(Monseñor Antall en Crisis Magazine)–Recientemente, el arzobispo Timothy Broglio y el obispo Michael Burbidge han escrito a los senadores y congresistas para protestar por una directiva del Departamento de Defensa sobre «Garantizar el acceso a la atención sanitaria reproductiva», un eufemismo que oculta la ambición de convertir los hospitales de la Administración de Veteranos en abortorios.
La directiva «incluye el aborto en el paquete de prestaciones sanitarias para veteranos y dependientes», han recordado los obispos a los legisladores, «a pesar de la orden expresa del Congreso de que los programas sanitarios de la Administración de Veteranos no incluyan la eliminación de la vida humana del no nacido».
La prudente carta de los dos prelados, uno arzobispo castrense además de presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, y el otro obispo de Arlington, cerca de la propia capital, ataca la absurda idea de que «la preparación militar… requiere la destrucción intencionada de niños inocentes no nacidos»y la incoherencia de la directiva con el protocolo del Departamento de Defensa que «requiere que los miembros del servicio subalternos busquen consejo dentro de la cadena de mando y la capellanía… antes de tomar decisiones importantes en la vida, como contraer matrimonio en muchos casos, o incluso alquilar un apartamento».
En dos frases de retórica más dramática (totalmente apropiadas) los prelados dicen: «Nuestros héroes necesitan una auténtica atención sanitaria. Responder convirtiendo los hospitales de veteranos en proveedores de abortos ilegales es inconcebible».
La carta es una valiosa declaración de principios. Sin embargo, me asombran dos cosas. La primera es la falta de indignación entre los católicos ante este intento de la administración Biden de promover el aborto a través del sistema de atención médica a los veteranos, llenos de problemas. ¡Como si el sistema de atención médica de los veteranos no estuviera sobresaturado por las demandas ordinarias, falto de personal y de fondos! La arrogancia de la administración de turno en para desafiar, no solo las consideraciones legales, sino también las exigencias prácticas, es asombrosa. Pero el escándalo pasa desapercibido y es inmune a las críticas porque la directiva es una carta ideológica que han jugado los verdaderos creyentes en el aborto que dominan nuestro gobierno.
El filósofo húngaro Laszlo Foldenyi ha comparado el espíritu secular de la época con la Torre de Babel. El compromiso ideológico con «la renuncia a la transcendencia» está detrás del rechazo de cualquier valor que no sea inmediatamente materialista. La vida humana carece de sentido trascendente; por tanto, nada es sagrado.
La segunda cosa que me pregunto es por qué no está dirigida al propio presidente. El señor Biden, que sigue afirmando ser católico contra toda lógica y coherencia, es completamente laicista en su política. Su desprecio por el respeto católico a la santidad de la vida humana es notorio. Mientras algunos sostienen que es demasiado estúpido para ser coherente, yo creo que es realmente cínico. Dice que «no todos» los obispos están en contra del aborto liberalizado. Confunde lo que Foldenyi distingue entre «libertad genuina» y «la ilusión de libertad» con una ignorancia despreocupada.
Su vídeo de apertura de campaña para la reelección comienza con una descarada alusión a la oposición a la decisión del Tribunal Supremo que anula la sentencia Roe contra Wade. El lanzamiento de su presentación de campaña empieza con las imágenes de protestas desvergonzadas contra Dobbs y hablando de «libertad». Sin duda, según algunos datos de encuestas o grupos de sondeos, pulsar el botón proaborto es una jugada. Es la deprimente lógica de las campañas políticas: apelar a los apetitos y la ignorancia de los consumidores. Los signos y no los silogismos han ocupado el lugar del discurso político. ¿Hasta esto hemos llegado? ¿Ahora los presidentes declaran su candidatura preparando anuncios comerciales?
Mencken dijo que nunca nadie se arruinó subestimando la inteligencia del pueblo estadounidense. Cierto partido parece ir a la quiebra por el mismo principio, apostando por la exclusión total de los valores trascendentes de la vida humana de las cuestiones éticas como solución a las divisiones de nuestra sociedad. La Torre de Babel desafió el poder de Dios, y los herederos de la Ilustración que son señores de la anticultura occidental predominante, dice Foldenyi, quieren ocupar el lugar de Dios. Pero su rebelión no es solo contra Dios, sino también contra la Naturaleza, su creación, a la que manipularían para sus propios fines.
