La Iglesia española celebra hoy, 25 de marzo, la Jornada por la Vida bajo el lema «Contigo por la vida, siempre».
«Este día la Iglesia celebra el misterio de la encarnación, cuando el Verbo de Dios asumió, por amor, nuestra naturaleza humana para llevarla a su plenitud». Así lo recuerdan los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida en su Mensaje para esta Jornada.
Les ofrecemos el mensaje completo de los obispos españoles con motivo de esta jornada:
La Iglesia celebra cada año el misterio de la encarnación, cuando el Verbo de Dios asumió, por amor, nuestra naturaleza humana para llevarla a su plenitud. Como nos recordaba el Concilio Vaticano II: «El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado» [1].
En el documento El Dios fiel mantiene su alianza, aprobado recientemente por la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, los obispos invitamos a una reflexión sobre el momento actual y subrayamos que «los datos nos muestran la relevante dimensión del vacío de amor que se ha instalado en la vida social. Graves problemas de la humanidad están relacionados con la desvinculación y falta de amor —pobreza afectiva— que es caldo de cultivo para muchos de los problemas sociales que hoy nos preocupan» [2].
Queremos invitar a acompañar la vida humana, la vida de cada persona, en todas las fases de su existencia, desde su concepción hasta su muerte natural, aumentando los cuidados cuando la vida es más vulnerable.
Vidas que deben ser acompañadas
— Al inicio de la vida. Plantear que eliminar una vida humana pueda ser solución para algún problema es una grave equivocación, como ocurre en el caso de un embrión o un feto en el seno de su madre. Por eso, las leyes que promueven y amplían el supuesto «derecho al aborto» son absolutamente injustas porque no solo no amparan ningún bien, sino que legalizan la muerte de personas inocentes e indefensas. Por el contrario, creemos que es necesaria una serena reflexión sobre este asunto, que vaya a las raíces del problema y busque alternativas reales para que las madres que afrontan, muchas veces en soledad, un embarazo no deseado no tengan que recurrir al aborto [3].
— Los refugiados e inmigrantes. Partiendo de la base de que «no cabe una división entre problemas propios de la moral social y problemas de la moral personal» [4], es nuestro deber subrayar la importancia de integrar en el ámbito de la defensa de la vida humana el cuidado de las personas que llegan a nuestras fronteras, la mayoría de las veces en condiciones tan trágicas. «Nunca se dirá que no son humanos, pero, en la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los considera menos valiosos, menos importantes, menos humanos. Es inaceptable que los cristianos compartan esta mentalidad y estas actitudes, haciendo prevalecer, a veces, ciertas preferencias políticas por encima de hondas convicciones de la propia fe: la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión, y la ley suprema del amor fraterno» [5].
— En la enfermedad mental. «La salud mental ha de ser estudiada y promovida por los profesionales de la medicina, pero no cabe duda de que este humus de desvinculación, pobreza afectiva y falta de sentido y esperanza es caldo de cultivo adecuado para la génesis y desarrollo de algunas de estas enfermedades. El drama del suicidio no puede desligarse de estos problemas de salud mental y del vacío de sentido de la existencia» [6]. Consideramos que el alarmante aumento de suicidios, de manera especial entre los más jóvenes, es un tema que merece ser considerado con hondura. Como Iglesia, queremos ofrecer nuestra colaboración para afrontar el tema y también deseamos estar cerca de los familiares y amigos de las personas que se han suicidado, acogiendo y acompañando con respeto su dolor.
— En la ancianidad. En una sociedad del descarte y la desvinculación, los mayores siempre tienen mucho que perder. Constatamos con gratitud que en algunos sectores se está empezando a reformular su papel y su importancia, pero es necesario pasar de las consideraciones teóricas, que valoran su insustituible contribución social y eclesial, a un planteamiento en el que las personas mayores sean protagonistas. Es clave en este proceso crear cauces para escuchar su voz y para darles espacio en la vida de la Iglesia y de la sociedad. Es cierto que «el cuidado de los ancianos es responsabilidad primera de la familia, pero la familia necesita apoyo y ayudas. Es imprescindible un diálogo social e institucional sobre la atención a las personas mayores» [7].
— Al final de la vida. La vida humana, que comienza con tanta vulnerabilidad en el seno materno, en muchas ocasiones vuelve a ser frágil en la última etapa de la existencia terrena. La gran tentación consiste en buscar falsas vías, que pretenden eliminar el sufrimiento, cuando lo que están haciendo es acabar con la vida de la persona. «La eutanasia y el suicidio asistido legitiman la muerte como solución a problemas que parecen irresolubles. De manera indirecta puede animar y justificar a quien decide poner fin a su vida. Una sociedad no puede, al mismo tiempo, mostrar su preocupación por el incremento de los suicidios y legitimar la muerte como derecho que soluciona problemas […]. La eutanasia no es un derecho, sino la expresión triste de una derrota de lo más esencial del ser humano. La eutanasia no solo nos quita la vida, sino que claudica en el núcleo de la libertad de ser simplemente humanos, vulnerables y dependientes, pero de incalculable valor como seres creados por amor a imagen y semejanza de Dios, seres con valor y no precio» [8]. Por eso, una vez más, manifestamos nuestro rechazo a la ley que regula la eutanasia y pedimos la aprobación de una ley integral de cuidados paliativos, dotada de los recursos necesarios, para acompañar de manera verdaderamente humana a las personas en la fase final de su vida.
