Con motivo de la celebración este domingo de la Jornada de Oración por las vocaciones, monseñor Gerardo Melgar ha dedicado su carta pastoral de esta semana a reflexionar sobre la escasez de vocaciones que padece la Iglesia.
Les ofrecemos la carta escrita por el obispo de Ciudad Real:
Si siempre tiene sentido rezar por las vocaciones, en estos momentos lo tiene de manera especial. Por eso la Iglesia ha instituido esta jornada de oración por las vocaciones consagradas.
Estamos viviendo en toda la Iglesia una situación de verdadera sequía vocacional. Una nación como España, que en otros tiempos ha sido un verdadero vergel de vocaciones a la vida consagrada, un verdadero semillero y tierra fecunda de vocaciones, hoy está atravesando por un momento de verdaderas dificultades. Esta sequía de vocaciones a la vida consagrada que sufre toda la Iglesia, reclama de todos los que la formamos una oración especial por el cultivo de estas vocaciones, que den respuesta a las necesidades que tienen nuestra Iglesia y nuestro mundo.
Entre los factores que pueden estar contribuyendo a la actual situación de sequía, de escasez y de raquítica respuesta de los jóvenes a embarcar su vida por las distintas opciones que la vida consagrada ofrece, podríamos mencionar, entre otras, tres que yo considero especialmente significativas:
A. La reinante situación de falta de fe que domina la sociedad actual
El materialismo, el secularismo, la descristianización reinante en nuestra sociedad, la crisis de valores, el menosprecio de quienes se plantean para sí la vida consagrada; hacen sentir al joven un peso tan grande que difícilmente puede surgir en dicho ambiente el interrogante por la vocación al sacerdocio o a la vida religiosa.
Este ambiente de falta de fe y de valoración de Dios y de la vida del Espíritu lo hemos ido creando entre todos, y todos tenemos la responsabilidad de restituir a la sociedad los valores del evangelio y la valoración de la fe como el ambiente desde el que pueda haber personas que se planteen su vida de entrega radical a Dios y al servicio de los hermanos.
No se trata solo de un problema de la Iglesia o de los seminarios o de las distintas congregaciones religiosas a las que les faltan las vocaciones, es un problema de todos los que formamos esta sociedad y de todos los que nos decimos cristianos. Nos hemos dejado arrebatar la valoración de Dios y de la fe de nuestra vida y, sin dicha valoración, ciertamente es muy difícil que surjan vocaciones a la vida consagrada.
B. La descristianización de la familia
Estamos asistiendo hoy, en las familias, a una ausencia casi total de la inquietud religiosa. Incluso las familias que nacieron del sacramento del matrimonio y que, en otro tiempo, fueron las que alimentaban y transmitían la fe de unas generaciones a otras.
Esta falta de inquietud religiosa lleva a las familias a animar a sus hijos por otras profesiones con mayor prestigio social y económicamente más valoradas y rentables y a poner dificultades cuando un hijo manifiesta una inquietud vocacional de entrega a Dios y al servicio de los hermanos, sin pensar en la felicidad de los mismos, que tantas veces está en juego.
Cuando falta el apoyo, la ilusión y el empuje de la familia, el clima familiar en el que se respira la valoración de Dios y su llamada, y solo se valora los contante y lo sonante, es muy difícil que surjan en los hijos planteamientos de este camino al sacerdocio o a la vida consagrada como vocación posible para ellos.
Hemos de ir, no solo a lamentar la realidad de la escasez de vocaciones a la vida consagrada, hemos de ir a las raíces, a lo que origina dicha situación y, desde luego, a preguntarnos cómo estamos transmitiendo en las familias la valoración de Dios en nuestra vida, cómo está presente Dios en nuestros hogares, cómo se vive y se transmite la fe de padres a hijos y cómo estamos creando una familia en la que pueda surgir la pregunta por la vocación en la que una persona va poder servir mejor a Dios y a los hermanos.
C. La falta de testimonio que, a veces, podemos estar dando las personas consagradas
Todas las personas consagradas tenemos que preguntarnos si nuestra vida está siendo realmente un reclamo para otros en el que vean que, consagrando su vida a Dios en la vida religiosa o en el sacerdocio, se puede ser muy feliz.
La vivencia alegre de nuestra consagración motiva a otros a plantearse su vida por este camino, lo mismo que la tristeza, la desgana y la forma de vivir nuestra consagración de cualquier forma, con poca ilusión y con menos alegría desanima cuando alguien se lo plantea.
