2000 en una intervención en el seminario de la Fundación Migrantes. Rechazando todo «alarmismo de principio» y toda «trivialización tranquilizadora» ante lo que calificó de «desafío de la historia», el prelado italiano aconsejó «afrontarlo sin pánico y sin superficialidad; como, en efecto, todos los imprevistos del destino humano que debemos asumir, nos guste o no» («Sobre la inmigración», Sedes Sapientiae, nº 75, 2001, pp. 1-14).
El papa Juan Pablo II tuvo en cuenta estas observaciones en la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Europa, publicada en 2003: «En particular, es importante una correcta relación con el Islam. Esto, como han notado varias veces en estos años los Obispos europeos, ‘debe llevarse a cabo con prudencia, con ideas claras sobre sus posibilidades y límites, y con confianza en el designio salvífico de Dios con respecto a todos sus hijos’. Es necesario, además, ser conscientes de la notable diferencia entre la cultura europea, con profundas raíces cristianas, y el pensamiento musulmán» (n. 57).
¿Islam europeo o Europa islamizada?
La Iglesia católica invita así a los europeos a desterrar el miedo y el irenismo, a optar por la lucidez y la valentía; es decir, a tomar en consideración los elementos propios del islam que dificultan o impiden su asimilación a la civilización europea. Los más fundamentales se refieren a la antropología, la legislación y la organización de la vida social. Así, la doctrina coránica ignora el concepto de persona humana, que hunde sus raíces en la enseñanza bíblica: el hombre creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,27), con su realización a través de la encarnación de Dios en Jesucristo y su enraizamiento en la ley natural. En el islam, el hombre deriva su dignidad de su sumisión a la voluntad arbitraria del Creador, único Legislador (Corán 4,80), y de su obediencia a Mahoma, el «bello modelo» (5,92). De estos fundamentos se derivan los principios de desigualdad establecidos por Dios: el musulmán es superior al no musulmán (3,110), el hombre a la mujer (4,38). Como musulmán por naturaleza, el ser humano está privado de toda libertad en materia de religión y de conciencia. El islam también ignora la distinción entre poderes políticos y religiosos, y el laicismo puede ser sinónimo de ateísmo (Sobre todos estos temas, véase A. Laurent, L’islam, pour tous ceux qui veulent en parler).
Por tanto, se exigen varias condiciones a los musulmanes para construir un islam europeo. En primer lugar, deben acabar con el dogma del «Corán increado», que bloquea cualquier uso de la razón y del libre albedrío al privarles de toda autoridad magisterial. También deben liberarse de las diversas formas de tutela de los países de origen y renunciar a los principios de geopolítica propios de su tradición: la bipartición del mundo en dos bloques antagónicos, a saber: la Morada del Islam (Dar El-Islam), donde prevalece la «verdadera paz», y la Morada de la Guerra (Dar El- Harb), que aún se le escapa pero que debe ser sometida. Se comprende la postura del cardenal Joseph Ratzinger, que declaró en 2004: «La integración de Turquía en Europa sería un grave error» (Alain de Penanster, Benoît XVI et les sept legs). Cuatro años más tarde, el primer ministro turco, Recep-Tayip Erdogan, justificó esta declaración diciendo en Berlín: «La asimilación es un crimen contra la humanidad».
En cuanto a los Estados y las instituciones europeas, deben revisar ciertas posiciones de principio erróneas y peligrosas: la tendencia a considerar el islam como una religión bíblica; ideologías como el laicismo y el multiculturalismo; la vergüenza de la historia. Cabe señalar que la conciencia europea se ha basado en gran medida en la confrontación con el islam, sabiendo que el Corán considera las relaciones con los demás en términos de relaciones de poder: «No llaméis a la paz cuando sois los más fuertes»(47,35). En la actualidad, el islam se encuentra en una fase de conquista, no solo a través de la yihad, sino prosperando gracias al agotamiento cultural y espiritual de Europa, como demuestra el detallado balance realizado por el padre Joël Guibert en su ensayo L’Heure est venue.
