Ayer amaneció Roma cubierta con unos curiosos carteles que el Papa quizá pueda ver desde su propia ventana, y que son parte de una campaña para reivindicar el Rito Tradicional amenazado por Traditionis custodes y las disposiciones que han endurecido lo anunciado en el motu proprio.
Los carteles son de cuatro tipos diferentes, algunos en ingles. En total, se trata de unas pocas docenas. Bajo una amplia banda verde con los lemas “por amor al Papa, la paz y la unidad de la Iglesia, y por la libertad de la misa tradicional en latín”, destaca una pintura antigua que representa a San Pío V, así como los rostros de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, informa el blog Messa in Latino. Junto a las imágenes de los Papas, citas de sus obras: un extracto del Quo Primum, un extracto de una alocución de Juan Pablo II, un extracto del Motu Proprio Summorum Pontificum y uno de la Carta a los Obispos que lo acompaña . Un QRCode refiere a una página del sitio web de CNSP .
El Comunicado de Prensa publicado hace poco por el Comité Organizador reza:
Desde esta mañana, durante 15 días, unas decenas de carteles dedicados a la liturgia tradicional permanecerán pegados junto al Vaticano.
Un comité de promotores, que participan a título personal aunque provengan de diferentes realidades católicas (como los blogs Messainlatino y Campari & de Maistre, y las asociaciones Coordinación Nacional de Summorum Pontificum y Ass. San Michele Arcangelo), ha querido hacer hacen público su profundo apego a la Misa tradicional precisamente cuando parece planeada su extinción: por amor al Papa, para que éste se abra paternalmente a comprender aquellas periferias litúrgicas que desde hace unos meses ya no se sienten acogidas en la Iglesia, porque encuentran en la liturgia tradicional la plena y completa expresión de la fe católica.
«Lo que era sagrado para las generaciones anteriores, sigue siendo sagrado y grande también para nosotros, y no puede ser repentinamente prohibido por completo o incluso juzgado dañino » (Benedicto XVI). La creciente hostilidad hacia la liturgia tradicional no encuentra justificación ni a nivel teológico ni pastoral. Las comunidades que celebran según el Misal de 1962 no son rebeldes a la Iglesia; al contrario, bendecidos por un crecimiento constante de vocaciones fieles y sacerdotales, constituyen un ejemplo de perseverancia constante en la fe y la unidad católicas, en un mundo cada vez más insensible al Evangelio, y en un tejido eclesial cada vez más dócil a los impulsos disruptivos.
Por eso, la actitud de rechazo con que sus propios pastores se ven obligados a tratarlos hoy no es sólo causa de amargo dolor, que estos fieles se esfuerzan por ofrecer para la purificación de la Iglesia, sino que constituye también una grave injusticia ante la cual la misma caridad impone no callar: » un silencio inoportuno deja en una falsa condición a quien hubiera podido evitarlo » (San Gregorio Magno).
En la Iglesia de nuestro tiempo, donde la escucha, la acogida y la inclusión inspiran toda acción pastoral, y donde la comunión eclesial se construye «con el método sinodal», este pueblo de fieles ordinarios, familias jóvenes, sacerdotes fervorosos, tiene la esperanza confiada de que su voz no será sofocada, sino bienvenida, escuchada y tenida en la debida consideración. Quien va a la «Misa en latín» no es un creyente de segunda, ni un desviado al que reeducar, ni un lastre del que desembarazarse.
El comité promotor
(Toni Brandi, Luigi Casalini, Federico Catani,
Guillaume Luyt, Simone Ortolani, Marco Sgroi)