Es verdad que Dios puede sacar hijos de Abraham de las piedras, pero no es menos verdad que el testimonio de la vida religiosa y sacerdotal vivida con alegría, como lo mejor que nos ha podido pasar en la vida, es también un elemento muy importante para mover en el corazón de los jóvenes la llamada a seguir al Señor por el camino que ven en nosotros, para ser felices, como ven que lo somos nosotros.
Todos debemos tener muy claras estas tres realidades bien concretas: A. Que Dios sigue llamando hoy. B. Que el mundo y la Iglesia necesitan que siga habiendo personas que entreguen su vida al servicio de Dios y de los hombres. C. Que, hoy, como siempre, sigue habiendo jóvenes sensibles a la llamada de Dios y de las necesidades del mundo, pero que necesitan de apoyos, de mediaciones, de alguien que les haga la propuesta, la anime y la alimente con su testimonio de vida para que ellos puedan responder con generosidad.
Pidamos al Señor por todas las vocaciones, pero especialmente pidamos por las vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio, para que siga habiendo quien rece por los que no rezan y quienes entreguen su vida a llevar el evangelio de Cristo al corazón del mundo, para que este siga creyendo y valorando la presencia de Dios en el mismo.
+ Gerardo Melgar Viciosa
Obispo de Ciudad Real
Ayuda a Infovaticana a seguir informando
Pero el modernismo clerical nunca lo causa.
Estando de acuerdo con las causas expuestas, sin entrar en las responsabilidades, que son distintas según el lugar que cada uno ocupa,
hecho de menos algo. Hemos arrinconado a Dios, por acción u omisión. Si pretendemos que nos escuche habrá primero que pedir perdón.
Para hacerlo habrá que examinar que se hizo mal de manera personal y como institución. Conversión, penitencia, oración, sino todo irá a peor.Me temo que justo esto es lo que falta. Como va a ser escuchada nuestra oración?, sino estamos dispuesto a a cambiar?
Se agradece lo que dice el Sr. Obispo, pero mirando a España, mirando nuestras propias familias, el cambio social y generacional es tan brutal, que en mi opinión, el mayor pecado de todos es la omisión :el no estar y dejar hacer a otros (representation viviente de la parabola del trigo y la cizaña).
Una de las causas de la crisis de vocaciones a parte de la secularización de la sociedad, la pérdida de fe, la falta de compromiso. Es la respuesta insuficiente de la Iglesia.
Yo me pregunto. ¿Qué esta haciendo mal la Iglesia?.
Es evidente la falta de interés en fomentar las vocaciones, desde las propias congregaciones religiosas que se da, el descuido de la pastoral vocacional.
Falta sacerdotes que se dediquen a la dirección espiritual.
Quizás hay que cambiar el modelo de vivir la fe que consiste en asistir media hora los Domingos a misa, por comunidades donde se viva la fe.
Que es precidamente de estos grupos dedicados al acompañamiento de las familias, evangelización, dirección espiritual de donde surgen las vocaciones.
Ahondando en la última… ¿No le parece a Msr.Melgar que no siempre los formadores escogidos para el casting vocacional, a veces son de lo más raro? Por lo pronto son de la camarilla de los jerarcas, muchas veces aduladores, otras, como dice una de las renuncias ab libitum del Bautismo, «anteponen las cosas medios, instituciones, métodos reglamentos a ir a Dios». Son servilísimos del intocable sistema. P.Ej.: Conocí uno al que molestaba que supiera más Filosofía que él un ASPIRANTE,otro rector de seminario está ahora en tratamiento psiquiátrico, pero debería haberlo estado todavía cuando estaba en el vientre de su madre, pues la Sagrada Liturgia para él, era un ritual neurótico, otro, hoy casado y ¿secularizado?, cuando roneaba con una, con la que formó pareja en otoño, despidió a uno a finales de verano. No estaba en buenas condiciones de discernir. Muchos, demasiados son los obispos que no quieren problemas y se parapetan en inútiles, tanto en lo referente a vocaciones como en otras
Yo solo una opinión, respecto a la falta de fe, donde mas importancia tiene es en le clero que la debe contagiar a los demás cuando hay .
¿Cuanto católicos clérigos o laicos, recitan el credo convencidos en cada uno de sus puntos ? si es que algunas vez lo recitan completo y las renuncias que parece no querer ofender a satanás.
El sacerdote salva almas para toda la eternidad de eternidades. Si no se pone el acento en esta realidad, es perder el tiempo y el dinero.