Propuestas de acción
El análisis realista de la situación no debe llevarnos al pesimismo ni a la desesperanza, ya que «caminamos en la confianza de sabernos parte de un plan de amor —“varón y mujer los creó” (Gen 1,27), “sed fecundos y multiplicaos llenad la tierra” (Gen 1,28)—, por el que el Hijo de Dios ha dado la vida, y, resucitado de entre los muertos, nos convoca a ser un pueblo y a ser peregrinos de esperanza hacia el banquete de las bodas del Cordero» [9].
Esta confianza nos lleva a comprometernos en la transformación de este mundo al cual Dios ama tanto.
En primer lugar, conscientes de la magnitud del desafío, debemos promover la oración por la defensa de la vida humana.
En segundo lugar, con el testimonio personal. «En tiempos de desvinculación e invierno demográfico, el evangelio de la familia ha de ser anunciado por esposos y padres que con humildad y decisión testimonien que la familia fundada en el amor recibido y compartido, el significado esponsal de la diferencia sexual, la lealtad a la alianza establecida, la apertura y el cuidado de la vida son fuente de alegría personal y generadora de una inmensa fecundidad social» [10]. Cada fiel cristiano está llamado a dar este testimonio del amor verdadero con palabras y con obras.
En tercer lugar: «Es importante el compromiso público, propio de la identidad y espiritualidad laical, ante los grandes desafíos provocados por las leyes referidas a la vida, persona y la familia en diversas dimensiones. Pero es imprescindible acompañar esa acción pública con compromisos a favor de las personas directamente afectadas, como por las embarazadas que tenemos más cercanas o los que sufren alrededor nuestro. Hemos de conjugar la acción institucional contra leyes injustas con la acogida de cada persona y la afirmación de su dignidad, sea cual sea su condición o situación» [11].
Pidamos a María Santísima, Madre de la Vida, que infunda en nosotros un amor concreto y creativo para instaurar la cultura de la vida, acompañando y acogiendo a cada persona.
✠ José Mazuelos Pérez
Obispo de Canarias
Presidente de la Subcomisión Episcopal para la
Familia y Defensa de la Vida
✠ Ángel Pérez-Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón
✠ Santos Montoya Torres
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño
✠ Francisco Gil Hellín
Arzobispo emérito de Burgos
✠ Juan Antonio Reig Pla
Obispo emérito de Alcalá de Henares
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Un mensaje lamentable, muy pobre en contenido pues no da argumenttos contra el aborto ni la eutanasia, y que mezcla cosas que no tienen nada que ver y que están mal enfocadas como lo de la inmigración musulmana, que, aparte de que ya tiene su propia campaña (y no hay que hablar de ello en la que se hace pro vida), es una invasión frente a la que debemos defendernos.
Además, los obispos, en el apartado de propuestas de acción, se muestran muy timoratos y no entran a abordar cuestiones que debieran, ni a expresarse con un mínimo de claridad.
Basta ver los carteles que han hecho para esta jornada, que son anodinos y no servirán para su objetivo.
Es lamentable que la jerarquía eclesiástica, en su mayoría, no quiera asumir la causa pro vida, cuando el aborto es el mayor genocidio de la Historia.
Y ¿lo de excomulgar a los políticos que públicamente defienden el aborto y la eutanasia para cuándo? ¿Van a esperar hasta la Segunda venida de Cristo?
Esa excomunión es «latae sententiae» (automática). No precisa declaración alguna. Lo que deben hacer los obispos, además de negarles los sacramentos a quienes ya están excomulgados, es recordarles éso a los fieles y prevenirles de dichos políticos, haciendo hincapié en el grave deber moral de no votarles.
Totalmente de acuerdo. Es deber muy grave recordar la EXCOMUNIÓN y que los ciudadanos, todos los que se /nos consideremos personas de bien, debemos ser conscientes de ABORTO CERO, también a la hora de votar. Verdad que con la violencia de género son tajantes? Pues, eso.
En el tema de «Los refugiados e inmigrantes» estos obispos deberían regañar más bien a los gobernantes occidentales en vez de a «los cristianos» que, por el propio bien de los inmigrantes y de los ciudadanos de los países receptores, queremos que se ponga fin a la inmigración ilegal masiva, que es la que con frecuencia acaba en tragedia.
Son los gobernantes los que provocan con sus políticas el efecto llamada. Son los gobernantes los que no hacen nada por organizar una inmigración legal y además omiten distinguir entre refugiados e inmigrantes económicos. Son los gobernantes los que no persiguen con contundencia a las mafias del tráfico humano.
O sea por favor, obispos, tengan el valor de criticar esas políticas de nuestros gobernantes y no aten cargas difíciles de llevar sobre los hombros de muchos cristianos.
Esa excomunión es «latae sententiae» (automática). No precisa declaración alguna. Lo que deben hacer los obispos, además de negarles los sacramentos a quienes ya están excomulgados, es recordarles éso a los fieles y prevenirles de dichos políticos, haciendo hincapié en el grave deber moral de no votarles.
(Era respuesta a Juan Carlos, Jerez; hoy los comentarios salen donde quieren).
Francisco calla ante el aborto, y la mayoría del episcopado y del clero le imita. Es triste el abandono de la Iglesia hacia los más débiles.
Para este comunicado podrían habérselo ahorrado, pues no dicen nada relevante.
SACERDOTE CATÓLICO, yo ni he leído el comunicado… «PA qué»? para subirme por las paredes, perder la paz y la poca /nada caridad que tengo a estos profesionales del silencio y la cobardía (ya ni funcionarios eclesiásticos)? Panda de sanedritas. Jesucristo, pobre, tiene ya demasiado dolor :apostasía dentro y fuera de la Iglesia y encima COBARDES DE M… Los laicos tenemos que salir a dar la cara y pronto quizás a «repartir»… gracias que como Ud y algunos sacerdotes con medio obispo tenemos como ejemplo