Cardenal Lazzaro You Heung-sik: «El sacerdote que no reza constantemente termina secándose»

En una entrevista para el L’Osservatore Romano, el prefecto del dicasterio para el clero, el cardenal Lazzaro You Heung-sik, cuenta lo mucho que le debe a las monjas.

Cuenta que siendo estudiante nunca antes había conocido a una monja, entonces «fueron ellas las que me introdujeron en el cristianismo pero sobre todo las que me cuidaron como persona, como un joven que aún estaba un poco confundido y buscando un camino en la vida. Y lo hicieron con tanta discreción y tanto amor. Fueron ellos quienes me mostraron el camino al seminario poco después de que me bautizaran en 1966», narra el cardenal coreano.

Hablando del sacerdocio, el purpurado contesta que «el paradigma del buen sacerdote –dondequiera que esté en el mundo para vivir y trabajar– es la ley del amor, que supera cualquier otra norma moral o canónica. El sacerdote está llamado a orientarse hacia el amor, y sólo puede hacerlo eficazmente si él mismo vive en el amor. El amor no es la búsqueda de una perfección inhibida por las limitaciones humanas, sino la aceptación misericordiosa de este límite. Vivir el Evangelio no es codificar leyes morales sino hacer felices a los demás poniéndolos en contacto con el amor infinito y misericordioso de Dios».

Oración y vida en comunidad

«El sacerdote que no ora constantemente termina secándose. Uno se convierte en un empleado de los religiosos. El espíritu de los demás no puede desarrollarse sin nutrir el propio. Lo digo no con la perentoria franqueza de un superior, sino desde mi experiencia personal. No podría hacer lo que hago, y ser quien soy, si no comenzara cada día con una caminata de oración en los jardines del Vaticano a Nuestra Señora de Lourdes», afirma el prefecto del Dicasterio del Clero.

Además, Lazzaro You Heung-sik insiste en destacar la importancia de la vida comunitaria. «Un sacerdote que vive en la soledad, o anhela la soledad, no está bien formado. Sé bien que la vida comunitaria es a menudo difícil, llena de obstáculos y malentendidos mutuos. Pero son precisamente estas dificultades las que configuran el carácter de un buen sacerdote, en el sentido de capacidad de acogida, de paciencia, de humildad, de apertura y comprensión de las muchas alteridades que ofrece el mundo», explica Heug-sik.

Para el cardenal, «la vida comunitaria debe entonces estar abierta al mundo». Es por ello por lo que anima a los sacerdotes a tener «buenas e intensas relaciones con los laicos, con las familias. Para no perder la dimensión de la realidad. Este es el verdadero antídoto contra ese peligro siempre inminente que es la autorreferencialidad».