El desprecio a la verdad es clave en el secularismo ascendente de nuestra cultura, parte integral de las nuevas estadísticas de personas que no se atreven a declarar su afiliación religiosa. El papa Benedicto señaló hace años que es muy difícil que la política acepte la verdad como categoría estructural. Lo que es verdad no es aceptable, pero lo que es comúnmente aceptado debe ser verdad.
Obviamente, la verdad sobre los supuestos antropológicos lógicos que hacen del aborto a demanda de toda gestación un horror que clama al Cielo no son bienvenidos por los políticos que buscan el consenso y huyen del conflicto. «Apoyándose en la verdad, ¿no se convierte la política, ante la imposibilidad de alcanzar un consenso sobre la verdad, en instrumento de tradiciones particulares?», se pregunta el papa Benedicto.
Luego escribe: «Sin embargo, por otra parte, ¿qué ocurre cuando la verdad no vale nada? ¿Qué tipo de justicia es posible entonces? ¿No deben existir criterios comunes que garanticen una justicia real para todos, criterios que sean independientes de la arbitrariedad de las opiniones cambiantes y de los poderosos grupos de presión?».
Las reflexiones del papa llegan en su meditación sobre el encuentro de Poncio Pilato y Cristo en su libro Jesús de Nazaret. El famoso gobernador romano preguntó: «¿Qué es la verdad?», porque quería evitar cualquier culpa relacionada con su responsabilidad. Joseph Biden no pregunta qué es la verdad, quizá porque no quiere conocerla o está demasiado confuso para reconocerla. Utiliza un lenguaje antiguo para enmascarar su anarquismo laicista. Es «como un pecado» que alguien se oponga a un joven que quiere mutilarse «transicionando» (o al menos intentándolo externamente) del sexo con el que nació a otro.
Broglio y Burbidge han realizado un servicio en la carta dirigida al Congreso. Sin embargo, creo que los obispos deberían dirigirse directamente al presidente, que es quien está detrás de la farsa de que el Departamento de Defensa se transforme en un proveedor de abortos como Planned Parenthood. La defensa del aborto por parte de Biden no es «como un pecado», sino que es un verdadero pecado. ¿Por qué no pueden los obispos decirle a Biden que está poniendo en peligro su alma? Al menos entendería el lenguaje. Y si se niega a arrepentirse, será su responsabilidad. Ahora mismo, puede enmascarar su cinismo con su pretendida pose de ambigüedad teológica y moral de las cuestiones vitales. No deberían dejarle ser tan ignorante, o fingir serlo.
Me viene a la mente Ezequiel 33,7-9: «A ti, hijo de hombre, te he puesto de centinela en la casa de Israel; cuando escuches una palabra de mi boca, les advertirás de mi parte. Si yo digo al malvado: ‘Malvado, eres reo de muerte’, pero tú no hablas para advertir al malvado que cambie de conducta, él es un malvado y morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Pero si tú adviertes al malvado que cambie de conducta, y no lo hace, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado la vida».
Monseñor Antall es párroco de la iglesia del Santo Nombre en la diócesis de Cleveland. Es autor de The X-Mass Files y The Wedding.
Publicado por monseñor Antall en Crisis Magazine
Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana
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Necesario para la preparación militar… Hay que decir que este argumento tb está en el deporte de élite.
Por otro lado Biden tiene una demencia manifiesta. No se precisa ser médico, para verla, en tantos vídeos que hay en Internet. Alguno muestra lo peor de la persona. Aquí lo dejo.
Son políticas globales, que están por encima de las personas y la soberanía de los pueblos. Se imponen si o si.
Observemos Hispanoamericana, la agenda se ha ido implementando con diferentes tácticas.
Y Biden podrá decir lo que quiera, pero cualquier católico formado, o cualquier persona coherente sabemos que católico no es. Fue bautizado, pero hace mucho renego de la Fe.
Sobre saltarse las leyes, tampoco es novedad, la «ley de embudo», es característico de la izquierda y de los amorales.
La verdadera defensa incluye a los no nacidos. No hacerlo, es traicionar aquello para lo que se constituyó el Departamento de Defensa.
Oremos para que el Señor nos libre de políticos tiranos como el Presidente Biden y el Secretario de Defensa Lloyd Austin.