En Ecclesia in Europa, Juan Pablo II recomendaba «la evangelización de la cultura» como medio privilegiado para «mostrar también que hoy, en esta Europa, es posible vivir en plenitud el Evangelio como itinerario que da sentido a la existencia» (n. 58). En el fondo, se trata de abrir a sus ciudadanos musulmanes al descubrimiento de una civilización de la que solo ven los errores (derechos humanos equivocados, wokismo, etc.). El papa Francisco reiteró esta convicción en su discurso ante el Parlamento Europeo en Estrasburgo el 25 de noviembre de 2014. «Una Europa que no es capaz de abrirse a la dimensión trascendente de la vida es una Europa que corre el riesgo de perder lentamente la propia alma y también aquel ‘espíritu humanista’ que, sin embargo, ama y defiende».
En tal contexto, puede surgir sin duda un «islam europeo», pero confundido con una «Europa islamizada».
Publicado por Annie Laurent en La Nef
Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana
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El islam siempre ha intentado invadir Europa y ahora vuelve a las andadas con la inmigración, que conseguirá, si no lo paran, que Europa en pocas décadas sea musulmana.
En resumen, el islam promueve la destrucción de Europa.
Europa ya está destruida espiritualmente, triunfó el maligno con la Revolución Francesa y reina soberano salvo en contados países del este. Europa tierra yerma en la que cualquier plaga puede arraigar incluida el Islám, que no sé si es peor que lo que tenemos. Por que peor que lo que padecemos es difícil que acontezca, somos esclavos de una dictadura que llaman democrática, donde reina el relativismo moral contrario a la Ley de Dios y al Reinado Social de Cristo. Apostasía a la que se apuntó el modernismo conciliar que ya está a la par con la masonería. Hoy como borregos iremos a votar a lo menos malo, que es el principio básico de la tibieza con la cual nada se conseguirá, salvo alimentar a la mafia que nos chulea.
Puede una pera ser una manzana?
La respuesta es obvia. No
Además se está viendo que las segundas y terceras generaciones carecen de integración en países donde la emigración lleva décadas.
Tb es verdad que Europa está dejando de serlo. Dejando la identidad que la configura.
De eso se trata de diluir la influencia del cristianismo, lo que ocurre es que esos supuestos «valores laicos» chocan con una cultura hermética y exclusiva. El Islam lo impregna todo, se superpone a las culturas.
El cristianismo se incorpora y TRANSFORMA, haya donde va.
EUROPA ES FRUTO DEL CRUSTIANISMO
Por consiguiente el Islam no puede tener comunión,,siempre que se someta podrá estar,,en caso contrario es violencia contra el fundamento Europeo,,
La triste es la deriva que se lleva tratando de adaptar Europa a ellos Craso error
Para bergoglio es una religión de paz; lo dijo en vísperas de un gran asesinato islámico.
«Un día millones de hombres abandonarán el hemisferio sur para irrumpir en el hemisferio norte. Y no lo harán precisamente como amigos, pues irrumpirán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria» (Bumedian, presidente de Argelia, sesión de la Asamblea de la Naciones Unidas en 1974).
En Alemania, turcos patrullan en los bares con un chaleco con la inscripción: «Shariah police».
En Inglaterra, Holanda y Francia existen las llamadas zonas «no-go» (solo en Francia hay unas 750), en las que no puede entrar ni la policía. En la entrada de algunas, como en Londres, figuran carteles con la leyenda: «Usted está entrando en una zona controlada por la Sharia: reglas islámicas obligatorias».
De Juan Pablo II, y Benedicto XVI, es mejor no hablar sobre este tema, con el que se cubrieron de gloria. Desde el año 637, hasta que llegaron ellos y el CVII, la Iglesia estuvo equivocada.
¡Así nos luce el pelo!
Como esa intervención ¿cuántas ha tenido Bergoglio? Un cura de aldea con unas cuantas meteduras de pata como esa se desacredita
Religión de paz? Una mentira de los liberales y grupos musulmanes «liberales» en occidente para que los tontos europeos liberales se lo creyeran
Los musulmanes ortodoxos saben bien que no son una religión de paz