Domingo de Ramos: La conmemoración de la entrada de Jesús en Jerusalén

Domingo de Ramos
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Cortesía de la revista Magníficat:

DOMINGO DE RAMOS

Por David Amado

La conmemoración de la entrada de Jesús en Jerusalén nos introduce en la Semana Santa. Contemplamos la mansedumbre de Cristo quien, antes de su pasión, llorará (Lc 19,41) y se lamentará (Mt 23,37) por la dureza de la Ciudad Santa. La liturgia nos invita a revivir el acontecimiento uniéndonos al cortejo de Cristo y adentrándonos en los sentimientos de su Corazón. Jesús entra humildemente, sobre un pollino, en la ciudad que «mata a los profetas». Pero no se detendrá en ese gesto, sino que proseguirá el camino de la humillación en la pasión y crucifixión. Como señalan las lecturas de este día, el camino de Jesús tiene que ver con su obediencia. Jesús se abaja cumpliendo la voluntad del Padre quien, a su vez, no lo abandona en el sepulcro sino que lo glorifica. Así, san Pablo nos recuerda que quien «se humilló a sí mismo» fue exaltado. 

Aunque ya conocemos la vida de Cristo, es necesario que nos adentremos de nuevo en estos acontecimientos porque, al ser un misterio, no pueden ser reducidos a una fórmula ni podemos agotar su comprensión. En todos ellos se nos manifiesta el amor de Dios en la persona de Cristo Jesús, que se entrega por nosotros a la muerte y la vence en su resurrección. Unidos a la Iglesia y participando en las celebraciones, vamos siendo introducidos en ese amor, para conocerlo un poco más con el deseo de ser configurados por él. 

El relato de la pasión nos habla del amor de Dios por nosotros. Este año se proclama la versión de san Mateo. Sobre ella, señala el P. Le Gillou: «El amor subrayado en ese texto es un amor traicionado, un amor herido, un amor burlado, un amor despreciado. Es un amor que va hasta la muerte y que se entrega totalmente». Durante estos días podemos confrontarnos con el amor de Cristo, viendo que todo lo soporta por la salvación de los hombres hasta el punto, como señala Isaías, de no sentir los ultrajes. En Jesús no hay indiferencia ante el sufrimiento, sino que su amor lo soporta todo y así es causa de salvación para nosotros. 

Corremos siempre el riesgo de ver los sucesos desde fuera, como si de un espectáculo se tratara, sin adentrarnos en la densidad del misterio donde podemos ser abrazados por el amor que hiere y sana al mismo tiempo. Los acontecimientos nos hieren en cuanto descubrimos que lo que vive Jesús guarda relación con nosotros, que lo hemos traicionado, nos hemos burlado o hemos minusvalorado su misericordia, pero también nos sanan porque se nos hace presente que por sus heridas nos viene la salvación. 

En ese sentido, el recuerdo de los que recibieron a Jesús con entusiasmo nos indica nuestra actitud para la Semana Santa. Actuaron espontáneamente al ver que se subía a un pollino y alfombraron el camino con sus mantos y con ramas. Los sencillos y los humildes vieron ahí la respuesta de Dios a sus plegarias y el cumplimiento de las promesas. Se nos revela la mirada que hemos de tener sobre el misterio del Calvario, donde Jesús responde al mal con mansedumbre. Jesús sigue adentrándose así en nuestros corazones: no tira la puerta con violencia, sino que nos invita suavemente a abrir para que acojamos su amor. Se ha dicho que los mismos que hoy le recibían como «Hijo de David» después gritarían «Crucifícalo». Esto no lo sabemos, pero sí sabemos en cambio que aquel día acompañaron a Cristo como nosotros queremos hacerlo hoy y siempre.

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Comentarios
2 comentarios en “Domingo de Ramos: La conmemoración de la entrada de Jesús en Jerusalén
    1. todo el rebaño con su pastor. Debemos de fomentar el amor al Papa y rezar mucho por él, por sus intenciones, por sus reformas: hay que anunciar, proclamar, bendecir, agradecer sus reformas y esa revolución del AMOR que quiere imponer en su Iglesia como Vicario de JHS.
      YO añoro una Iglesia abierta a las realidades de este mundo, comprensiva con el pecado y que ame al pecador. Teneos que AMAR AL AMOR. Viva el AMOR!!!!!
      DIOS ES AMOR, EL AMOR ES DIOS.
      Todos estamos llamados al AMOR y el amor nos salvará. Una Iglesia que sale al encuentro del Mundo y que dialoga con él. Que salva, ama, quiere, acoje, festaje, discurre, camina, llora, patina, rutina, error, camisa de fuerza y tristeza en la piedad clásica del cofrade gris y aséptico. Todo es reverencia de Dios a la Verdad suprema.

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