Una peregrinación que da muchos frutos

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(Christophe Geffroy en La Nef)-La 41ª peregrinación a Chartres tendrá lugar del 27 al 29 de mayo bajo el lema «La Eucaristía, salvación de las almas». En vista de esta ocasión, nos reunimos con una figura histórica de esta peregrinación: Max Champoiseau, que estuvo en el origen de la misma y que fue su director desde la primera edición en 1983 hasta 1989. Sigue participando activamente en la organización y es miembro fundador de Notre-Dame de Chrétienté; en 1993 tomó de nuevo el relevo del Centre Charlier para organizarlo.

– ¿Podría contarnos cómo surgió la peregrinación a Chartres?

A finales de 1981 estaba leyendo L’Aurore y me sorprendió un artículo sobre la Iglesia en el que se afirmaba que, en diez años, se había producido una desaparición muy importante de la práctica religiosa. Ante esta constatación, me convencí profundamente de que había que volver a poner a los católicos de Francia en el camino de Chartres. En el bautizo de nuestra segunda hija, de la que Bernard Antony fue padrino, le hablé por primera vez de mi deseo de peregrinar.

A principios de 1982, al término de una reunión de los militantes del Centre Charlier en París, invité a cenar a Rémi Fontaine y aproveché para hablarle de lo que tenía en mente. En julio de 1982, en la universidad de verano del Centre Charlier, de la que Bernard Antony era el presidente fundador, Rémi y yo relanzamos la idea de la peregrinación y, tras muchas discusiones y el atento consejo de Bernard, se tomó la decisión de organizar la peregrinación a Chartres para Pentecostés de 1983.

Tras la primera peregrinación, en la reunión informativa, Rémi Fontaine preguntó: «¿Quién debe dirigir la peregrinación?» y Bernard respondió: «Max».

– ¿Cuáles fueron los principales obstáculos para la organización, y posterior mantenimiento, de esta peregrinación?

Después de 1983, tuvimos que replantearnos toda la organización: la publicidad; rehacer todo el itinerario, ya que había que atravesar cinco departamentos; retomar el contacto con las prefecturas, los ayuntamientos, las gendarmerías y los sacerdotes de las parroquias donde se instalaban los campamentos; mejorar el servicio sanitario; gestionar la administración de las comidas, las tiendas colectivas, las instalaciones sanitarias y los lavabos, el transporte de las bolsas, el transporte de los peregrinos cansados, el agua mineral para tres días (40 toneladas), la iluminación de los campamentos, los cubos de basura, etc. También reorganizar la marcha de los peregrinos en etapas, formar a los jefes de cada etapa y a sus asistentes.

También tuvimos que hacer frente a los obstáculos que nos pusieron las autoridades civiles y religiosas. A pesar de todo ello, tuvimos la audacia de poner en la carretera a miles de personas y familias enteras durante 104 kilómetros porque, para nosotros, era una peregrinación de familias.

– ¿Qué es lo que más le ha impresionado en las etapas que han marcado la vida de la peregrinación de Chartres?

Después de cada peregrinación, los militantes del Centro Charlier y la secretaría trabajaban en la organización del siguiente Pentecostés, teniendo en cuenta el importante aumento de participantes. Lo esencial para nosotros era saber que todos los equipos (más de 16 equipos, es decir, más de 250 personas) tenían un responsable y un adjunto. A ellos les correspondía encontrar voluntarios para formar sus equipos. En cuanto al recorrido, cada año había que confirmar o modificar el itinerario elegido el año anterior (carreteras intransitables o prohibidas por la gendarmería), lo que suponía pasar muchos fines de semana sobre el terreno para elaborar un roadbook.

– ¿Cómo ha sido su relación con los obispos y las autoridades públicas?

En París, no teníamos contacto con el arzobispo porque no celebrábamos misa allí, pero Notre Dame de París siempre estaba abierta para nosotros. El único obispo con el que teníamos contacto era monseñor Kuehn, que nos preguntaba en cada convocatoria si celebraríamos la misa de llegada con la nueva liturgia. Como nuestra respuesta era negativa, nos cerraba la catedral y celebrábamos la misa fuera. Excepto en 1985, no por el indulto de 1984 -que rechazamos-, sino porque mons. Kuehn estaba agotado por mis incansables y corteses recordatorios. Finalmente, la catedral de Chartres se nos abrió definitivamente en 1989, después de nuestro rechazo de los sacramentos y del motu proprio Ecclesia Dei del 2 de julio de 1988.

– ¿Cómo ve la peregrinación en la actualidad? ¿Qué balance hace de todos estos años?

En cuanto a los frutos espirituales obtenidos, recordamos lo que nos han transmitido los sacerdotes: numerosas conversiones, vocaciones sacerdotales y religiosas, matrimonios, amistades sólidas. ¡Deo gratias!

A partir de 1989, como ya no era responsable de la organización de la peregrinación, asumí la responsabilidad de construir e instalar tres calvarios a lo largo de la ruta de la peregrinación. El primero se erigió en Choisel en 1994, en la última subida antes del campamento del sábado por la noche. El segundo en 1995, a la entrada del campamento del domingo por la noche en Gas. En 1996, se colocó el tercer calvario en Plessis-Robinson. En el momento de su bendición, el alcalde, el señor Pemezec, estuvo presente con parte de la corporación municipal.

Publicado por Christophe Geffroy en La Nef

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana